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LA PALABRA
Columna
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Instalar

En el latín tardío installare era dar a alguien un cargo eclesiástico, porque stallum era el asiento del coro. A través del francés installer pasó pronto al español con ese mismo sentido. Algo de ese significado aún se mantiene cuando se dice de alguien que está muy bien instalado para indicar que tiene un buen empleo.

Poco a poco se fue utilizando como colocar, y sobre todo 'colocar en un edificio los enseres y servicios que en él se hayan de utilizar: como en una fábrica, los conductos para el agua, aparatos para la luz, etc.', como dice el diccionario de la Academia.

Mientras tanto, el inglés también había cogido el verbo, con la forma install, con más motivo porque stall era el asiento de ceremonia, sitial, etcétera. Desde el siglo XIX significó también 'situar un aparato en posición de servicio o uso', dice el Oxford English Dictionary.

De este sentido se pasó muy naturalmente al de meter un programa en la memoria de un ordenador y dejarlo en disposición de uso. Cuando las tareas informáticas llegaron hasta nosotros de la mano del inglés, hacía siete siglos que install e instalar llevaban caminos similares.

Los programas hoy vienen normalmente con utilidades de instalación (y de desinstalación; en inglés, uninstall). Como es frecuente que para que un nuevo programa funcione en un equipo haya que modificar algunos de sus parámetros de configuración, los programas más corteses (¿amigables?) piden permiso, hacen copias de seguridad de lo que modifican y consultan qué directorio quiere ocupar el usuario. También hay programas que supervisan las instalaciones y almacenan por su cuenta los cambios.

¡Ah!: el sentido informático de instalar no viene en ningún diccionario general y desinstalar no figura en prácticamente ninguno.

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