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Columna
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Arrinconados

Con una superficie de 370 kilómetros cuadrados y 2.800 habitantes, el Rincón de Ademuz expone sus poderes desde una realidad escasamente confortable. Enclave de la provincia de Valencia y de la Comunidad Valenciana, tierra fronteriza entre Cuenca y Teruel -Castilla y Aragón-, es la zona más desconocida para el resto de los valencianos.

No lejos de las fuentes de los ríos Turia y Ebrón, el Rincón de Ademuz sigue reduciendo su población y ha pasado de los 7.342 en 1960 a 5.313 en 1970, hasta la cifra actual de empadronados. El descenso creciente de habitantes anuncia un final previsible. Las jóvenes generaciones se sienten asfixiadas por su incapacidad de resistir en un lugar, a 700 metros de altura, donde se oye el silencio. Las limitaciones educativas y la dureza del entorno advierten el declive inevitable si no se invierte la tendencia.

Las Cortes Valencianas tienen señalado el debate de la Ley de comarcalización de la Comunidad Valenciana. El establecimiento de una ordenación comarcal, sensata y eficaz, es una meta que todavía no ha sido posible después de diversos intentos. Varias dificultades se han cruzado en su camino. Los intereses políticos que se esconden detrás de la división provincial interfieren y frustran cualquier experimento. Pero la comarca, como área de vida en común - aglutinada por rasgos históricos, económicos, sociológicos, culturales y lingüísticos- podría terminar con varios problemas. Y para el Rincón de Ademuz podría ser vital. Hay que cambiar el sentido de los flujos migratorios. No es fácil con una economía eminentemente rural y deprimida.

El centro del Rincón de Ademuz se desplaza desde Ademuz a Torrebaja. Está situado en Casa Emilio -hotel y restaurante- porque ha conseguido atraer a los visitantes. A treinta kilómetros de excelente carretera, los vecinos van a la capital turolense para hacer uso de los servicios administrativos y sanitarios, pero siguen dependiendo de Valencia para otras muchas cosas. Cuenca, más cerca pero más alejada, interfiere. El Rincón de Ademuz está hoy bien comunicado por carretera y los visitantes provienen de todas partes para descubrir y disfrutar una parada y fonda insólita en un paraje sugestivo y solitario. No es un lugar para ir solo, aunque es difícil que te sientas aislado por la afabilidad de sus pobladores.

El futuro del Rincón de Ademuz está ligado a las pensiones de jubilación y al retorno de quienes un día se fueron con la intención, más o menos remota, de volver. La agricultura y la ganadería son condicionantes y para tenerlo muy presente está la Consejería de Agricultura. Para pensar en el equilibrio del ecosistema está la Consejería de Medio Ambiente. Si la oferta turística es importante, la Agència Valenciana de Turisme ha de pensar también en el interior, en la profundidad de tierras adentro. Cultura, además de museos y exposiciones habría de ocuparse del patrimonio a conservar antes los edificios.

El Rincón de Ademuz no puede acabar siendo tan sólo una tierra de héroes ni de empecinados. Cambiar su sino no es simplemente una cuestión legal. Las leyes permiten y facilitan el camino, pero son la voluntad política y las personas quienes han de hacer el resto. Que no es poco.

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