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Columna
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La vida cruel

Rosa Montero

Qué atroz es la vida cuando se vuelve mala. Todos los columnistas de los periódicos recibimos de cuando en cuando cartas desesperadas de tipos con los que la vida se ha ensañado, de personas que llevan años viviendo en un infierno. Te mandan su dolor convertido en legajos: fotocopias y fotocopias de fríos papeles oficiales, informes, recursos, actas notariales. Son envíos que abruman; enredadas y larguísimas historias que tienes que estudiar durante horas para poder hacerte una somera idea. El tono de las cartas suele ser muy crispado; por eso, y por lo lioso que parece todo, resulta tentador, y desde luego más cómodo, creer que el autor del envío está un poco loco. Y sí, es posible, tal vez esas personas estén desquiciadas, pero porque su situación les ha destrozado. El frenesí con el que se expresan no implica que sus denuncias sean falsas: tan sólo es una consecuencia de su sufrimiento.

Tengo ahora sobre mi mesa una resma de documentos de ese tipo, la vida entera de Carlos Roos Bañales, un hombre de 56 años, antiguo deportista y asesor fiscal. En 1980, a los 34 años, se le congelaron las piernas en una montaña. En 1987, a los 41, le amputaron la pierna izquierda. A partir de entonces, los informes clínicos son una pesadilla de diabetes, gangrenas, nuevas amputaciones (de parte del pie derecho) en el 93... y falta de atención médica adecuada, según Carlos Roos: por ejemplo, lleva ocho años con una herida que no cierra. Está solo y sin familia, 'inmóvil en una silla de ruedas, soportando dolores serios y sin poder usar ni siquiera una ampolla de Nolotil, porque es cara'. En 1999 le dieron una plaza en el centro de minusválidos de Pozoblanco, pero le expulsaron seis meses después 'por su actitud déspota, con insultos y prepotencia', y por incumplir las normas; acusaciones que él niega y a las que responde con un convincente cerro de papeles (yo le creo). Ahora Roos vive en una urbanización a cuatro kilómetros del Puerto de Santa María y su único ingreso es una pensión de 36.000 pesetas. Pero le han embargado la casa y le van a echar. 'Soy un perro aserrado y sin esperanza'. Aunque fuera verdad que tiene mala leche (y quién no, en su caso), ¿no es indecente que esta sociedad tan rica le abandone?

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