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Columna
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Adiós a Ángel

Hay personas ligadas de una forma muy íntima a su ciudad. Cuando me he enterado de la muerte de Ángel Ortiz Alfau lo primero que he pensado, tras dolerme y sentirlo, es que no sólo se nos escapa un ser querido, sino que además desaparece una parte sustancial de nuestro Bilbao, un personaje al que Bilbao le debe su impronta.

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Multitudinaria despedida a Ángel Ortiz Alfau

Hay personas ligadas de una forma muy íntima a su ciudad. Cuando me he enterado de la muerte de Ángel Ortiz Alfau lo primero que he pensado, tras dolerme y sentirlo, es que no sólo se nos escapa un ser querido, sino que además desaparece una parte sustancial de nuestro Bilbao, un personaje al que Bilbao le debe su impronta. Y descubrimos que ya no es nuestro Bilbao, al menos no es el mismo que con Ángel vivo. Yendo al Rimbombín a comer con su, también, difunto hermano, o en aquellas interminables tertulias.

Una ciudad como Bilbao, levantada día a día por sus vecinos, no es sus nuevas calles o nuevos museos; es lo que cronistas amorosos de su ciudad, como Ángel, nos decían que es. Nos decía con qué ojos hay que mirarla, con qué poesía sentirla, con qué prosa conducirla. Ángel ha desaparecido y con su desaparición mucho de esta ciudad, cada vez más apretada e irrespirable, se ha marchado con él. Porque Ángel era un referente de sosiego, de tolerancia, de educación, de tertulia, de amistad y diálogo, de espíritu cívico, lo que hace amable y auténtica cualquier ciudad. Un referente del Bilbao ciudadano anterior a que los aldeanos se apoderasen de la Villa. Ángel era parte de nuestra historia pequeña de creaciones literarias y conspiraciones políticas, amor y solidaridad humana, en los momentos en los que pintan bastos o plomo. Era el abanderado de Bilbao frente al Bilbo que desea devorarlo todo, el Bilbo es la versión del Gargantúa atómico inventado por los abertzales de última hora para zamparse Bilbao.

Amigo de Gabriel Aresti cuando a tan encumbrado poeta en la actualidad no le quería más que una pandilla de desesperados. Colaborador sospechoso en el diario del Movimiento Hierro, periodista con Luciano Rincón en La Tribuna, fundador de la Sociedad de Amigos de Unamuno, y miembro de la Sociedad El Sitio. Todo un espíritu bilbaíno y liberal, en el que las tertulias nocturnas del Patxo o de La Concordia creaban el único círculo, ilustrado valga la expresión, de oposición al régimen en todo el norte. Por allí pasaron los hermanos Etxebarrieta -el menor de ellos compartía con Ángel su adoración por Unamuno-, Patxo Unzueta y Mario Onaindia entre otros.

Militante socialista hasta su muerte fue concejal bilbaíno durante dos mandatos. En este cargo fundaría la revista municipal Bilbao, y a él mismo se debe que haya sobrevivido evitando que se convirtiera en una serie de publirreportajes al servicio de la corporación o en una tribuna de encrespados debates políticos. Su forma de ser ha hecho posible la existencia de su revista, un espacio de sosiego, de la crónica de lo cotidiano, con mucho aderezo cultural, una revista a su imagen y semejanza. Pero seguro, que ya no será igual.

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Bien, se nos ha ido. Ya no nos gustará Bilbao, él que supo defenderla de las estulticias de los censores del Movimiento ya no podrá defendérnosla de la necedad de estos necionalistas, como les gustaba llamarlos, ni ser un testimonio de ilustración constitucionalista frente a la frivolidad política en auge. Moriste en el puesto de mando de tu revista, una muerte para privilegiados, pero nos abandonas y nos duele. ¿Con quién vamos a volver a hablar de literatura y política a la vez?, ¿con quién del pasado reciente de nuestra Villa cuando todo lo demás que escuchamos nos huele a falsificación e intereses inmobiliarios?, ¿con quién, Ángel, con quién?

Vamos asistiendo al final de nuestros sueños al confirmarlo la muerte de compañeros que ya no nos podrán ver, pero eso quizás no es lo que importa. Te escuchamos, y salimos a leer, a escribir, y algunos, a combatir, y no lo conseguimos, y tú nos dejas. Lo importante no es llegar, está visto, otros han llegado y no han sabido para qué, lo importante es haber creído en algo, usar tu talante amable y tu sosiego, porque lo importante al final es haber gozado de tu presencia, de tu amistad, y la de los que también te han admirado. Teo.

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