Mientes más que hablas
Las multinacionales norteamericanas revisan sus criterios contables para no perder la confianza de los inversores
La óptica (presentar buenos resultados) había derrotado a la ética (presentar los verdaderos resultados) en la esfera corporativa de Estados Unidos. Hasta que Enron se derrumbó con un estrépito político y económico. Esta misma semana, dos gigantes como General Electric e IBM han tenido que humillarse y anunciar que arrojarán más luz sobre sus crípticas cuentas para tranquilizar a los inversores, afectados de 'enronitis'.
La 'enronitis' ha dejado bajo mínimos la confianza, que cada día recibe un nuevo golpe con el anuncio de una reevaluación de resultados
Los resultados 'pro forma' no son ilegales, pero inducen a error al dar saldos positivos a unas cuentas que serían de 'números rojos'
Contables y auditores venían explotando a fondo numerosas argucias, acuciados por la necesidad de satisfacer a los mercados
Casi al mismo tiempo, Computer Associates perdía el pasado miércoles un 17% de su valor, al trascender que sus prácticas contables eran objeto de una investigación por el FBI, la Oficina Federal de Investigación, la última de una larga cadena de firmas sometidas al microscopio contable y/o policial.
Nadie está a salvo de la psicosis que recorre Wall Street. Muchas compañías, grandes y pequeñas, porque saben que han estirado la contabilidad hasta el límite, y más allá, de lo posible. Los inversores, porque ya no se creen nada de lo que las empresas les cuentan. La enronitis ha dejado bajo mínimos la confianza, que cada día recibe un nuevo golpe con el anuncio de una reevaluación de resultados o la especulación sobre las cuentas de tal o cual firma.
Jeffrey Immelt -presidente de General Electric, la más admirada de las corporaciones americanas, quinta por facturación en el ranking de la revista Fortune 500, con 130.000 millones, que dejaron 12.700 de beneficios en el año 2000, un incremento del 18,8% sobre el ejercicio previo- ha saltado a la palestra después de que la cotización del gigante cayera un 6% en lo que va de año entre sonoras especulaciones sobre sus brillantes resultados.
El conglomerado es tan grande y complejo (de fabricación de lavadoras a la cadena de televisión NBC, pasando por una división financiera que proporciona el 40% de los beneficios) y las cuentas son tan oscuras e impenetrables que Immelt ha tenido que declarar: 'La acciones de General Electric no son cuestión de fe. Son valores que producen. Y vamos camino de otro record en los resultados'.
Dentro de dos semanas, General Electric va a presentar esos resultados e Immelt no va a dar opciones a los que dudan. 'Si la memoria anual o la trimestral tienen que ser del tamaño de la guía de teléfonos de Nueva York, que lo sean', dice, para subrayar que no va a guardarse ningún dato, justo lo contrario de lo que se le reprochaba a principios de mes. 'Así es la vida'.
Ingeniería financiera
IBM también ha anunciado que ofrecerá próximamente más detalles sobre sus operaciones y técnicas contables, después de que hace unos días trascendiera que había contabilizado de forma equívoca una venta por valor de 340 millones de dólares, que pasó a los libros bajo el renglón de propiedad intelectual, sin más detalles. Se creaba así la impresión de que en vez de ser una operación no recurrente era una transacción que seguiría rindiendo beneficios en el futuro.
Con esa entrada, IBM pudo cerrar un trimestre con resultados que superaban las expectativas de los analistas. Una vez más, como durante todo el periodo en que ha estado regida por Lou Gerstner. Un crítico de la contabilidad de IBM señalaba que 'Gerstner procede la misma alma mater en ingeniería financiera de la que salió el ex presidente de Enron, Jeff Skilling, es decir, de McKinsey', la consultora. El primer fabricante mundial de ordenadores, octava sociedad en el ranking de Fortune 500, ha perdido en lo que va de año en torno al 15% de su capitalización bursátil entre dudas sobre sus resultados.
Nada hay peor en el mundo corporativo de Estados Unidos que comparar a alguien con Skilling, uno de los principales sospechosos en la mayor suspensión de pagos de la historia por su responsabilidad en la creación de las 'entidades de propósito especial' que llevaron a Enron a la ruina. Estas firmas no eran sino instrumentos concebidos exclusivamente para erradicar de los balances oficiales pérdidas multimillonarias. 'No es fácil saber qué compañías emplean prácticas contables que son demasiado agresivas. El único modo de saberlo es si la compañía anuncia, como han hecho IBM o Nvidia, que van a cambiar el sistema', decía esta semana Hugh Johnson, responsable de una compañía de inversiones que maneja 640 millones de dólares de inversores privados e institucionales.
