El Pentágono estrena una bomba que mata por asfixia
El 14 de diciembre, tres meses después de los atentados del 11-S, un F-15 despegó de Florida cargado con una bomba termobárica que dejó caer sobre un complejo de túneles construido en el desierto de Nevada, a unos 100 kilómetros al noroeste de Las Vegas.
La bomba demostró su capacidad destructora. El éxito de la prueba (prevista inicialmente para finales de este año) permitió al Pentágono acelerar la producción de estas bombas, capaces de matar a cualquier persona dentro de túneles y cuevas sin destruir la estructura. EE UU ha fabricado al menos 10 bombas termobáricas como la empleada en la ofensiva del sábado. El nuevo explosivo se llama BLU-118B y se instala en la cabeza de un misil guiado por láser. La bomba termobárica adquiere su nombre de los dos efectos que provoca: subidas descomunales de la temperatura y la presión barométrica. El diseño de la bomba es, según expertos militares, perfecto para los complejos de cuevas y cavernas en los que supuestamente se esconden talibanes y miembros de Al Qaeda.
La bomba entra en la caverna y explota en dos tiempos. Una primera descarga disemina partículas explosivas en el aire a larga distancia; una fracción de segundo después, los componentes químicos desatan la explosión de las partículas, capaces de eliminar por completo el oxígeno del aire. Nadie sobrevive a una explosión termobárica en un lugar cerrado, aunque la bomba no destruye la construcción, que puede ser inspeccionada después del ataque.
El comandante de Marina de EE UU, Matthew Klee, ha confirmado que este fin de semana se usó por primera vez la bomba termobárica, y justificó su empleo: 'Mientras que con una bomba tradicional la onda expansiva se detiene cuando llega a una pared, con esta bomba la onda es capaz de sortear cualquier obstáculo'. La bomba, en versiones mucho más primitivas, ya la usó EE UU en Vietnam y Rusia en Chechenia.
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