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'Arafat está muy sereno y piensa resistir'

Los 400 refugiados en el cuartel de Ramala soportan carestía de agua y de alimentos

La situación del líder palestino, Yasir Arafat, de los 34 pacifistas que actúan como escudos humanos y de los más de 300 palestinos que permanecen encerrados en el cuartel general de Ramala se agrava por momentos. Rodeados de carros de combate y francotiradores israelíes, sin comida, sin agua y sin luz, los sitiados están dispuestos a resistir hasta el final. 'Tenemos la moral muy alta. Sabemos lo que estamos haciendo y para qué. Vamos a quedarnos', explicó ayer a este diario Paul Nicholson, un activista británico afincado en España,desde una habitación a oscuras de la residencia de Arafat.

'Estamos rodeados. Los francotiradores están a 50 metros apuntándonos. Hemos corrido las cortinas para que no nos puedan ver, pero lo peor es que no quedan alimentos. Arafat ha abierto hoy una caja de bombones que tenía escondida y la hemos repartido entre todos. Es todo lo que hemos comido hoy[por ayer]', explica Nicholson, de 54 años, desde uno de los cuatro móviles de los que disponen y a los que se les está agotando la batería. 'Tampoco nos queda casi agua. Tenemos cuatro botellas para todos, de las que vamos bebiendo poco a poco', asegura.

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Tampoco hay agua en los retretes y un olor fétido lo inunda todo. El hedor, el frío y el miedo no han minado, sin embargo, la moral de los activistas ni del propio Yasir Arafat. Ayer por la mañana se reunieron con el líder palestino durante una hora y media. 'Le encontramos muy sereno y dispuesto a resistir', asegura Nicholson. Los pacifistas viven su cautiverio en una constante asamblea. De ella ha salido su decisión de permanecer junto a Arafat.

Sophia Deeg, de 50 años, una de las activistas alemanas que junto a su hija y a otros compañeros franceses, brasileños e israelíes permanece en el cuartel general de Arafat, aclara a este diario que no sólo están ahí para proteger al líder palestino, sino, y sobre todo, para tratar de llamar la atención de la comunidad internacional sobre la gravedad del conflicto. 'No puedo decir que apoye a Arafat y a su política. Él es en gran parte responsable de la situación. Lo que pretendemos es llamar la atención sobre la catástrofe humanitaria', explica. 'De todos modos, aunque quisiéramos salir no podríamos, allí fuera disparan a todo el que se mueva', añade la activista alemana. Desde el interior del edificio, de tres pisos y de unos 55 metros de largo, parcialmente destruido por los cañonazos de los tanques, los prisioneros alcanzan a ver varios vehículos cargados con comida que esperan un movimiento del Ejército israelí para poder pasar. Es sólo un síntoma más del absurdo de esta guerra.

Los equipos médicos de la Media Luna Roja tampoco tienen acceso al edificio desde el lunes y las medicinas se han acabado. 'Dentro hay un par de médicos y enfermeras, pero no tienen medicinas, aunque de momento no hay heridos de bala', explica Nicholson, miembro de la organización agraria Vía Campesina y responsable de relaciones exteriores del sindicato agrario COAG en el País Vasco.

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Los activistas tienen libertad para moverse por casi todo el cuartel general, aunque tratan de limitar sus movimientos. Su última salida fue para ver la televisión a pilas que tienen los guardias de Arafat. 'Lo importante no es cómo estamos nosotros. Lo importante es lo que está pasando ahí fuera, en las calles; en Ramala, los palestinos está muriendo a manos del Ejército israelí', explica Deeg.

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