La última de Bennett corona al Tau
El base estadounidense apuntilló al Barça en un agónico final con constantes alternativas
Elmer Bennett dijo la última palabra en el apretadísimo esprint final del apasionante mano a mano que dirimieron a cara de perro el Tau y el Barcelona. La Copa se quedó en Vitoria. Por vez primera desde que el CAI ganó en Zaragoza en 1984, el título fue para el anfitrión. Pero hasta el último segundo, hasta que Jasikevicius y Digbeu no desperdiciaron la última munición, no se concretó el desenlace de una final estremecedora por la igualdad y las alternativas. El marcador, muy apretado todo el tiempo, fue un péndulo durante los últimos tres minutos. Y siendo así, estaba claro que iba a ser un pistolero con la sangre fría y el descaro de Bennett, capaz de dominar la escena, de descentrar a sus rivales con un pequeño gesto, paseíto o comentario mientras lanzaban tiros libres, pero también de asumir la responsabilidad en ataque en los instantes en que la cosa se puso más fea para el Tau. Por descontado, a final de partido; pero también cuando el Barcelona abrió alguna pequeña pero importantísima brecha (34-44 y 50-57).
TAU 85| BARCELONA 83
Tau: Corchiani (3), Vidal (0), Nocioni (14), Oberto (12), Tomasevic (20); Foirest (9), Scola (10) y Bennett (17). Barcelona: Jasikevicius (28), Digbeu (5), Karnisovas (9), Okulaja (10), Alzamora (2); Dueñas (7), Rentzias (12), Nacho Rodríguez (8) y De la Fuente (2). Árbitros: Ramos, Maza y Guirao. Pabellón Fernando Buesa: 9.200 espectadores (lleno). El Tau se adjudicó la Copa del Rey por tercera vez. Dejan Tomasevic fue elegido el mejor jugador del torneo.
El encuentro estuvo repleto de matices. Es más, si Bennett fue la cara, el hombre feliz con ese tiro, complicado y contra tablero, pero que entró cuando quedaban 15 segundos; Jasikevicius fue, injusta y cruelmente, la cruz. Porque el lituano estuvo inconmensurable todo el partido. Nadie pudo contenerlo, ni Corchiani cuando actuó de base, ni Bennett o Foirest cuando lo hizo de alero, durante bastantes minutos, debido a la baja del lesionado Navarro.
El jugador lituano anotó 28 puntos desde todas las posiciones y de todas las maneras y fue objeto de nueve faltas. Un partidazo el suyo. Pero el baloncesto es así de injusto. Como ya le sucedió en las semifinales de los Juegos Olímpicos cuando estuvo a punto de darle el pase a Lituania a costa nada menos que de Estados Unidos, falló el último tiro. El de ayer lo efectuó tras una pequeña duda que despejó decidiendo realizar una corta penetración, frenada por las posiciones defensivas del Tau, lanzó entonces, desde unos tres metros y medio pero tuvo que hacer un escorzo en el aire para evitar el bosque de brazos que se le venía encima. Mala selección. Tiro fallado. Pero aún quedaba un poco más de un segundo, el rebote fue a manos de Digbeu que se la jugó desde la línea de tres, ya muy apurado, y falló. Título para el Tau, el tercero en su historia, tras los que obtuvo en Valencia en 1999 y en Granada en 1995, y en un camino que parece predestinado a instalarse entre los grandes de Europa.
El Tau tuvo que superar múltiples problemas hasta poner su suerte final en manos de Bennett y fiarlo todo a la última defensa de su aro. No le funcionó el tiro exterior muy hasta el final y vivió descaradamente de la mano de santo de Tomasevic, que anotó 20 puntos y capturó 8 rebotes, y al principio de Oberto. El Barcelona no frenó la sangría, y a medias, hasta que apareció la estampa intimidatoria de Dueñas. Pero las faltas y la rapidez de los pívots del Tau fueron haciendo mella tanto como la tremenda fase defensiva que el equipo de Ivanovic está empezando a patentar, superando incluso la que imprimía un sello único al Barcelona de Aíto.
El Tau ha logrado imponerse la disciplina férrea, la concentración y la habilidad técnica para imponer una defensa, muy estimulada por su entregado público, y que fue la misma que le había permitido levantar los 14 puntos de ventaja que llegó a llevarle en semifinales al Unicaja con un parcial de 20-0. Eso es algo que estimula a cualquier equipo, por más rémoras que sufra -el gris día de Foirest, la mala segunda parte y eliminación de Oberto y la nula aportación de Vidal-. Pero con esa defensa y con la confianza en el arma letal en que se ha convertido Bennett, nunca perdió el hilo del partido. El Tau ratificó así el poderío que se le presumía. Pero precisaba de un triunfo de un calibre de envergadura para obtener un crédito incondicional.
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