¿Matrimonio de conveniencia o un nuevo orden mundial?
La coincidencia en la lucha antiterrorista puede propiciar, según el autor, una mayor cooperación entre Estados Unidos y China.
La desintegración de la Unión Soviética, el final de la Administración de Clinton y la elección de George W. Bush como presidente de Estados Unidos puso a China y a Estados Unidos, si no en trayectoria de choque, al menos en una situación bautizada por Bush como 'competencia estratégica'.
Entre los principales temas de discusión entre Estados Unidos, la única superpotencia, y la República Popular China, que tiene la posibilidad de acabar uniéndose a Estados Unidos en la categoría de superpotencia, se encuentran:
- El pésimo historial en materia de derechos humanos de la República Popular China.
- La duda constante de Estados Unidos sobre la renovación de la categoría de nación más favorecida de la República Popular China.
La rivalidad empezará a destacar de nuevo cuando la lucha antiterrorista deje de ser una prioridad
- El apoyo que tradicionalmente ha prestado el presidente Bush a Taiwan, incluida la decisión de levantar la prohibición sobre las ventas de las armas previamente rechazadas a Taiwan.
- El aumento de la fuerza del grupo de presión de Taiwan en EE UU tras la victoria electoral de los republicanos.
- El rearme militar y el armamento de la República Popular China.
- Las actividades 'de espionaje' de la República Popular China en Estados Unidos.
- Las dificultades que las autoridades de la República Popular China ponen a las empresas estadounidenses que tienen intereses económicos o comerciales en la República Popular China.
- La preocupación estadounidense por la saturación de los mercados de Estados Unidos con productos chinos baratos.
- El aumento de la influencia de la República Popular China en la escena asiática.
- Las señales y medidas de la República Popular China y Rusia para mejorar sus lazos y coordinar políticas (por ejemplo, la no aceptación de las opiniones estadounidenses sobre la cuestión de las sanciones continuas de Naciones Unidas contra Irak).
- Las exportaciones de armas de China a países como Irán y Siria.
- La transmisión de la tecnología de misiles de la República Popular China a Pakistán.
- El sistema de defensa de misiles antibalísticos de Estados Unidos.
- Las diferencias personales y de liderazgo entre Bush y Zhang Ze Min.
Las cuestiones enumeradas, además de otras adicionales, sirven como clara indicación de que no todo va bien en las relaciones entre los dos países y de que hay suficientes motivos para que ambos se enfrenten en cuestiones tanto bilaterales como internacionales.
¿Han cambiado radicalmente la situación los ataques terroristas del 11-S contra Estados Unidos? ¿Han hecho que se evaporen los temas de disputa entre la República Popular China y Estados Unidos, y creado una nueva base para que las dos naciones corrijan su trayectoria de choque y establezcan una amplia base de cooperación y unidad de objetivos?
Eso parece. A pesar de los muchos problemas que tiene para intentar liderar y proteger la inestable coalición contra Bin Laden y los problemas internos provocados por el ataque y sus secuelas, el presidente Bush acortó su reciente viaje a Extremo Oriente, pero no canceló su viaje a la Cumbre de Shanghai, y uno de los momentos culminantes fueron sus reuniones con Zhang Ze Min y el presidente ruso, Putin.
Estados Unidos ha manifestado que está contemplando la posibilidad de suavizar las restricciones relativas a las ventas de armas a China. Esto podría permitir que China adquiriera los repuestos que tanto necesita para sus helicópteros Black Hawk.
Y ha habido otros indicios de una especie de deshielo de los contactos entre los dos países. Por ejemplo, en el momento álgido del incidente del avión espía estadounidense (que ahora casi parece historia de la antigüedad), el presidente Bush se negó a hablar por teléfono con Zhang Ze Min, pero desde el 11-S han hablado varias veces. El presidente Bush llegó al extremo de describir a Zhang como un destacado líder de una gran nación.
