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Tribuna:
Tribuna
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Reconstruyendo la esperanza, otro mundo es posible

Si nos atenemos al dicho de que una imagen vale más que mil palabras, la imagen que con ocasión de la cumbre de la Unión Europea ofrece una parte de Barcelona, cercada, amurallada y bloqueada, es en sí misma lo suficientemente elocuente como para explicarnos algunas de las claves que definen un proceso de retroceso histórico por el que, nuevamente, el poder siente la necesidad de elevar las murallas que lo separan de los ciudadanos.

Pienso que es una actitud exagerada y que, a pesar de todo, esta obsesión defensiva, por innecesaria, está más orientada a reforzar una estrategia de criminalización de quienes pensamos diferente, de quienes nos atrevemos a cuestionar el pensamiento único, de quienes queremos manifestarnos pacíficamente, que a tratar de conseguir mayor seguridad que la que podrían proporcionar otros medios no tan aparatosos.

La cumbre demuestra que el poder siente la necesidad de elevar murallas que lo separen del ciudadano

De cualquier manera, lo cierto es que este espectáculo nos da idea del grado de salud democrática a que nos está conduciendo un proyecto económico sin otro horizonte que la consecución del máximo beneficio, de la acumulación sin límites para una minoría, a expensas de la miseria y la pobreza de la inmensa mayoría de los ciudadanos del mundo; un modelo económico que no entiende de límites y cuya relación con la naturaleza está planteada en términos de agresión y destrucción.

Éstas son las cuestiones que están en la base de los problemas mas acuciantes del mundo de hoy. Parece sensato pensar en un cambio en la orientación de los asuntos públicos, porque nadie que no esté anclado en el fundamentalismo neoliberal puede pensar en un futuro para la humanidad seguro y en paz si no se corrigen estas desigualdades. En un mundo tan interdependiente como el actual, no tiene sentido construir fortalezas, ni pensar en islas inalcanzables de bienestar y prosperidad para unos pocos privilegiados, en medios de mares repletos de la angustia y la desesperación de todos aquellos que carecen de lo más imprescindible. Sería como querer poner puertas al campo. No será posible. La fuerza de la vida y la dignidad humana acabarán derrumbando todas las murallas construidas por el egoísmo y la estupidez de los poderosos.

Impulsar el debate y la reflexión sobre estas cuestiones y los problemas de todo orden que de ellas se derivan para la vida cotidiana de los ciudadanos del mundo debería ser un prioridad de todos los gobiernos que se proclaman democráticos. Desgraciadamente, no parece ser que esta tarea, de verdadero calado político, esté presente en la agenda de ningún Estado del mundo. El entramado de los intereses económicos y políticos que ha logrado ir tejiendo el proyecto neoliberal ha configurado un poder mundial hegemónico e irresponsable que ha dejado inermes a los Estados nacionales, sin capacidad para replantearse modelos de desarrollo alternativos, pero con la obligación de tener controladas y, si llega el caso, reprimidas a sus respectivas poblaciones.

Frente a esas situaciones, que están afectando a las condiciones de vida y el futuro de la humanidad, es necesario que los ciudadanos retomemos la responsabilidad de la política desde otros espacios y otras formas diferentes de las ya establecidas y, mediante organizaciones ciudadanas autónomas e independientes, vayamos recuperando el poder de decisión sobre todas las cuestiones que nos afectan.No se trata de disputar espacios de poder al sistema de partidos existente ni de instalarse en el enfrentamiento permanente, pero es necesario que las organizaciones ciudadanas, autónomamente, puedan condicionar la política a partir de la transparencia, de los intereses generales, de la ética, de la honestidad, de la solidaridad y de la formación de una opinión pública bien informada. Son dos espacios de acción política que, con respeto a la autonomía de cada cual, pueden enriquecerse y complementarse, y a través de una relación dialéctica pueden ir avanzando hacia la recuperación de una democracia plenamente participativa. Necesitamos recobrar el proyecto democrático y devolverle su contenido de libertad e igualdad, situarlo por delante del puro formulismo a que lo ha reducido la democracia representativa, y recuperar la esperanza en que otro mundo es posible.No se trata de disputar espacios de poder al sistema de partidos existente ni de instalarse en el enfrentamiento permanente, pero es necesario que las organizaciones ciudadanas, autónomamente, puedan condicionar la política a partir de la transparencia, de los intereses generales, de la ética, de la honestidad, de la solidaridad y de la formación de una opinión pública bien informada. Son dos espacios de acción política que, con respeto a la autonomía de cada cual, pueden enriquecerse y complementarse, y a través de una relación dialéctica pueden ir avanzando hacia la recuperación de una democracia plenamente participativa. Necesitamos recobrar el proyecto democrático y devolverle su contenido de libertad e igualdad, situarlo por delante del puro formulismo a que lo ha reducido la democracia representativa, y recuperar la esperanza en que otro mundo es posible.

Luis Edo Martín es presidente de Attac Catalunya.

Luis Edo Martín es presidente de Attac Catalunya.

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