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Tribuna
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Contra 'En construcción'

No me gustó nada en absoluto En construcción, la película de José Luis Guerin. Me pareció una película tramposa, discursiva y poética, en el mal sentido de estas dos últimas palabras. Bonita, eso sí. Esteticista: capaz de generar planos muy bellos, no a pesar sino gracias a la presunta fealdad de lo retratado. Pero no comparto en absoluto el coro prácticamente unánime de elogios que ha recibido la película y que culminan ahora con el Premio Ciutat de Barcelona de cine. Precisamente es esta unanimidad en el elogio -y no la necesidad de explicar mis discrepancias estéticas- lo que me lleva a escribir este artículo.

¿Por qué escribir contra una película, que en cualquier caso es una obra digna e interesante, que mueve a la reflexión, aunque en mi caso sea precisamente la reflexión lo que lleva al rechazo? ¿Por qué hablar explícitamente en contra -al margen de la propia inclinación personal- de algo que al fin y al cabo puede no gustarte, pero no te repugna? Pues simplemente porque Guerin es muy bueno. Toda la trayectoria de Guerin es formidable, esperanzadora. Toda, hasta En construcción. Soy un admirador del Guerin de Innisfree, pero un verdadero devoto del Guerin de Tren de sombras, una de las películas más formidables, inteligentes y perfectas que he visto nunca en un cine. Y temo que el alud de elogios a En construcción lleve a Guerin a continuar por un camino tan aplaudido y a abandonar el camino menos reconocido de sus obras anteriores, que para mí eran las buenas, las renovadoras, las esperanzadoras. Un aplauso a destiempo puede ser absolutamente destructivo. A mí no me sabe mal que Guerin triunfe con En construcción. Simplemente, no comparto el entusiasmo. Lo que me sabría muy mal es que el triunfo por En construcción malograra al Guerin que no sólo me gusta, sino que me entusiasma. Y puede pasar.

Temo que el alud de elogios a 'En construcción' lleve a Guerin a abandonar el camino menos reconocido de sus obras anteriores

Dos palabras sobre mi rechazo a la película de Guerin. Decía que me parece tramposa y, en el mal sentido de estas palabras, discursiva y poética. Empecemos por la trampa, de buen rollo. Dos trampas, de hecho. La primera, la coartada del documental. El documental ofrece, en contraposición a la ficción, una ilusión de verdad. El documental finge, a veces, ser un espejo en el camino: todo lo que refleja es cierto, todo ha sido tomado de la realidad, nada ha sido construido. Por tanto, el documental es verdad. Pero es obvio que el espejo en el camino escoge lo que quiere reflejar. Y al escoger, construye el discurso que le da la gana. No hay tesis, por exótica o peregrina que pueda ser, que no pueda sustentarse con pedazos escogidos de la realidad. El documental, a veces, oculta su carácter de elección parcial e intencionada y se presenta como un espejo neutral y beatífico. En construcción es una película de tesis, que finge ser un puro retrato. Si en Tren de sombras Guerin jugaba en la frontera entre la ralidad y la ficción y nos explicaba una historia de ficción que fingía ser un documental, en En construcción se ha creído su propia trampa y nos cuenta una historia de ficción creyendo que nos cuenta una historia de verdad.

¿Es esto pecado, desde el punto de vista artístico? Combinado con otros aspectos de la película, sí, a mi modo de ver. El primero, la opción por la corrección política. En construcción es el paradigma del discurso políticamente correcto, hasta el tópico. Milita en ese pensamiento hegemónico y casi único que podríamos calificar como el populismo nostálgico de izquierdas. ¿Que éste no es el pensamiento único? Díganme una sola película, una sola novela, una sola obra de teatro recientes que esté en sus antípodas. En construcción es un discurso políticamente correcto y permanentemente explícito, redundante, que siempre está en pantalla. Por eso me parece una película discursiva. No es lo mismo tener discurso que ser discursivo. Y finalmente, me parece una película estéticamente impecable, pero que pretende ser poética, término que no sé si busca, pero que sin duda alcanza y que me parece francamente destructivo. Para entendernos, para mí, la poesía de En construcción parecía pedir a gritos una banda sonora de Joaquín Sabina, cantor de esta misma idea de lo poético. No es un elogio.

Entiendo que mis opiniones pueden parecer extremas. Lo son. Es el mismo extremismo que, pongamos por caso, me llevó a considerar un filme tan aplaudido como Solas como un producto execrable, sensiblero, tramposo, poético también en el mal sentido del término. Pero nunca habría escrito un artículo contra Solas porque al fin y al cabo me importa un pito lo que haga su director, en el que evidentemente no tengo puesta ninguna esperanza. En cambio, todavía las tengo todas en Guerin, en el Guerin extraordinario de Tren de sombras. Temo que, para él, el éxito de En construcción acabe siendo una trampa. Por favor, que se lo piense, aunque sea un minuto y medio.

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Vicenç Villatoro es escritor, periodista y diputado de CiU.

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