Nvidia, líder en la producción de chips para gráficos en ordenadores personales, es objeto de una investigación de la SEC (equivalente a la Comisión Nacional del Mercado de Valores) por el modo en que trasladó determinados gastos millonarios de un trimestre a otro, con objeto de presentar unas cuentas más atractivas.
La manipulación de cuentas es una tentación muy extendida. Un sondeo realizado entre 160 responsables financieros de empresas que cotizan en Bolsa reveló en 1998 que las dos terceras partes de ellos habían recibido presiones de otros responsables para retocar los balances. Las presiones fueron insoportables para el 12% de esos ejecutivos, que accedieron a lo que se les pedía.
Los inversores ignoraban estas actividades de los despachos, pero el derrumbamiento de Enron y la continua aparición de sorpresas desagradables (reconsideración de resultados, siempre a la baja) han hecho que dejen de creer en la honradez de los gestores y exijan transparencia en unas cuentas que hasta ahora se caracterizaban por una impenetrabilidad que lo enmascaraba todo. El riesgo es que a la nueva luz los resultados pierdan brillo y enfríen aún más el ánimo inversor. A los compromisos de mayor claridad de General Electric o IBM se han sumado firmas tan populares como PepsiCo o Krispy Kreme Doughnut.
Tyco, otro conglomerado que produce desde perchas de plástico a avanzada maquinaria de empleo en sanidad, ha estado en el ojo del huracán por no haber anunciado la inversión de 8.000 millones de dólares en la adquisición de unas 700 empresas durante los pasados tres años. La contabilidad de Tyco fue objeto en el pasado de las pesquisas de la SEC, sin mayores contratiempos, pero esta vez los inversores han huido en desbandada y reducido a menos de la mitad su valor bursátil.
Otras empresas objeto de sospecha son el fabricante de software VeriSign, la energética Reliant, la farmacéutica Elan o la especializada en redes de ordenadores Enterasys. Elan ha perdido el 70% de su capitalización después de que un grupo de accionistas la denunciara a la SEC por crear 'sociedades de propósito especial' para esconder gastos de investigación y presentar como ingresos determinadas concesiones de licencias.
Ropa sucia
'No hay duda de que va a haber más batacazos, más mini Enrons', vaticina Chuck Hill, director de investigación de Thomson Financial / First Call, una firma que sigue las declaraciones de beneficios de las compañías de Estados Unidos. 'En tiempos de bonanza hay grandes presiones para llevar las cosas al límite. Y cuando inevitablemente llegan los tiempos duros, la ropa sucia queda al descubierto'.
A Computer Associates, que fabrica software para grandes ordenadores, se le investiga bajo la sospecha de que recurrió a artificios financieros para hinchar deliberadamente sus resultados, con el correspondiente efecto sobre la cotización. La firma aplicó un nuevo sistema contable y además producía dos informes distintos de resultados. Unos con números 'proforma' y otros conforme al patrón requerido por principios contables generalmente aceptados (GAAP). Se trataba, aparentemente, de crear una confusión que redundaba en beneficio de las cuentas corrientes de los gestores.
Los resultados 'proforma' son como el cuento de la lechera. No se ajustan a los GAAP y deben ser recibidos 'con el apropiado y saludable escepticismo', recomienda la SEC, que ha pedido su desaparición. Han sido definidos como 'los beneficios menos todo lo malo'. No son ilegales, pero inducen a error al dar saldos positivos a unas cuentas que en ocasiones serían de números rojos si contabilizaran impuestos, pagos debidos, pérdidas por malas inversiones, indemnizaciones y otros gastos rutinarios que quedan fuera en esta fórmula.
Los artilugios contables son muy numerosos, aunque un cínico haya comentado estos días que, en realidad, 'los defraudadores llaman la atención por su falta de originalidad'. Algunos responsables cargan la mano y acaban en prisión. El mes pasado, un antiguo responsable financiero de la textil Leslie Fay fue condenado a nueve años de cárcel por su participación en una gran fraude contable de la pasada década. Actuales ejecutivos de Enron vaticinan que uno o más de los antiguos gestores terminarán entre rejas. El pasado verano, la SEC estaba investigando a no menos de 260 compañías por posible fraude en la contabilidad y en la presentación de resultados. Ahora, hay una carrera para ofrecer balances retocados a la baja, con el argumento de que se han producido errores de apreciación.
PNC Financial, un banco de Pensilvania, ha anunciado dos veces en 15 días la rectificación de sendos errores. Primero, hizo saber que rebajaba en 155 millones de dólares sus resultados tras las objeciones a la contabilización de una transferencia de créditos. Y esta semana he recortado otros 35 millones porque había 'olvidado' contabilizar unas pérdidas.
