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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Decires y hechos

La banda terrorista ETA ha aprovechado la jornada del Aberri Eguna (Día de la Patria vasca) para confirmar, en un comunicado, lo ya sabido: que va a seguir matando. La propia ETA corta así de raíz los rumores, procedentes no sólo de algunos ámbitos nacionalistas, sobre una hipotética declaración de alto el fuego. El comunicado de la banda centró la jornada y dejó en una situación desairada al portavoz del PNV, Joseba Egibar, que hace tan sólo diez días, apenas dos horas antes del asesinato del concejal socialista de Orio, Juan Priede, se dirigía en tono mendicante a los parlamentarios de Batasuna, el brazo político de ETA, instándoles a un diálogo 'discreto' y sin condiciones. Desde las elecciones de mayo de 2001, Egibar, partidario más caracterizado en el PNV de la reconstrucción del Pacto de Lizarra, ha perdido peso respecto al lehendakari Ibarretxe, sometido a una dinámica, aún insuficiente, pero de mayor compromiso contra ETA.

Ibarretxe se presentó a las elecciones intentando compaginar el rechazo explícito a pactar con Batasuna mientras no condenase el terrorismo de ETA con las aspiraciones soberanistas del PNV. En estos once meses no se ha dedicado, más allá de la retórica, a desarrollar la parte soberanista de su programa, sino que ha tenido que afrontar, como tarea prioritaria, su compromiso con la paz porque se lo ha impuesto el acoso permanente de ETA sobre la sociedad y la presión de los partidos no nacionalistas. No en vano, según todas las encuestas, la principal preocupación de los vascos, incluso entre el sector nacionalista, es el terrorismo; las aspiraciones soberanistas quedan muy alejadas de sus prioridades sociales.

En el terreno de los hechos, Ibarretxe ha dado algunos pasos en su compromiso contra ETA, y ayer, en el Aberri Eguna, hizo una defensa cerrada de todos los concejales en el País Vasco, nacionalistas o no, y un canto al pluralismo político, si bien se opuso a la ilegalización de Batasuna. Es evidente que el lehendakari no sólo no ha pactado con ellos, sino que ha contraído nuevos compromisos en la Mesa de Arkaute, constituida por todos los partidos democráticos vascos para recabar medidas de apoyo a los concejales amenazados y aislar a los terroristas. La propia ETA ha reconocido explícitamente en su comunicado de ayer el daño que le hace la Mesa de Arkaute.

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Ibarretxe se ha impuesto limitar estos acuerdos a un compromiso ético-cívico y no elevarlos al rango de un gran pacto político contra ETA con todas sus consecuencias. Pero la dinámica política vasca, y la voluntad reiterada de ETA de seguir matando, va a situar pronto al lehendakari ante la necesidad de dar prioridad absoluta a las medidas contra ETA frente a las palabras en favor de un teórico soberanismo.

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