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COYUNTURA NACIONAL
Columna
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El IPC de febrero

De nuevo el IPC volvió a sorprendernos en febrero, en esta ocasión negativamente. Se esperaba que la inflación se redujera un par de décimas porcentuales, pero se mantuvo en la misma cifra del mes anterior, un 3,1%. Dada la reducción que se ha producido en los países europeos más importantes, ello supone que de nuevo aumentará un par de décimas el diferencial con la UEM, que en enero se redujo a 0,4 puntos. En todo caso, esta reducción fue más aparente que real, ya que se basó en la desaceleración de los componentes más volátiles del IPC, los alimentos, mientras que el diferencial de la inflación subyacente, que marca mejor la tendencia de los precios, se mantuvo en torno a un punto porcentual.

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El aumento mensual fue de una décima, aproximadamente igual que el de un año antes corregido del efecto rebajas y ofertas. Este último dato no ha sido publicado explícitamente por el INE, pero puede deducirse aplicando a los índices de enero y febrero del pasado año, obtenidos según el antiguo IPC, unos coeficientes de rebajas que el INE ha dispuesto a disposición de los internautas en su página web de Internet. A pesar de que la variación mensual haya sido similar en los dos años, el dato de este año hay que valorarlo negativamente, ya que hace un año se estaban acusando los efectos del mal de las vacas locas y otras crisis alimentarias sobre los precios de los alimentos. Al desaparecer este efecto, la tasa interanual de los alimentos debería haber descendido notablemente (ésta era la causa principal de la previsión de desaceleración de la inflación total), y así ha sido por lo que respecta a los precios de las carnes. Sin embargo, este descenso ha sido más que contrarrestado por las fuertes subidas registradas por las frutas, hortalizas, patata y aceite. En los tres primeros casos la causa parece ser la disminución de la producción en toda Europa como consecuencia de las heladas del invierno. Mala suerte de nuevo.

Pero no cabe atribuir sólo a la mala suerte el mal comportamiento del IPC. La inflación subyacente, en la que no se incluyen los alimentos sin elaborar, aumentó una décima, hasta el 3,7%. Los bienes industriales no energéticos se comportaron bien y su tasa interanual se desaceleró una décima, lo mismo que la de los alimentos elaborados. Sin embargo, la de los servicios aumentó cuatro, hasta el 4,4%, empujada fundamentalmente por los precios de los bares, restaurantes y hoteles. En los dos primeros casos, se adivina el efecto euro y la presión de la demanda, que no cesa a pesar de la moderada desaceleración del empleo y las rentas. Pero las subidas de los hoteles no se entienden muy bien tras el debilitamiento de la demanda después del 11-S. Parece que las perspectivas turísticas para este año no son buenas, pero aún podrían empeorarse si el sector se empeña en seguir subiendo precios como en los últimos años.

Las previsiones siguen apuntando a una desaceleración de la inflación en los próximos meses, pero de forma menos acusada que antes. Podría alcanzarse una tasa del orden del 2,5% a mediados del año, pero en el segundo semestre se espera una nueva subida hasta el entorno del 3% en diciembre.

Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros Confederadas para la Investigación Económica y Social (FUNCAS).

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