Contables y auditores venían explotando a fondo las numerosas argucias, acuciados por la necesidad de satisfacer a los mercados. Registrar como facturación ventas comprometidas pero no realizadas; aumentar inventarios para dar idea de que se va a vender más; reducir las reservas para fallidos; rebajar gastos, o eliminar indebidamente de los balances compromisos o endeudamientos que se endosan a terceros, mediante el recurso, no siempre ilegítimo, de crear 'entidades de propósito especial' eran prácticas habituales ahora puestas en la picota.
Ésas son estrategias fácilmente comprensibles para el común de los inversores, si es que llega a detectarlas en unos balances concebidos con el propósito de ocultarlas. Más complejas son otras como las que, en terminología inglesa, llevan la siglas IRU, correspondientes a un instrumento de intercambio.
Global Crossing, que hace un mes presentó la mayor suspensión de pagos de una compañía del sector de las telecomunicaciones, se pilló los dedos al invertir miles de millones en la creación de una red de banda ancha por tres continentes para la que no terminaba de haber clientes. Acuciada por los compromisos de pagos y necesitada de presentar balances merecedores de créditos bancarios, la compañía -como Tyco, con domicilio social en el paraíso fiscal de las Bermudas- acordó con otras del sector intercambios de capacidad de su red.
Global Crossing compraba IRU y apuntaba la operación como un gasto de capital a repartir en varios años. Pero los ingresos generados por la IRU se registraban como ventas, con el consiguiente saludable efecto sobre el ejercicio en que se apuntaban. La operación es legal y aceptable siempre que tenga razón de ser comercial y sea negocio genuino. El FBI sospecha que no es el caso.
'Leasing sintético'
Los expertos están convencidos de que el aluvión de detalles que han prometido General Electric, IBM y otras compañías sólo van a servir relativamente a los inversores, que en su inmensa mayoría carecen de la pertinente formación económica y financiera. Uno de ellos recomendaba estos días que los accionistas buscaran palabras clave en la impenetrable jerga financiera como 'venta-nuevo leasing', 'leasing sintético' o 'partnership leasing'.
A Krispy Kreme se le ha criticado por abusar del leasing sintético, un sistema que permite dejar fuera de los balances determinadas cargas al tiempo que permite exenciones fiscales. En vista de cómo está la situación, el fabricante de donuts ha decidido renunciar al empleo de ese instrumento en la construcción de una planta, operación valorada en 35 millones de dólares que ahora pasará a los libros de forma convencional.
Entre los consejos genéricos que estos días escuchan los desconfiados inversores está el de fijarse en el dinero. Estar atentos al capital que generan las empresas y no prestar tanta atención a las ganancias que anuncian. En caso de duda o incapacidad de leer los informes financieros, estar dispuestos a vender cuando el valor del papel caiga por debajo del límite que se considere tolerable. Y siempre desconfiar de empresas que ofrecen resultados brillantes cuando las restantes del sector andan de capa caída.Casi al mismo tiempo, Computer Associates perdía el pasado miércoles un 17% de su valor, al trascender que sus prácticas contables eran objeto de una investigación por el FBI, la Oficina Federal de Investigación, la última de una larga cadena de firmas sometidas al microscopio contable y/o policial.
Nadie está a salvo de la psicosis que recorre Wall Street. Muchas compañías, grandes y pequeñas, porque saben que han estirado la contabilidad hasta el límite, y más allá, de lo posible. Los inversores, porque ya no se creen nada de lo que las empresas les cuentan. La enronitis ha dejado bajo mínimos la confianza, que cada día recibe un nuevo golpe con el anuncio de una reevaluación de resultados o la especulación sobre las cuentas de tal o cual firma.
Jeffrey Immelt -presidente de General Electric, la más admirada de las corporaciones americanas, quinta por facturación en el ranking de la revista Fortune 500, con 130.000 millones, que dejaron 12.700 de beneficios en el año 2000, un incremento del 18,8% sobre el ejercicio previo- ha saltado a la palestra después de que la cotización del gigante cayera un 6% en lo que va de año entre sonoras especulaciones sobre sus brillantes resultados.
El conglomerado es tan grande y complejo (de fabricación de lavadoras a la cadena de televisión NBC, pasando por una división financiera que proporciona el 40% de los beneficios) y las cuentas son tan oscuras e impenetrables que Immelt ha tenido que declarar: 'La acciones de General Electric no son cuestión de fe. Son valores que producen. Y vamos camino de otro record en los resultados'.
