Viejos verdes fritos
Cuando las Naciones Unidas se preocupan de los mayores, les dedican una de sus cumbres y Kofi Annan les declama aquello de los Beatles: '¿Me necesitarás todavía, me alimentarás todavía cuando tenga 64 años?', es que algo va mal. Con tres años más y un Volvo S60, camisa azul pálido y rostro moreno de aceites, el empresario lleva semanas haciéndose las playas, a la caza de la esposa insatisfecha, o de una lolita con mochila y muslos abrasados, o de ambas, a las que no le importa alimentar con mariscos y frutas, en su mansión, cerca del mar y con jardín paisajista, donde tanto celuloide erótico ha consumido en la perpetuación de una estatuaria viva, lujuriosa y ardiente. ¿De qué miserias hablan en esa cumbre del envejecimiento, mientras él ojea una primavera desolada por la climatología? Con frecuencia, visita a su vecina, que oculta su edad y un título de baronesa consorte, con elegancia y una belleza que emerge en el sueño de una pasión lésbica y que se resuelve en masturbación. Me hubiera gustado protagonizar Mulholland Drive, solo por dominarle el aliento a Naomi Watts. Qué fuente de miel debe fluir de su sexo, susurra con nostalgia. El empresario y la baronesa, en cierta ocasión, compartieron una misma pieza. Tenía 28 años, había estudiado en la Universidad de Kiev y conocía todos los juegos del amor. Durante un mes, fue de una finca a otra, y cumplió sobre la alfombra afgana o la mesa de billar. Desinhibida, querido amigo. Hambrienta, querida baronesa.
¿Y esa cumbre?, ¿Trata del envejecimiento, dice usted? Cuando Balzac puso en la realidad de su ficción a una mujer de 30 años, se escandalizó la crítica y se desvanecieron las heroínas románticas. Fue una revolución cultural y biólogíca. Y ahora, en cualquier ignorado país africano, a los 30 años se pierde una dentadura que nunca hizo su papel. En fin, se negocia la esperanza de vida. ¿Y dónde la esperanza del placer? Aún les queda la paradoja de Pareto: a qué edad comienza la vejez, y con cuánto, la riqueza. Sólo cuando nos frían, iremos revelando el final.
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