_
_
_
_
_
Reportaje:

EA alza la voz para defender su posición en la coalición nacionalista

Errazti marca distancias con el PNV al defender el diálogo con EH y una rápida autodeterminación

Las relaciones de Eusko Alkartasuna (EA) con el PNV han sido y son todo lo complejas que cabe esperar de una escisión respecto a su partido matriz. La formación creada por el ex lehenkari Carlos Garaikoetxea siempre ha estado determinada por la dificultad de dar cabida a dos proyectos diferenciados en el espacio del nacionalismo no violento y por la lucha permanente para mantenerse como fuerza autónoma entre el PNV y HB.

Tras el cierre de filas y la disciplina impuesta por la campaña electoral, algunas declaraciones discordantes revelan la necesidad de la más pequeña de las formaciones de la coalición victoriosa de dejar patentes sus diferencias. Y lo hace incluso a riesgo de contradecir al lehendakari en funciones, Juan José Ibarretxe, en un asunto capital, como su ruptura con EH. Ajuria Enea y el PNV guardan silencio ante las matizaciones de sus socios y minimizan su alcance real, en la creencia de que se mantendrán bajo control y responden a esa necesidad de hacerse 'visibles' tras una campaña tan personalizada en Ibarretxe.

Más información
'Ahora soy un humilde recadista'

Cuatro son los asuntos en los que EA, y sobre todo su presidenta, Begoña Errazti, fija diferencias en los últimos días: su preferencia por un gobierno monocolor nacionalista, sin contar con IU, cuando es sabido que a Ibarretxe no le disgustaría la presencia de Javier Madrazo en el futuro ejecutivo; el parapeto que levanta ante los incipientes síntomas de deshielo entre socialistas y nacionalistas; su insistencia en la obligación del futuro gobierno de trabajar durante la próxima legislatura por el derecho de autodeterminación, que el PNV e Ibarretxe han evitado mencionar; y, la más delicada por ahora, su cuestionamiento de la decisión de Ibarretxe de cortar el diálogo institucional con EH mientras dé cobertura política a ETA.

Las cuatro divergencias tienen su explicación. Las reticencias a la hipotética entrada de IU al Gobierno vienen dadas por la prevención ante el convencimiento de que la coalición de izquierdas competiría por una de las carteras más sociales, que posiblemente resultaría del desdoblamiento de una de las tres que ahora administra EA: Trabajo, Justicia y Seguridad Social. Y de paso, arrumbaría del todo cualquier posibilidad de obtener una cuarta cartera; una aspiración ésta, como la de que una de ellas lleve aparejada una vicepresidencia, que el PNV considera excesiva.

La actitud refractaria de EA hacia los socialistas encuentra también justificación por el futuro reparto de poder, pero no sólo por eso. Igualmente cuenta el deseo de mantener los puentes tendidos con EH y su posicionamiento netamente independentista.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Durante los meses más duros del gobierno de Ibarretxe en minoría, EA llegó a afirmar, en advertencia al PNV, que 'nunca' gobernaría con el PSE-EE y que una eventual entrada de este partido en el Gobierno acarrearía automáticamente su marcha. La misma actitud han mantenido en la campaña y tras las elecciones. Ahora EA, frente a la actitud de Ibarretxe de insistir en el cierre de una etapa y la apertura de otra, se aplica en recordar a los socialistas su alineamiento en el 'frente imperialista español' con el PP, y les envía a 'hacer penitencia', como dijo ayer Errazti.

La oposición a la ruptura por Ibarretxe del diálogo institucional con EH y la insistencia en el derecho de autodeterminación responden tanto al convencimiento sobre su necesidad y a la real pulsión independentista del partido, como al deseo de asegurarse ese espacio diferenciado del PNV, en espera de la evolución del mundo radical.

En todo caso, EA está obligada a medir el grado de ténsión que introduce en las relaciones con su socio. Y cuenta ya con la experiencia traumática de 1991, cuando unas mociones independentistas aprobadas junto con HB en algunos ayuntamientos, provocaron su expulsión del Gobierno de José María Ardanza, que recompuso aquel Ejecutivo con el PSE de Ramón Jáuregui. Ahora, como entonces, el PNV tiene un seguro, para el peor de los casos: sus 26 escaños (siete de los 33 obtenidos pertenecen al partido de Errazti) más los 13 del PSE suman mayoría absoluta en la Cámara vasca.

Begoña Errazti, cuando fue elegida presidenta de Eusko Alkartasuna en 1999, y Gorka Knörr.
Begoña Errazti, cuando fue elegida presidenta de Eusko Alkartasuna en 1999, y Gorka Knörr.EFE

El acuerdo de 1990

Mientras el PNV e Ibarretxe evitan usar del término, EA no pierde ocasión de recordar que el derecho de autodeterminación figura en el programa pactado por ambas formaciones y que el nuevo Gobierno debe avanzar hacia su reconocimiento. El programa electoral lo recoge expresamente, pero sin plazo alguno, y lo entiende en los términos en que se aprobó en el Parlamento vasco en 1990, con los votos del PNV, EA y la extinta Euskadiko Ezkerra. Aquel acuerdo dejó sentada como finalidad del derecho de autodeterminación la 'construcción nacional' vasca; pero también definió ésta como un proceso 'gradual y democrático' y proclamó a las instituciones estatutarias, y en particular al Parlamento autonómico, como 'las únicas legitimadas para impulsar su ejercicio'.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_