Un sucio cuento de hadas
Sorprendente ganadora, en los últimos meses, de los máximos premios en los dos festivales españoles dedicados al cine latinoamericano, Huelva y Lleida; trabajosa producción a múltiples bandas de una importante realizadora de vídeos uruguaya, Beatriz Flores Silva, En la puta vida, peripecia basada en un reportaje de la periodista María Urruzola sobre una red de prostitución que explotaba latinoamericanas en Italia y España, es una película paradigmáticamente engañosa.
Lo es por dos razones: una, porque su envoltorio principal no es otro que el de la película de denuncia y, casi por definición, está aferrada a un realismo ortodoxo y naturalista; y otra, porque debajo de esta lógica, pero en el fondo imponiéndose sobre ella, se termina alzando otra, la del cuento de hadas con final feliz, que pasa por encima de cualquier contingencia -realista, en primer lugar: no hay más que ver la relación entre la protagonista y el policía español, para comprobar cómo se entroniza a una heroína con la que se nos ha invitado todo el tiempo a una identificación forzosa.
EN LA PUTA VIDA
Dirección: Beatriz Flores Silva. Intérpretes: Mariana Santangelo, Andrea Fantoni, Silvestre, Fermí Herrero, Josep Linuesa, Marta Gularte. Género: drama. Uruguay-Bélgica-Cuba, 2000. Duración: 100 minutos.
Esta lógica, que además se erige, por la vía de un final tan edulcorado como increíble, en dominante, limita el resultado de la denuncia. Pero paradójicamente, deja abierto el dilema de qué hubiese sido la película de estar presidida por un mayor rigor, o de haber jugado a fondo la baza del cuento, pero sin cortapisas. Sobre todo, porque el trabajo de su protagonista, la magnética Mariana Santangelo, una suerte de Halle Berry blanca y sureña, es tan apabullantemente conmovedor que por sí sólo se demuestra capaz de soportar un edificio que, en otras manos, se hubiese ido irremisiblemente al suelo.
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