Dentro de dos semanas, General Electric va a presentar esos resultados e Immelt no va a dar opciones a los que dudan. 'Si la memoria anual o la trimestral tienen que ser del tamaño de la guía de teléfonos de Nueva York, que lo sean', dice, para subrayar que no va a guardarse ningún dato, justo lo contrario de lo que se le reprochaba a principios de mes. 'Así es la vida'.
Ingeniería financiera
IBM también ha anunciado que ofrecerá próximamente más detalles sobre sus operaciones y técnicas contables, después de que hace unos días trascendiera que había contabilizado de forma equívoca una venta por valor de 340 millones de dólares, que pasó a los libros bajo el renglón de propiedad intelectual, sin más detalles. Se creaba así la impresión de que en vez de ser una operación no recurrente era una transacción que seguiría rindiendo beneficios en el futuro.
Con esa entrada, IBM pudo cerrar un trimestre con resultados que superaban las expectativas de los analistas. Una vez más, como durante todo el periodo en que ha estado regida por Lou Gerstner. Un crítico de la contabilidad de IBM señalaba que 'Gerstner procede la misma alma mater en ingeniería financiera de la que salió el ex presidente de Enron, Jeff Skilling, es decir, de McKinsey', la consultora. El primer fabricante mundial de ordenadores, octava sociedad en el ranking de Fortune 500, ha perdido en lo que va de año en torno al 15% de su capitalización bursátil entre dudas sobre sus resultados.
Nada hay peor en el mundo corporativo de Estados Unidos que comparar a alguien con Skilling, uno de los principales sospechosos en la mayor suspensión de pagos de la historia por su responsabilidad en la creación de las 'entidades de propósito especial' que llevaron a Enron a la ruina. Estas firmas no eran sino instrumentos concebidos exclusivamente para erradicar de los balances oficiales pérdidas multimillonarias. 'No es fácil saber qué compañías emplean prácticas contables que son demasiado agresivas. El único modo de saberlo es si la compañía anuncia, como han hecho IBM o Nvidia, que van a cambiar el sistema', decía esta semana Hugh Johnson, responsable de una compañía de inversiones que maneja 640 millones de dólares de inversores privados e institucionales.
Nvidia, líder en la producción de chips para gráficos en ordenadores personales, es objeto de una investigación de la SEC (equivalente a la Comisión Nacional del Mercado de Valores) por el modo en que trasladó determinados gastos millonarios de un trimestre a otro, con objeto de presentar unas cuentas más atractivas.
La manipulación de cuentas es una tentación muy extendida. Un sondeo realizado entre 160 responsables financieros de empresas que cotizan en Bolsa reveló en 1998 que las dos terceras partes de ellos habían recibido presiones de otros responsables para retocar los balances. Las presiones fueron insoportables para el 12% de esos ejecutivos, que accedieron a lo que se les pedía.
Los inversores ignoraban estas actividades de los despachos, pero el derrumbamiento de Enron y la continua aparición de sorpresas desagradables (reconsideración de resultados, siempre a la baja) han hecho que dejen de creer en la honradez de los gestores y exijan transparencia en unas cuentas que hasta ahora se caracterizaban por una impenetrabilidad que lo enmascaraba todo. El riesgo es que a la nueva luz los resultados pierdan brillo y enfríen aún más el ánimo inversor. A los compromisos de mayor claridad de General Electric o IBM se han sumado firmas tan populares como PepsiCo o Krispy Kreme Doughnut.
Tyco, otro conglomerado que produce desde perchas de plástico a avanzada maquinaria de empleo en sanidad, ha estado en el ojo del huracán por no haber anunciado la inversión de 8.000 millones de dólares en la adquisición de unas 700 empresas durante los pasados tres años. La contabilidad de Tyco fue objeto en el pasado de las pesquisas de la SEC, sin mayores contratiempos, pero esta vez los inversores han huido en desbandada y reducido a menos de la mitad su valor bursátil.
Otras empresas objeto de sospecha son el fabricante de software VeriSign, la energética Reliant, la farmacéutica Elan o la especializada en redes de ordenadores Enterasys. Elan ha perdido el 70% de su capitalización después de que un grupo de accionistas la denunciara a la SEC por crear 'sociedades de propósito especial' para esconder gastos de investigación y presentar como ingresos determinadas concesiones de licencias.
Ropa sucia
'No hay duda de que va a haber más batacazos, más mini Enrons', vaticina Chuck Hill, director de investigación de Thomson Financial / First Call, una firma que sigue las declaraciones de beneficios de las compañías de Estados Unidos. 'En tiempos de bonanza hay grandes presiones para llevar las cosas al límite. Y cuando inevitablemente llegan los tiempos duros, la ropa sucia queda al descubierto'.
