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El clan Muehlegg

Martin, el hermano, es el cerebro; Justina, una vidente portuguesa, el alma

Una vida particular. Muehlegg y su clan. Pero no Johann, que es sólo la fachada, sino Martin, su hermano, que es su representante y su cerebro, el líder de un curioso grupo en el que Johann pone el resto del cuerpo al servicio del esquí profesional. El negocio se ha venido abajo de repente, por jugar demasiado fuerte. Pero todo el proceso era tan suficientemente complicado desde el principio como para que se resquebrajara por algún sitio. Porque, si Martin pone el toque directivo, el grupo tiene su magia particular justamente desde 1993, cuando apareció en la vida de Johann una señora de la limpieza, Justina Agostinho, portuguesa, vidente en sus ratos libres y, después, a tiempo completo para Johann, un católico convencido.

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A finales de ese año, el mayor talento del esquí de fondo alemán, dos veces campeón mundial júnior, se venía abajo. Los resultados que prometía habían quedado en nada. Tenía ya 23 años y unas diarreas persistentes no se le curaban con medicamentos. Martin le envió a Justina, cuyo apartamento en Múnich tenía un altar y una imagen de la Virgen. El resultado de la consulta fue elocuente: Johann, según Justina, tenía en su entorno deportivo a alguien que le quería mal, que le influía maldades. Muehlegg no lo ha dicho nunca, pero la sensación es que se trata del entrenador jefe del equipo alemán, Georg Zipfel. Justina también le dio a beber agua bendecida por ella y solucionó sus diarreas.

Pero entonces empezó una larga serie de enfrentamientos y situaciones insólitas. Seis años de amenazas de expulsiones del equipo, reconciliaciones, expulsiones confirmadas, procesos judiciales y la ruptura definitiva. Johann bebió por todas las pistas de Europa litros y litros del agua bendita de Justina. Alguno de sus mayores choques con los directivos alemanes, especialmente con Zipfel, fueron por supuestos cambios del agua sin su consentimiento. Mueh-legg llegó a acusar a sus técnicos de querer echarle mal de ojo. Justina, como una madre espiritual, fue tomando cada vez más presencia en la troupe. Su marido, como en Salt Lake Placid, es el cocinero.

Martin es el representante del negocio. Él ha hablado siempre de los dineros, en solitario o con Johann delante, con la Federación Española, a la que se ofrecieron en 1997 tras tantear otros países. Los muchos momentos en que sus diferencias con la alemana habían llevado a Johann a vivir incluso en tiendas de campaña para seguir en los circuitos le permitieron conocer a los corredores españoles, modestos, pero entrañables, en especial el cántabro Juan Jesús Gutiérrez. Así, Johann se sintió acogido y, al fin, encontró la paz.

Solucionado el mal sistema de comidas y con mayor tranqulidad, Johann comenzó en 2000 sus triunfos tras nacionalizarse en noviembre de 1999. Pero sus manías, influido siempre por su hermano Martin, no cesaron. Aun hoy, Carlo Petrini, el entrenador italiano del equipo español, no culpa a Johann, sino a Martin, de que rompiera con la selección y se fuera por libre acusándole de boicotearle. La realidad, según él, es que Martin no era tan líder como quería con su presencia. Por eso la troupe escogió la libertad. Negoció con la Federación, que le paga 48.000 euros (ocho millones de pesetas anuales) y él se busca los patrocinadores. En los sitios importantes, como en los Juegos, y al igual que los países importantes, el clan alquila una casa e incluso van Justina y su marido, que mantiene bien alimentado a Johann. El problema no se antoja tanto en la cesta de la compra como en los rezos, que no han servido a la hora de esmerarse en escoger bien los productos de la farmacia.

Justina Agostinho, la vidente de Johann Muehlegg.
Justina Agostinho, la vidente de Johann Muehlegg.DIARIO AS

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