Pronombres
Los argentinos hacen cola durante una noche o dos frente a la puerta de los bancos para cambiar pesos por dólares. Cabe preguntarse quién se beneficia más, si el banco al tomar los pesos o el particular al recibir los dólares. ¿Acaso no es todo dinero? Sí, pero es que el peso miente mucho, nos aclara un experto. Te dice que vale 10 y sólo vale uno, o ninguno. ¿Por qué entonces los bancos realizan esa operación desastrosa? Pues éste es el problema, que no tenemos ni idea. Supongamos que guarda usted en la nevera un kilo de filetes de vaca de los que no se fía. Entonces envuelve esos filetes, va con ellos a la carnicería, pide la vez y, después de hacer cola durante 20 horas, se los cambian por unos filetes garantizados. O está loco el carnicero, o está loco usted, o está loco el sistema. Es posible que ni el filete se encuentre en sus cabales, sobre todo si procede de una ganadería espongiforme.
Hasta donde nosotros sabemos, que no va mucho más allá de las cuatro reglas, el dinero no es nada en sí mismo. Vale como representación de otra cosa que sí tiene valor, sea oro, petróleo, diamantes o tungsteno (qué rayos será el tungsteno). El billete, en fin, está respaldado por algo o no está respaldado por nada. Si está respaldado, qué más da tener pesos que dólares americanos. Y si no lo está, ¿por qué los bancos corren el riesgo de cambiar unos cromos sin valor por otros que están muy cotizados? ¿Acaso no hay unas autoridades monetarias mundiales? Pues que se expliquen, sobre todo para que no perdamos la fe en el dinero y en los bancos, que es lo único que queda en pie tras 20 siglos de filosofía.
Comparemos el dinero con los pronombres. El pronombre tampoco vale nada en sí mismo, sino como representación del nombre. Cuando decimos 'yo', se supone que ese 'yo' se refiere a una persona que hay detrás, llámese Pedro, Filomena o Hermógenes. Sería absurdo hacer colas delante de la Real Academia para cambiar los pronombres de nuestra gramática por los de otra. Aunque quizá ya está ocurriendo, porque hay quien se queda más tranquilo diciendo I, o You, o He. Fíjense, si no, en el disparate de la canción de Eurovisión. Qué raro es todo.
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