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La sombra de Verboom

Bajo el paraguas del mercado del Born se pueden pisar las calles perfectamente adoquinadas que tuvieron que abandonar los barceloneses después de derribar con sus propias manos, por orden de Felipe V, casas, almacenes, cuadras, tiendas... Como la que guarda en su seno, dejando visible su estela de destrucción, una de las 30 balas de cañón y bombas incendiarias que se han encontrado. Aquí, una baldosa grabada para jugar al tres en raya. Allá, un puente para cruzar el Rec Comtal. Más allá, una cocina, un horno, un pozo, una fosa séptica, el inicio de un tramo de escaleras. Documentos de la época permiten conocer el nombre y oficio de los vecinos. Como el de Pere Montoliu, propietario de dos casas en la calle de Bonaire.

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Con los derribos, que empezaron dos años después del 11 de septiembre de 1714, Barcelona quedó mermada en un 20% (unas 1.200 casas, 38 calles), del que los restos descubiertos suponen, aproximadamente, otro 20%. Son nueve calles y un tramo del Rec Comtal. También el Pla d'en Llull, donde cayó herido Villarroel, quien, por cierto, abogó por rendirse ante las tropas borbónicas.

Y por todo el conjunto, la sombra del ingeniero militar Jorge Próspero de Verboom. Estando preso en la ciudad durante la contienda, pudo estudiar los puntos flacos de su defensa. Una vez libre, diseñó el asedio a Barcelona. Más tarde proyectó y dirigió la Ciudadela, que ejerció de guardiana de los barceloneses y por la cual se derribó la zona que ahora emerge.

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