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Crítica:MEMORIA DE LAS PALABRAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Agudo y sabio repertorio cervantino

En principio, una traducción de Cervantes no supone en Francia mayor novedad. En el siglo XVII, la narrativa francesa fue un subproducto de la española en más de un aspecto y en más de un momento; y el Manco de Lepanto, una de las referencias fundamentales del panorama literario. Esa fortuna inicial ha persistido hasta nuestros días. Todavía en 1997, la nueva versión del Quijote debida a Aline Schulman (Seuil) se convertía rápidamente en un éxito de ventas al que Le Nouvel Observateur se sentía obligado a dedicar las veinte páginas de un dossier con colaboraciones de Updike, Kundera, Eduardo Mendoza.

Óptima ha sido, sin embargo, la idea de ofrecerles a los lectores franceses todas las obras narrativas, o, como se dice aquí, romanesques, de Cervantes, en dos cómodos volúmenes de la prestigiosísima La Pléiade, sustituyendo el venerable Quijote de Jean Cassou. Casi todos los textos ya estaban traducidos antes, pero esta vez lo han sido con mayor cuidado y elegancia: las partes en verso se han traducido, con acierto, también en verso, y para el Ingenioso hidalgo ha podido ya utilizarse la primera edición crítica del texto, dirigida por Francisco Rico. Pero es una primicia absoluta la traducción del Persiles y Sigismunda, del que sólo existían versiones parciales. Una Introducción general de Jean Canavaggio abre el primer volumen, mientras que al final de cada uno de ellos, además de las notas explicativas, se encuentran unas Noticias que analizan histórica y literariamente las distintas obras.

Cervantès, oeuvres romanesques complètes

I: Don Quichotte précédé de La Galatée. Dirigido por Jean Canavaggio, con la colaboración de C. Allaigre y M. Moner. II: Nouvelles exemplaires suivies de Persilès. Dirigido por J. Canavaggio, con la colaboración de C. Allaigre y J.-M. Pelorson. Gallimard. París, 2001. Tomo I: LXXVI + 1.644 páginas. Tomo II: X + 1.060 páginas. 67 y 55 euros.

Muy notables son, por ejem

plo, las observaciones sobre la onomástica de La Galatea. La introducción de Jean Canavaggio, a la que sigue una precisa cronología que tiene en cuenta las últimas investigaciones, nos pone en contacto a la vez con la vida y con la obra del escritor. Oportunamente, no se detiene demasiado Canavaggio en el problema del posible origen judío de la familia de Cervantes, que no afecta a su figura ni ideario. En cambio, relaciona cuidadosamente las noticias sobre las varias residencias del novelista con el desarrollo de su quehacer literario. Una actividad que, como es sabido, alterna con tareas muy distintas, desde la de las armas a la de recaudador de impuestos (con las acusaciones y condenas consiguientes, que lo llevaron varias veces a la cárcel), y sólo tardíamente se vuelve predominante. Como si Cervantes ya hubiera tenido en mente su futura y gloriosa actividad creadora, todas las experiencias de su vida aventurera, incluso las más duras, se revelan como aportaciones decisivas a su personalidad: desde sus estancias en la cárcel al cautiverio de cuatro años en Argel, tras el abordaje de los piratas a la galera en que viajaba, desde la relación con el mundo equívoco de los recaudadores al trato con los rufianes. También las noticias sobre sus estancias en Italia (Roma, Génova, Florencia, Nápoles) nos dan una idea de cómo se desarrollaron los contactos con aquella literatura, entonces de inmenso prestigio; mientras que las alusiones o las dedicatorias de libros y poesías nos revelan útiles detalles sobre sus lecturas, sobre amistades bien situadas a las que a veces recurre en busca de ayuda o sobre sus vanos intentos de insertarse en la vida de la corte. Sin embargo, el Quijote alcanzó en seguida un éxito extraordinario, tanto que sus personajes fueron adoptados inmediatamente en desfiles, bailes y mascaradas, y las Novelas ejemplares suscitaron entusiasmo no sólo en España. En cuanto al Persiles, que el autor creía que podría ser considerado como 'el más malo o el mejor (libro) que en nuestra lengua se haya compuesto', encontró en un primer momento una acogida entusiasta, mientras que luego fue relegado y criticado. Creo que los lectores franceses podrán iniciar útilmente la lectura justo desde esta insólita reencarnación de la 'novela griega', con el gusto adicional de poner a prueba los nuevos métodos de análisis de la narración, de que el Persiles constituye un repertorio inagotable. Lo cierto es que estas obras, puestas una junto a la otra, nos dan la medida de la amplitud de horizontes en que se posó la sabia y aguda mirada de Cervantes. El cual, a diferencia de su Don Quijote, conocía directamente la vida, y no sólo por los libros.

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