LOGSE versus calidad
Recientemente han sido publicadas en la prensa unas declaraciones de Emilio Lechuga y Carlos Rodríguez, dirigentes de una Asociación de Profesores de Instituto (APIA), en las que afirmaban como causa de la falta de fracaso escolar en la enseñanza privada el hecho de que en ésta nunca se ha aplicado la LOGSE.
Sus ansias por sumarse al coro de la ministra y a lo que su proyecto representa, les lleva a buscar argumentos anti-LOGSE allí incluso donde mayoritariamente no los hay, la enseñanza privada; obviando torticera y demagógicamente que la selección social, cultural y económica practicada por estos centros hacen que el fracaso escolar se encuentre forzosamente en unos índices más bajos que en los centros que no seleccionan.
Pero, además, considero que la LOGSE nunca se ha desarrollado en los centros públicos más allá de la escolarización obligatoria hasta los 16 años. El modelo comprensivo que esta Ley propugna, sin una adecuada atención a la diversidad, resulta además de una quimera, una fuente continua de conflictos, problemas y tensiones.
La realidad de las aulas durante estos últimos años nos ha demostrado que la atención a la diversidad ha sido más bien escasa, cuando no nula, casi siempre por falta de recursos y, en otras ocasiones, por falta de formación del profesorado de Secundaria.
El grave problema que plantea el alumnado que rechaza la cultura escolar sólo se puede abordar de dos maneras. La primera es la exclusión o la salida temprana del sistema educativo (programas de garantía social), o segregándolo en lo que eufemísticamente algunos denominan 'itinerarios diferenciados' a partir de los 14 años.
La otra nos lleva a plantearnos cambios en el currículum, excesivamente academicista, en las metodologías obsoletas para atender la diversidad de la ESO, en la ratio de ciertos grupos, en recursos para atender agrupaciones flexibles y grupos de esfuerzo y apoyo, en la formación inicial y permanente del profesorado, en romper la costumbre adquirida de permanecer el profesorado en los centros sólo las horas de docencia directa (entre 15 y 21 semanales), imposibilitando con ello el deseable funcionamiento de los mismos.
No podemos dar marcha atrás en la conquista social, política y educativa que ha supuesto la escolarización en igualdad hasta los 16 años en nuestro país. Los problemas, que innegablemente existen, hay que abordarlos mirando hacia delante, pero no tratando de volver a modelos educativos anteriores, cediendo así a las pretensiones de algunos sectores profesionales nostálgicos aun de aquellos años en los que la Secundaria era una etapa elitista y selectiva.
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