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OBSERVATORIO ECONÓMICO
Columna
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Un porvenir risueño

En lo que respecta a la economía estadounidense, ha llegado la primavera para alegrarnos. Sin duda, la recesión estadounidense de 2001, si es que de hecho ha habido una auténtica recesión general, se ha terminado. Las noticias animarán a Europa, que cerró el año 2001 con una caída del producto interior bruto (PIB). Alemania, que ahora es la hermana enferma de la UE, necesita una fuerte recuperación en 2002 que le ayude a mantener los compromisos establecidos por el Tratado de Maastricht de no utilizar una política fiscal fuerte para estimular su economía. Los países en desarrollo de Asia también agradecerán los nuevos indicios de fortaleza estadounidense. A Japón, la hermana enferma de todo el mundo, le irá muchísimo mejor si se confirma la creencia cada vez más extendida de que la recuperación estadounidense podría sorprendernos a todos por su brío.

La recesión estadounidense de 2001, si es que de hecho ha habido una auténtica recesión general, se ha terminado
En lo que respecta al futuro a corto plazo previsible, la economía global parece haber dado un cambio a mejor

El presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, merece dirigirse al Congreso con cierta complacencia. Actuó con rapidez y bajó los tipos de interés. En el único año de debilidad estadounidense, bajó los tipos de interés 11 veces. Ahora puede permitirse el estarse quieto en la sala de control del banco central durante un tiempo. Pero no se equivoquen: en cuanto aparezcan los primeros indicios de 'excesos' exuberantes, la Reserva Federal no tardará mucho en subir el bajo tipo de interés a corto plazo actual del 1,75%.

En mi opinión, la fuerte recuperación del PIB no se debe atribuir, ni en su totalidad ni en su mayor parte, a la política monetaria. Desde los atentados terroristas del 11-S, Estados Unidos está de hecho en una especie de guerra. Ya se ha producido un enorme aumento del gasto militar. Y aumentará mucho más cuando el campo de operaciones se extienda más allá del pequeño Afganistán.

En economía no son posibles los experimentos controlados. Pero esto lo sabemos por la historia económica: la larga guerra contra Napoleón dio pie a una expansión económica predecible a principios del siglo XVIII en Gran Bretaña y en el continente europeo. Cuando estalló la I Guerra Mundial, antes incluso de que Estados Unidos se hubiera unido a la causa aliada, su PIB, niveles de precios y situación laboral mejoraron vertiginosamente.

¿Y qué sacó a Alemania de la Depresión en los años treinta? ¿La inteligente política económica de Hitler? Todo lo que hizo falta para dar empleo a ese alemán de cada cuatro que estaba en el paro en 1933 fue un enorme programa de gastos en preparación para una guerra de venganza contra el Tratado de Versalles. No hace falta decir que la II Guerra Mundial no hizo sino subrayar esta sencilla lección de que las actividades militares mantienen a flote la macroeconomía.

En una democracia, las fuerzas políticas contrarias determinan el grado de austeridad de la política fiscal. En la carrera presidencial de 2000 en Estados Unidos, el candidato demócrata, Al Gore, se opuso al gasto fiscal financiado mediante déficit presupuestario, que era en lo que consistían las rebajas fiscales que proponía Bush y que beneficiaban sobre todo a la gente rica. En aquellos días, nadie estaba dispuesto a reconocer que se sablearía al sistema de la Seguridad Social para financiar cualquier déficit.

Eso era entonces. Eso era cuando Wall Street tenía una burbuja y había trabajo incluso para los trabajadores no cualificados pertenecientes a minorías. Y ahora es ahora. Al tomar el partido de un presidente que dirige los ataques contra el futuro terrorismo, el Congreso definitivamente 'asalta los fondos de la Seguridad Social', sin oposición. Excepto los doctores en economía, nadie entiende del todo lo que significan las palabras entrecomilladas.

Para resumir, la situación ha cambiado considerablemente y hay pocas probabilidades de que en EE UU se produzca una recuperación anémica en 2002 y 2003, seguida de una segunda burbuja y de la caída en una grave recesión.

¿Quiero decir con esto que todo va bien en el mejor de todos los mundos posibles? No. La vida económica es una partida de ajedrez que no se acaba nunca. El experto prudente procura deducir cuál va a ser la siguiente jugada.

Los acontecimientos políticos que se avecinan deberían ser motivo de gran preocupación. El subsecretario de Defensa, Paul Wolfowitz; la asesora de Seguridad de la Casa Blanca, Condolezza Rice, y probablemente el vicepresidente, Richard Cheney, dan toda la impresión de estar preparando nuevas acciones contra Irak. Irak no es el pequeño y desolado Afganistán. Como sucedió en la Guerra del Golfo de 1991, las operaciones aéreas de alta tecnología pueden destruir a base de bombas las instalaciones urbanas del gran ejército de Sadam Husein. Pero, ¿se puede hacer esto sin causar daños a cientos y miles de civiles inocentes?

En la siguiente fase de la partida de ajedrez, ¿qué le sucede a la alianza contra el terrorismo liderada por Estados Unidos y el Reino Unido? Además, si todavía no hemos sido capaces de establecer una democracia sólida en Afganistán que sustituya al régimen talibán, ¿podemos tener la seguridad de que en el futuro se podrá crear un statu quo anti-Husein que sea estable?

Es fácil empezar una guerra. Las guerras son populares cuando empiezan. Primero vienen las impetuosas bandas de música y los discursos exaltados. Como aprendió la Confederación rebelde del Sur en la guerra civil de Estados Unidos, y como también aprendieron en 1944 y 1945 los derrotados ciudadanos del Reich de Mil Años de Hitler, las malas noticias de la guerra se presentan después.

Traiga lo que traiga el futuro más lejano al mundo libre, no quedará registrado en las páginas de Bolsa ni en los informes estadísticos sobre el PIB de los próximos 18 meses. En lo que respecta al futuro a corto plazo previsible, la economía global parece haber dado un cambio a mejor.

© 2002, Los Angeles Times Syndicate International, una división de Tribune Media Services.

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