El bosque salado
El Aula del Mar de Málaga inicia los trabajos de reforestación de algunos fondos marinos
Cuando el Ayuntamiento de Málaga decidió reforestar algunos de los terrenos incluidos en su término municipal, los especialistas del Aula del Mar pensaron que esta iniciativa no tenía por qué limitarse a aquellos espacios situados en tierra firme. También los fondos marinos que se extienden en las proximidades de la línea litoral han perdido su primitiva vegetación: praderas de fanerógamas (plantas con flores) que cumplían una función similar a la de los bosques, prestando refugio y alimento a numerosas especies animales y evitando la erosión de las zonas costeras.
Los especialistas de esta cooperativa, dedicada a la educación ambiental y la conservación de los recursos marinos, propusieron un plan de restauración vegetal submarina, del que no existen muchos precedentes en nuestro país. La idea fue aceptada y desde comienzos de este año se trabaja en el desarrollo de los estudios y técnicas necesarias para ponerla en práctica.
Aunque hasta finales del siglo XIX tapizaron la práctica totalidad del litoral andaluz, hoy la presencia de estos vegetales se ha reducido a determinadas zonas, de incierto futuro a medio plazo cuando se trata de áreas que carecen de protección.
En el Aula del Mar se está trabajando con las tres especies que crecen en aguas del Mediterráneo andaluz: Zostera marina, Cymodocea nodosa y Posidonia oceanica. En todos los casos se trata de plantas muy sensibles a la calidad del agua, ya sea por la presencia de sustancias contaminantes o por la turbidez. Al ser vegetales que proceden evolutivamente de sus parientes de tierra firme, necesitan una cierta cantidad de luz para llevar a cabo la fotosíntesis, lo que explica que su presencia esté limitada a fondos de aguas limpias que no suelen superar los 30 metros de profundidad. Estos requerimientos determinarán los lugares más idóneos para proceder a su restauración.
Necesidades biológicas
En el entorno marino de la capital malagueña, los técnicos del Aula del Mar tratan de elegir aquellas zonas que, además de cubrir las necesidades biológicas de estas especies, gocen de algún tipo de protección, y en las que, además, no se produzcan interferencias con las actividades pesqueras, ya que los arrastreros, por ejemplo, peinan los fondos destruyendo las praderas. Por último, se están seleccionando áreas de fácil acceso para los biólogos, de manera que el seguimiento de las plantaciones puede hacerse incluso desde la superficie.
En los acuarios del centro, convertidos en viveros submarinos, ya se está estudiando el comportamiento de las diferentes especies. A lo largo de este año se determinarán, entre otros aspectos, cuáles son las condiciones de temperatura y luz más adecuadas, qué tipo de nutrientes son más efectivos o cuál es el sustrato sobre el que se desarrollan más fácilmente. Todas estas variables servirán para fijar el ambiente idóneo para un crecimiento rápido.
En el mejor de los casos, las repoblaciones no empezarán antes de 2003 y será entonces cuando los especialistas habrán de enfrentarse a las auténticas dificultades de este proyecto. Si la reforestación de un bosque quemado es una tarea compleja, cuyos resultados sólo se aprecian a muy largo plazo, mayores complicaciones entraña recuperar este tipo de vegetación submarina.
Al margen de algunas experiencias que se han llevado a cabo en Australia, el único referente fiable con el que cuentan los responsables del Aula del Mar es el del trabajo que, desde 1973, viene desarrollando la asociación francesa Los Jardineros del Mar que, con el apoyo de la Administración del país vecino, ha desarrollado distintas técnicas para la reimplantación, por brotes y por germinación, de este tipo de plantas.
Hasta el momento, advierten los miembros de esta asociación, no se han conseguido cubrir amplias zonas mediante estos procedimientos, ya que los tallos y raíces de estos vegetales son muy frágiles, más de la mitad de las plántulas se pierden al ser consumidas por diferentes animales, la floración es poco frecuente y los gastos de mantenimiento son elevados. Aun así, el esfuerzo merece la pena ya que se trata de la única fórmula que en la actualidad permite restaurar las zonas de donde han desaparecido las primitivas praderas.
Comentarios y sugerencias a propósito de Crónica en verde pueden remitirse al e-mail: sandoval@arrakis.es
Amiga de las playas
En todo el mundo existen 54 especies de fanerógamas marinas, de las que cuatro están representadas en la mayor parte del litoral andaluz. La más valiosa es la Posidonia oceanica, un endemismo del Mediterráneo que, en Andalucía, es posible encontrar desde las costas de Almería hasta la Punta de Calaburras (Málaga). Sus hojas, similares a cintas, pueden superar el metro de longitud, y en zonas donde las condiciones son favorables crecen de forma muy tupida, hasta rebasar los 1.500 haces por metro cuadrado. Algunas de las praderas más exuberantes de esta especie se localizan en el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar (Almería). Allí es posible encontrarlas tanto en aguas superficiales, a tan sólo un metro de profundidad, como en fondos de hasta 35 metros si no existe turbidez que impida la entrada de luz. La existencia y buena conservación de estas comunidades vegetales ayudan a frenar los procesos de erosión que afectan a la costa. La desaparición de numerosas playas se ha debido a la previa eliminación de estas praderas, arrasadas por obras, contaminación, extracción de arena, pesca de arrastre o anclaje de embarcaciones. Este tipo de problemas han tratado de corregirse mediante la construcción de diques y otras estructuras artificiales que han provocado nuevas alteraciones. Un círculo vicioso que, al final, suele conducir a la creación de playas artificiales que deben ser reconstruidas cada cierto tiempo. La Posidonia oceanica es una especie protegida en Cataluña, en la Comunidad Valenciana y en Francia, medida que se ha reclamado para el resto de los países y regiones ribereñas del Mediterráneo. Al margen de esta medida, el Aula del Mar de Málaga sugiere, igualmente, que se lleve a cabo un estudio detallado de la situación en la que se encuentran las praderas submarinas de Andalucía, de forma que pueden establecerse zonas protegidas para evitar su desaparición.
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