'Ahora soy un humilde recadista'
Con 63 años y tres hijos, publica sus memorias políticas, libro de pellizco de monja, impecable, como él, en las formas. Cuenta que su temperamento 'anárquico y aventurero' le lleva a atender asignaturas pendientes, como navegar, y confiesa que se le da mejor el pasodoble que la 'espatadantza': 'Es más fácil'. Le produce 'mucha pena' que alguien piense que tiene 'antipeneuvitis'.
Pregunta. En la portada de su libro se ha puesto una foto casi de primera comunión.
Respuesta. No tanto. Estuve dudando entre ésa y una de hace veinte años.
P. ... En la que se encontraba un poco mayor, quizá.
R. Ésta era más verosímil.
P. Se dice que la esencia y el veneno, en frasco pequeño. Y usted se marca casi 400 páginas.
R. Eso, en un gran esfuerzo de síntesis [ríe].
P. Euskadi: la transición inacabada. ¿Cómo la terminaría?
R. Consiguiendo en Euskadi con los grupos rupturistas el mismo consenso que logró Suárez en España con los más proscritos, como el PCE.
P. ¿Sus memorias políticas son algo más que un ajuste de cuentas con el PNV?
R. En absoluto son un ajuste de cuentas con el PNV. Tengo un gran respeto a ese partido, pero debo contar las cosas como fueron, y hubo situaciones conflictivas y, por tanto, descripciones conflictivas de sus protagonistas.
P. ¿Arzalluz es el malo de la película?
R. No, por Dios. Lo mitificamos. A Arzalluz le hicieron ángel cuando se entendía con los gobiernos socialistas y cuando votaba la investidura de Aznar y ahora le demonizan cuando no lo hace.
P.. Lo que queda claro es que ustedes dos se devolvieron las cartas, las fotos y los rizos para siempre.
R. Yo, al menos, miro al pasado sin ira. Hemos hecho coaliciones, manifestaciones y hasta risas, y hemos compartido pancartas.
P. ¿Y en la intimidad?
R. Hombre, no hemos llegado a ningún extremo que pueda confundir a alguien con esa pregunta [risas].
P. ¿Se ha despachado a gusto con él, con el Rey, con Felipe González?
R. No. He sentido una preocupación principalísima al escribir el libro, precisamente por lo inevitable de aludir a personas que merecen todo mi respeto, pero que compartieron aquellos episodios conmigo.
P. ¿Aprendió a dar patadas cuando jugaba en el Oberena?
R. Sí, pero no fui nunca leñero [ríe]. Más bien recibí que repartí.
P. ¿Cree que la familia Urdangarin es un grano que le ha salido a Su Majestad?
R. No. Conociendo el carácter del Rey, supongo que será igual de cordial y campechano con todas sus familias políticas.
P. ¿Y cree que el Rey es un grano que le ha salido a la familia Urdangarin?
R. No parece, por los síntomas. Además, el nacionalismo es variopinto, especialmente en el PNV.
P. Dígame algún político español actual que valore.
R. Cómo no voy a citar a mi presidenta, Begoña Errazti, una mujer con ideas claras y mano firme. Pero también me gusta la coherencia de Anguita o Llamazares.
P. ¿Aznar es un pedazo de líder?
R. He temblado hasta que ha terminado usted lo que sería pedazo. Creo que Aznar es expresión de esa derecha que siempre nos ha preocupado.
P. Asegura que de pequeño era romántico. ¿Se le pasó?
R. Eso no se acaba de pasar nunca, pero la vida le endurece a uno la piel.
P. ¿Los escolapios se perdieron un gran novicio?
R. Sería un petulante si dijera que sí, pero yo tenía once añitos cuando me dio aquel arrebato religioso, que me dejó una impronta importante en mi forma de ver la vida y la existencia.
P. ¿Lehendakari es como más le gusta que le llamen?
R. Es que eso me corresponde por ley. Pero me gusta cuando me dicen Carlos con afecto.
P. ¿Le define puño de hierro en guante de terciopelo?
R. Tanto como de hierro, no. Pongamos un metal un poco más maleable... Si digo plomo, suena a coñazo; aunque coñazo está últimamente de moda.
P. ¿Continúa tan supercoqueto y british como siempre?
R. Qué va. Eso son estereotipos. Me compraba los zapatos en Pamplona y algunos decían que me los había traído de Londres.
P. ¿Sigue yendo de Reina Madre?
R. No, qué va. Ahora soy un humilde recadista que estoy ayudando a mis compañeros y compañeras como puedo.
P. ¿Cómo se entretiene?
R. Procuro hacer deporte, oigo música y escribo, de negro o con mi firma. Y, sobre todo, intento reorganizar mi vida, que la dejé vuelta al aire hace treinta años.
P. ¿No le queda guerra por dar?
R. Hombre, dicen que genio y figura, pero a mí no me gusta la palabra guerra. Prefiero la otra palabra de la novela de Tolstoi.
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