La ciudad olímpica abierta al mar
La herencia de los Juegos benefició al deporte no estrictamente profesional y los ciudadanos llenan recintos menos pretenciosos pero más funcionales como las escuelas de vela y de esgrima o una red de polideportivos como el de la Vall d'Hebron, situado en una zona de más de 30 hectáreas y que los técnicos calificaban como "agujero urbano" antes de la intervención, muy cercana del bonito velódromo inaugurado en 1984 con motivo del Campeonato del Mundo de ciclismo y contiguo al Jardín del Laberinto, construido a finales del siglo XVIII y restaurado en 1994.
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