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El triunfo de una ciudad

Barcelona triunfó ayer en toda regla. El compromiso institucional de que los restos hallados bajo el Born, memoria viva de 1714, se conservarán para siempre es la victoria de la ciudad menos doliente: la que sabe encontrar en su pasado razones para pensar un futuro mejor. No se trata, como otras veces, de una victoria impuesta de arriba abajo. Al contrario. La existencia de los restos fue desvelada por este diario hace algunas semanas, con las debidas reservas hasta que los expertos se pronunciaran. Pues bien, antes de que ello ocurriera, los vecinos del barrio de la Ribera empezaron a movilizarse para preservarlos. Sintieron que esas piedras les pertenecían, que eran parte de una memoria ciudadana intransferible. Y ayer llegó la respuesta administrativa, que los hace propietarios de esa memoria.

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A nadie se le escapa que eso va a suponer un nuevo retraso para una biblioteca provincial que ha tardado más de 20 años en empezarse a construir. Lo más probable es que haya que buscarle un nuevo emplazamiento, pues difícilmente los depósitos de libros pueden casar con la preservación de las ruinas. Las instituciones deberían ahora responder a la generosidad de los vecinos agilizando la búsqueda de ese otro lugar. ¿Qué tal la estación de Francia, ya de uso universitario? De allí salen pocos trenes: apenas los de cercanías y largo recorrido hacia el sur. ¿No sería bonito salir de la biblioteca y poder seguir leyendo la ciudad escrita en la piedra secular?

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