Más de mil corresponsales y ningún turista
Israel ha alcanzado una cifra mágica: mil corresponsales de la prensa internacional y ni un turista. En poco menos de 10 días se han acreditado en las oficinas del GPO (Oficina de Prensa del Gobierno) 300 recién llegados, que se suman a los 500 venidos en el último mes y a los 300 permanentes. Todos con los ojos puestos en Ramala, la capital de la Cisjordania palestina, asediada por 150 tanques y millares de soldados del Ejército israelí, a sólo 15 kilómetros de Jerusalén.
'Taxi, al frente', piden los recién llegados mientras observan envidiosos los vehículos todoterreno blindados de las grandes agencias y miran con desprecio a los otros, a los que hacen el viaje en servis (taxis colectivos) junto con los palestinos de a pie, sin casco y sin chaleco antibalas.
Todos se estrellan ante la mole del hotel City Inn. Los soldados israelíes impiden a los periodistas llegar al hotel más céntrico de Ramala (57,5 euros al día después de regatear), un observatorio privilegiado sobre el campo de refugiados de Al Amari, reedición de otro del mismo nombre que los militares ocuparon y destruyeron hace dos años. Trabajar desde el City Inn es prácticamente imposible. Un tanque disparó el otro día un obús contra un grupo de 30 periodistas que trataban desde la terraza de obtener su exclusiva: filmar o fotografiar un blindado en la calle.
Tan atrapados como los del City Inn lo están la docena que permanecen enclaustrados en las oficinas de una agencia internacional, cerca de la plaza Manara, el epicentro de Ramala, o los no contabilizados que permanecen atascados en casas particulares, oficinas y otros lugares. A ellos se les añade una legión de reporteros volantes cuyo lema es 'llegar, ver y salir'. No hay hoteles. No hay restaurantes. Todo está cerrado. El punto de encuentro es la calle, de bruces en el suelo. En el mismo lugar en el que ayer por la mañana Rafael Ciriello se quedó tumbado. Esto es un infierno, pero mañana volverán a Ramala.
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