Se busca presidente
El COE decide mañana, tras el fallecimiento de Alfredo Goyeneche, su nuevo mandatario en medio de una crisis de dirigentes
La crisis de dirigentes al más alto nivel que sufre el deporte español se ha hecho patente tras el fallecimiento en un accidente de tráfico, el pasado 16 de marzo, del presidente del Comité Olímpico Español (COE), Alfredo Goyeneche. Mientras éste pareció el sucesor natural del también desaparecido Carlos Ferrer por un ataque cardiaco en 1998, la situación no es la misma. El nuevo vicepresidente, José María Echevarría, no aúna todos los apoyos, pero tampoco hay otras alternativas claras. En España no hay directivos con prestigio global suficiente para el momento, y las operaciones de futuro con jóvenes como Iñaki Urdangarín o Manel Estiarte, o la más política del ex secretario de Estado Pedro Antonio Martín, no son factibles aún al no llevar en el COE los tres años exigidos.
José María Echevarría, el vicepresidente, no aúna todos los apoyos, pero tampoco hay alternativas
El comité ejecutivo del COE deberá decidir mañana sobre el asunto. El 20 de marzo, en una reunión programada antes de la tragedia pero celebrada apenas cuatro días después, la comisión se dio unos días de margen por respeto a Goyeneche, pero ya en esos primeros momentos se plantearon las dudas sobre la sucesión. Aunque existía una corriente favorable a que Echevarría, nombrado por Goyeneche, accediera al cargo y siguiera su labor hasta la primavera de 2005, el plazo que le quedaba de mandato al fallecido, otro grupo planteó que la interinidad iba a prolongarse demasiado tiempo. Según este sector, la convocatoria de elecciones era obligada incluso para ratificar al propio Echevarría, al que se valoran sus años de trabajo desinteresado e independiente en el COE, desde 1966, y en el deporte español.
Una veintena de días después de todos los acontecimientos, hoy se producirá una visita puramente protocolaria al Rey, también programada hace tiempo, pero curiosamente oportuna: la del presidente del COI, Jacques Rogge, que estára acompañado por su predecesor, Juan Antonio Samaranch, y Echevarría, que mañana, según todos los indicios, ofrecerá en la ejecutiva una salida intermedia de consenso. Como ya dijo tras la desaparición de Goyeneche, el actual presidente en funciones estaría dispuesto a sucederle con la promesa de agotar su periodo de mandato, pero pediría la convocatoria de elecciones, que se celebrarían en el plazo de dos meses. Sería la única forma de dar legitimidad a su nombramiento y de conformar a los que no confían en él, que, en caso contrario, se levantarían en armas calificándole de presidente de carambola, no elegido, al margen ya de sus capacidades. Y supondría también la posibilidad de abrir una cómoda vía de futuro a nuevos dirigentes, porque, salvo sorpresas, parece difícil que surjan otros candidatos. No hay presidentes de federaciones con suficiente calado o libres de enfrentamientos con otros. Y, si se mantiene un presidente de transición, se permitiría operaciones Urdangarín o similares, en las que podrían aspirar al cargo nombres nuevos sin tener que luchar contra precedentes de pesos pesados que se lo hubieran puesto difícil previamente.
Sólo la rebeldía a dejar que el COE vegete hasta pasados los Juegos de Atenas 2004 y la idea de algunos presidentes con más carisma de que el organismo debería ser más operativo podría desactivar los planes. Pero no se debe olvidar que el COE, protagonista con Ferrer, un empresario de fuste que aprovechó los beneficios de los Juegos de Barcelona 92 para impulsar un organismo con escasa influencia práctica en la promoción del deporte español, vuelve a carecer otra vez de un peso real. Sólo ha mejorado respecto al pasado en que ahora tiene capacidad decisoria como socio del programa ADO de ayudas a los deportistas olímpicos destacados, creado precisamente por iniciativa de Ferrer. Pero es una cuestión puramente burocrática.
Ello significa que no es tan trascendente cualquier cambio o proceso en el COE. Sí de representación. Sólo la elección entre Madrid y Sevilla como candidata española para los Juegos de 2012 es su único gran trabajo este año. Y si la decisión no es política, que en el COE no puede serlo, también será técnica y burocrática, al margen de presidentes y presiones de miembros, como ya se demostró hace dos meses al ganar Jaca la candidatura a los Juegos de Invierno de 2010 a Granada pese a ser la ciudad andaluza inicialmente más valorada por una comisión de evaluación del propio COE.
Un ejecutivo dividido
El comité ejecutivo del COE es un grupo variopinto de miembros sacados de la no menos particular asamblea que forman más de 100 y que es la que toma las decisiones importantes.
A diferencia del COI, en el que Juan Antonio Samaranch impuso una operatividad y poder evidentes a su comisión ejecutiva, que prácticamente dejaba mascadas las decisiones a la asamblea, en el COE las conclusiones suelen ser orientativas, pero en los momentos clave no siempre vinculantes. El ejemplo del cambio de rumbo en el caso Jaca-Granada fue significativo.
Todo ello es fruto de las distintas corrientes, que ni siquiera son iguales en los 12 presidentes miembros de federaciones olímpicas frente a los tres de las no olímpicas. La clave es que algunos querrían más trabajo y protagonismo del COE, algo que no ha tenido casi nunca.
Además de José María Echevarría, presidente en funciones como primer vicepresidente, en el comité hay otros tres vicepresidentes, dos olímpicos, José María Odriozola, de atletismo, y Rafael Blanco, de natación, y uno no olímpico, Juan Álvarez, de motociclismo.
También integran el ejecutivo los tres miembros españoles del COI, Samaranch, su hijo y la infanta Pilar de Borbón. Y sólo hay un representante de los deportistas, el regatista y campeón olímpico de finn en Barcelona 92, José María van der Ploeg. También asisten el secretario general Víctor Sánchez, y el tesorero, Jaime Echevarría.
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