Cuando un escalón es un abismo
Los carteles de las estaciones del metro no están traducidos al lenguaje de los invidentes
Un simple escalón tiene la capacidad de permitir o de impedir. Por sí solo puede establecer diferencias entre los que pueden y los que no. En el metro de Madrid hay 957 escaleras mecánicas, decenas de miles de escalones que ponen trabas a los más de 81.900 discapacitados con problemas de psicomotricidad que residen en la Comunidad.
La red del metro tiene 158 estaciones, y sólo 43 (un 27%) están adaptadas a personas con movilidad reducida. En teoría. Eso sólo lo sabe alguien que no puede andar. David Alonso, de 31 años, es las piernas de los que no pueden caminar, los ojos de quienes no pueden ver. Miembro de la asociación Transportes Sin Barreras, se sabe de memoria las estaciones de metro que cuentan con ascensor y las que no, los viajes posibles y los imposibles. A veces recorre el subterráneo con su novia María Isabel, que está en silla de ruedas, y se ha dado cuenta, por ejemplo, de que en Atocha hay un acensor que permite llegar desde Vallecas, pero que impide volver, porque sólo da acceso a un andén. 'Tú miras el plano de metro y dices: 'quiero ir aquí'. Nosotros tenemos que pensar: '¿puedo ir allí?'. El metro sólo nos permite hacer trayectos cortos', explica. El mayor que se puede hacer va, con la línea 7, desde Pitis hasta Gregorio Marañón: 11 paradas, y ninguna permite ir al centro.
David Alonso advierte de que los ascensores no son importantes sólo para los discapacitados físicos. Él, por ejemplo, puede andar, pero sufre una parálisis cerebral y a veces las escaleras mecánicas le dan vértigo. Por eso es crítico cuando recuerda la propuesta del PP de crear un metronorte: 'Vale, tienen razón. ¡Pero adapten antes Sol!', pide.
Durante el año 2000, la línea 2 registró más de 31,5 millones de viajes, según los datos de Metro. Ninguno de esos pasajeros pudo ir en silla de ruedas: sólo una estación está adaptada, Canal, que conecta también con la línea 3. Desde Canal no se puede llegar a ninguna otra parada de esa misma línea porque todas carecen de ascensores.
La Consejería de Obras Públicas de la Comunidad planeó adaptar otra parada de la línea 2: Sol, en pleno centro de Madrid. Los casi dos millones de euros que hacían falta estaban entonces incluidos en el presupuesto. Pero hace siete años de eso, y el proyecto no está entre los planes inmediatos de la consejería. La única solución que tiene un minusválido para acercarse al centro es bajarse en Plaza de España. Esta estación tiene un ascensor difícil de encontrar en Conde de Toreno, que ni siquiera aparece en los mapas de la red de Metro.
Es un ascensor con mucho truco. Supuestamente permite coger los trenes de la línea 10, de la 3 y de la 2. Pues bien, cuando David intentó llegar a esta última línea siguiendo un cartel que así lo indicaba, se encontró uno, dos, tres tramos de escaleras que no permiten a los discapacitados físicos acceder a esa línea.
Los impedimentos del metro también existen para otras personas. Ancianos, ciegos, madres o padres con carritos, personas con muletas... Cualquiera que haya cogido el último tren de la línea 9 y llegue a la estación de Artilleros se encontrará con la sorpresa de que las escaleras mecánicas están paradas. Tendrá que subir, si no quiere quedarse allí, tres tramos con más de 180 escalones.
David se fija también en la señalización para los ciegos. El suelo no tiene ningún desnivel que indique al invidente que ha llegado a su destino. Hay veces que los pasillos están vacíos, nadie a quien preguntar, pero los carteles tampoco están traducidos a braille. Cuando alguien en silla de ruedas busca un ascensor, puede pasarse un rato pensando dónde está. La prueba se puede hacer en Plaza de España. No hay ningún cartel que indique dónde hay uno. Cuando David lo encuentra, le da la risa, porque está colocado delante del ascensor: '¿Para qué quiero yo aquí un cartel, si ya lo veo?', dice con un indignado humor.
La Consejería de Obras Públicas de la Comunidad de Madrid replica que está haciendo un gran esfuerzo por mejorar la accesibilidad de las estaciones. 'Es cierto que la situación no es del todo buena, pero es bastante mejor que hace unos años. Todas las estaciones de las líneas nuevas cuentan con ascensores adaptados', sostienen fuentes de la consejería
20 kilómetros de barreras
La asociación Transportes Sin Barreras (TSB) nació en septiembre con un solo objetivo: conseguir un servicio de taxis adaptados a las necesidades de los discapacitados físicos. La escasez de este tipo de transportes (en Madrid circulan 25) fue su germen. Aún no ha pasado un año y Transportes Sin Barreras ya investiga en todos los campos: urbanismo y vivienda, autobuses, metro... Sus miembros hacen trabajo de campo y cada día descubren que las calles, los transportes, los edificios municipales o los centros de ocio no están adaptados a sus circunstancias e incumplen así varias leyes. La semana que viene, la asociación se distribuirá por toda la red de la EMT y averiguarán cuántos autobuses tienen piso bajo y cuántos no, cuáles son accesibles. El primer trabajo que elaboró TSB fue un recorrido de 20 kilómetros distribuidos en 12 rutas que recorrían Madrid. No descubrieron nada nuevo, porque a diario comprueban las dificultades para circular que encuentran en las calles. Pero aportaron fotos y muchas pruebas que certifican que las calles son una barrera constante. En esos 20 kilómetros recorrieron 158 pasos de peatones. Ni la mitad se ajustaban a la legislación. También se cruzaron en el camino con 17 obras. Sólo cuatro tenían la señalización correcta y el espacio de 1,2 metros que dicta la ley para que puedan pasar los peatones.
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