Por su parte, China ha expresado su apoyo a las políticas estadounidenses contra el terrorismo y su disposición a compartir sus servicios secretos con Estados Unidos. China también ha quitado importancia a la posible crisis que podría haberse desencadenado tras el descubrimiento de numerosos aparatos de escucha avanzados en el Boeing 767 que los chinos compraron y equiparon en Estados Unidos para que prestara servicio al presidente Zhang. Está previsto que el presidente Bush declare que Estados Unidos apoya la política de 'una China', y que se abstenga de criticar las medidas tomadas por la República Popular China contra algunas de sus minorías musulmanas.
Algunos podrían alegar que ahora estamos presenciando un cambio y una transformación casi históricos de los lazos y relaciones entre las dos naciones. Un cambio basado en un cierto entendimiento de la necesidad de aunar fuerzas, o al menos de abstenerse de entrar en conflicto ante una amenaza mayor: la amenaza del terrorismo. La necesidad de buscar la reconciliación y establecer diálogos para difuminar los temas de controversia.
Ésta parece una percepción simplista que no tiene en consideración el inmenso abismo real que separa los dos grandes países. Se trata de una rivalidad histórica en la que China aspira a unirse, si no a sustituir, a Estados Unidos como superpotencia. Pretende adquirir la prominencia que está convencida que merece en la comunidad internacional y, por otra parte, Estados Unidos, dirigido por un presidente como Bush, básicamente no desea compartir ni ceder su posición como país más dominante del mundo y considera que China constituye una amenaza para el orden mundial.
Lo que tenemos ante nosotros es un 'matrimonio de conveniencia', ya que, en la actual coyuntura histórica, el deshielo de las relaciones interesa a ambos países. El presidente Bush pretende construir, reforzar y proteger su coalición contra el terrorismo y ésa es su máxima prioridad. Para alcanzar este objetivo e incluir a la República Popular China en la coalición está dispuesto a dejar al margen las cuestiones de enfrentamiento y rivalidad, y mirar a otro lado para no ver las medidas tomadas por los chinos para promover su causa.
Los chinos entienden que formar parte de la coalición les garantiza un alto grado de aceptación y libertad a la hora de perseguir sus otros objetivos nacionales e internacionales, siempre y cuando se mantengan en un discreto segundo plano.
Cuando la cuestión de la lucha contra el terrorismo deje de ser la máxima prioridad por haberse alcanzado finalmente algún tipo de solución, victoria o compromiso, necesariamente tendrá que haber un cambio en la situación de las relaciones entre las dos naciones. Las sospechas, la rivalidad y las diferencias intrínsecas empezarán a destacar nuevamente.
Las discrepancias sobre cuestiones como Taiwan, los derechos humanos, las áreas de influencia y los tratados de defensa dominarán el panorama. Una vez más presenciaremos y afrontaremos los peligros de la 'competencia estratégica', que a su vez repercutirán en peligros locales, regionales e internacionales.
¿Qué se puede o se debería hacer para diluir los temas de disputa y enfrentamiento que podrían acabar teniendo repercusiones mundiales y provocar inestabilidad y desorden? La actual crisis desencadenada por los atentados terroristas contra Estados Unidos ha traído consigo una 'ventana de oportunidad' real para establecer un diálogo sincero, abierto, y esperemos que productivo, entre las dos naciones. El hecho de que tanto China como Estados Unidos estén juntos en la lucha contra el terrorismo, en lugar de enfrentarse el uno al otro por la 'competencia estratégica', puede permitirles aprovechar esta oportunidad de establecer un mecanismo para abrir vías de negociación con objeto de lograr un mayor entendimiento y compromiso, basados en la buena voluntad y la cooperación. Esto puede ayudar a evitar que 'el día después' vuelvan a chocar respecto a los temas de enfrentamiento y rivalidad anteriores a la coalición.
Brian Cutter es experto en relaciones internacionales.
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