Ni sí, ni no, ni nada
LAS CRÍTICAS DEL PSOE a la fabricación por el Gobierno y el diario El Mundo de un grosero bulo político (el desleal encuentro secreto en territorio marroquí de Felipe González con Mohamed VI y su primer ministro Yussufi a espaldas de las autoridades españolas) fueron replicadas por el PP con la infantil pataleta de achacar a los socialistas la difusión de un bulo simétrico. En este caso, los datos inventados de la mentira periodística serían las conversaciones entre populares y socialistas encaminadas a organizar un encuentro entre Aznar y Zapatero sobre el Pacto Antiterrorista. Pero el patético desmentido de Pío Cabanillas ('es un bulo; no ha habido reunión preparatoria de la entrevista') quedó contrarrestado de inmediato por Javier Arenas, que confirmó la veracidad de la información; el secretario general del PP reconoció la existencia de esas conversaciones preparatorias, aunque el Gobierno no hubiera contestado todavía 'ni sí, ni no': esa ambigua fórmula, alejada de las rotundas instrucciones del padre Ripalda a los catecúmenos ('contestad sí o no, como Cristo nos enseña'), parece inspirada por la comedia de Tono y Mihura ('Ni pobre ni rico, sino todo lo contrario').
El presidente del Gobierno y el secretario general del PSOE se enfrentan a la responsabilidad de superar sus diferencias partidistas para dar una respuesta común al desafío terrorista
Desde Budapest, el presidente del Gobierno declaró con su habitual tono malhumorado que ni siquiera se le había pasado por la cabeza ('ni he dado luz verde ni estoy ultimando ninguna reunión con nadie') la idea de recibir a Zapatero para hablar del Pacto Antiterrorista y de la situación en el País Vasco de los concejales del PP y del PSOE amenazados por ETA. La tendencia oriental de Aznar a confundir sus deberes como presidente de un Gobierno democrático con los privilegios de los soberanos por derecho divino de los regímenes autocráticos le ha llevado en esta ocasión a representar el papel del sultán que concede graciosamente las audiencias humildemente solicitadas por sus súbditos. El tonillo conminatorio de maestrescuela utilizado por el presidente del Gobierno para leerle la cartilla al secretario general del PSOE acerca del Pacto Antiterrorista ('simplemente, basta con cumplir las cosas que se han firmado') confirma su deriva autoritaria.
Como sabe cualquier abogado, los contratos son susceptibles de múltiples interpretaciones: el Pacto Antiterrorista firmado por el PP y el PSOE en diciembre del año 2000 no constituye una excepción a esa regla. Quiérase o no, las elecciones del 13-M fuerzan al estudio de las maneras más adecuadas de aplicar los términos de sus cláusulas a la legislatura autonómica en curso. Pese a sus buenos resultados, PP y PSOE no lograron por 25.000 votos el sorpasso respecto a la coalición PNV/EA. Parece descartable que el tándem Mayor Oreja-Redondo, defensor de la alternativa constitucionalista en la cita de 2001, repita el año 2005; dimitido el ex secretario general de los socialistas vascos, el ex ministro del Interior podría ser el candidato del PP a la presidencia del Gobierno español en 2004. De añadidura, las elecciones forales y municipales de 2003 plantearán previamente a PP y PSOE el angustioso problema de completar sus listas de candidatos a concejales.
La dimisión de Redondo parece haber fortalecido a los sectores socialistas minoritarios que añoran los tiempos de coalición con el PNV y que desean volver a ese perdido paraíso a cualquier precio. Si el PSOE vasco -tras su próximo congreso- decidiera abandonar a su suerte a los 325.000 votantes del PP, excluyéndolos así de la vida pública y dejándolos solos frente a la amenaza terrorista, cometería no sólo una indignidad moral y una cobardía cívica, sino también un suicidio político a medio o largo plazo. El Gobierno del PP, sin embargo, también tiene la obligación democrática de explorar cualquier posibilidad abierta para alcanzar acuerdos (sea el Concierto Económico o la protección de los concejales amenazados) con el nacionalismo moderado en el poder. El presidente Aznar cometería una gravísima irresponsabilidad si cediera a la tentación electorera de utilizar el Pacto Antiterrorista como arma contra las debilidades, las insuficiencias o las contradicciones de los socialistas: el urgente encuentro de Aznar y Zapatero debería contribuir a impedirlo.
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