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Columna
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Autogobierno republicano

Una de las cuestiones sobre las que los científicos no acaban de ponerse de acuerdo es en definir qué es la vida. Koshland, biólogo de la Universidad de Berkeley, ha propuesto la siguiente definición: 'Un organismo vivo es una unidad organizada que puede llevar a cabo reacciones metabólicas, defenderse de los daños, responder a los estímulos y tiene la capacidad de ser al menos un socio en la reproducción'. Lo que esta definición nos está indicando es que no existe vida si no hay capacidad de autogobierno, esto es capacidad de desarrollar estrategias autónomas que garanticen el sostenimiento y la reproducción de un determinado organismo. Y es lo mismo que se trate de un organismo individual o social. El autogobierno es, lo mismo para las sociedades que para los individuos, además del primer valor político de la Modernidad, un objetivo irrenunciable.

El horizonte de nuestra existencia, tanto individual como social, consiste en el despliegue de todas las posibilidades para avanzar en nuestra autonomía, entendiendo por tal 'la elección de los hombres consistente en sentir, razonar y querer a partir de sí mismos' (Todorov). El autogobierno es un derecho humano fundamental y, por lo tanto, indisponible: es decir, no puede ser alienado por el sujeto que es su titular ni puede ser expropiado por otros sujetos. En este sentido profundo, no hay diferencia entre autogobierno, autonomía o autodeterminación. Sí la hay, es cierto, desde una perspectiva jurídico-política, pero sólo porque desde esta perspectiva se ha optado por una determinada categorización.

De ahí que nadie niegue entre nosotros el autogobierno vasco. Esta es una consideración muy importante, pues nos ayuda a analizar con mayor rigor las posiciones en juego, posiciones que de ninguna manera constituyen dos campos políticos irreductiblemente opuestos, sino un continuo que va del más al menos autogobierno. Por eso, la cuestión no es, en ningún caso, discutir el sí o el no al autogobierno, sino el cómo y el cuánto de este autogobierno. Es en estos términos de mayor complejidad, no en el simplismo que reduce todo a una historia de buenos y malos, donde hemos de situar nuestra reflexión. Al menos, si lo que queremos es construir los más amplios consensos posibles.

En este sentido, la definición de Koshland contiene una referencia que no puedo dejar de señalar: un organismo vivo ha de tener capacidad de ser al menos un socio en la reproducción. Según la entiendo, esta referencia viene a prevenirnos frente a una muy extendida confusión: aquella que confunde la imprescindible autonomía que nos convierte en organismos vivos, con una imposible independencia autárquica. Lo que nos convierte en sujetos plenamente libres no es la independencia, sino la ausencia de dependencias arbitrarias. Esta perspectiva coincide con la idea republicana que concibe la libertad como la ausencia de injerencias arbitrarias. Es curioso comprobar cómo, al desenvolverse sobre un mismo fondo de soberanismo ortodoxo, todos los nacionalismos acaban recurriendo según convenga lo mismo a una argumentación liberal como a una argumentación comunitaria, ambas en cualquier caso muy alejadas de la realidad de las cosas.

Cuando un Estado nación se enfrenta a propuestas de agregación supraestatal (como la Unión Europea) generalmente recurre al paradigma liberal y reclama para sí, como si de un sujeto individual se tratara, el disfrute de su soberanía sin ninguna injerencia exterior. Cuando de lo que se trata es de enfrentarse a demandas internas de autonomía, el Estado nación no duda en recurrir a un imaginario comunitarista para negar a quienes sólo reconoce como partes subordinadas de un todo. Pero esta es la misma estrategia que siguen los nacionalismo que aspiran a constituirse en Estado: liberales hacia fuera, comunitaristas hacia dentro. La idea republicana de libertad, según la cual somos libres cuando no estamos sometidos a la interferencia arbitraria de nadie, puede ayudarnos a superar planteamientos que en nada ayudan a la tarea de pensar el irrenunciable autogobierno en clave de futuro.

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