A Computer Associates, que fabrica software para grandes ordenadores, se le investiga bajo la sospecha de que recurrió a artificios financieros para hinchar deliberadamente sus resultados, con el correspondiente efecto sobre la cotización. La firma aplicó un nuevo sistema contable y además producía dos informes distintos de resultados. Unos con números 'proforma' y otros conforme al patrón requerido por principios contables generalmente aceptados (GAAP). Se trataba, aparentemente, de crear una confusión que redundaba en beneficio de las cuentas corrientes de los gestores.
Los resultados 'proforma' son como el cuento de la lechera. No se ajustan a los GAAP y deben ser recibidos 'con el apropiado y saludable escepticismo', recomienda la SEC, que ha pedido su desaparición. Han sido definidos como 'los beneficios menos todo lo malo'. No son ilegales, pero inducen a error al dar saldos positivos a unas cuentas que en ocasiones serían de números rojos si contabilizaran impuestos, pagos debidos, pérdidas por malas inversiones, indemnizaciones y otros gastos rutinarios que quedan fuera en esta fórmula.
Los artilugios contables son muy numerosos, aunque un cínico haya comentado estos días que, en realidad, 'los defraudadores llaman la atención por su falta de originalidad'. Algunos responsables cargan la mano y acaban en prisión. El mes pasado, un antiguo responsable financiero de la textil Leslie Fay fue condenado a nueve años de cárcel por su participación en una gran fraude contable de la pasada década. Actuales ejecutivos de Enron vaticinan que uno o más de los antiguos gestores terminarán entre rejas. El pasado verano, la SEC estaba investigando a no menos de 260 compañías por posible fraude en la contabilidad y en la presentación de resultados. Ahora, hay una carrera para ofrecer balances retocados a la baja, con el argumento de que se han producido errores de apreciación.
PNC Financial, un banco de Pensilvania, ha anunciado dos veces en 15 días la rectificación de sendos errores. Primero, hizo saber que rebajaba en 155 millones de dólares sus resultados tras las objeciones a la contabilización de una transferencia de créditos. Y esta semana he recortado otros 35 millones porque había 'olvidado' contabilizar unas pérdidas.
Contables y auditores venían explotando a fondo las numerosas argucias, acuciados por la necesidad de satisfacer a los mercados. Registrar como facturación ventas comprometidas pero no realizadas; aumentar inventarios para dar idea de que se va a vender más; reducir las reservas para fallidos; rebajar gastos, o eliminar indebidamente de los balances compromisos o endeudamientos que se endosan a terceros, mediante el recurso, no siempre ilegítimo, de crear 'entidades de propósito especial' eran prácticas habituales ahora puestas en la picota.
Ésas son estrategias fácilmente comprensibles para el común de los inversores, si es que llega a detectarlas en unos balances concebidos con el propósito de ocultarlas. Más complejas son otras como las que, en terminología inglesa, llevan la siglas IRU, correspondientes a un instrumento de intercambio.
Global Crossing, que hace un mes presentó la mayor suspensión de pagos de una compañía del sector de las telecomunicaciones, se pilló los dedos al invertir miles de millones en la creación de una red de banda ancha por tres continentes para la que no terminaba de haber clientes. Acuciada por los compromisos de pagos y necesitada de presentar balances merecedores de créditos bancarios, la compañía -como Tyco, con domicilio social en el paraíso fiscal de las Bermudas- acordó con otras del sector intercambios de capacidad de su red.
Global Crossing compraba IRU y apuntaba la operación como un gasto de capital a repartir en varios años. Pero los ingresos generados por la IRU se registraban como ventas, con el consiguiente saludable efecto sobre el ejercicio en que se apuntaban. La operación es legal y aceptable siempre que tenga razón de ser comercial y sea negocio genuino. El FBI sospecha que no es el caso.
'Leasing sintético'
Los expertos están convencidos de que el aluvión de detalles que han prometido General Electric, IBM y otras compañías sólo van a servir relativamente a los inversores, que en su inmensa mayoría carecen de la pertinente formación económica y financiera. Uno de ellos recomendaba estos días que los accionistas buscaran palabras clave en la impenetrable jerga financiera como 'venta-nuevo leasing', 'leasing sintético' o 'partnership leasing'.
A Krispy Kreme se le ha criticado por abusar del leasing sintético, un sistema que permite dejar fuera de los balances determinadas cargas al tiempo que permite exenciones fiscales. En vista de cómo está la situación, el fabricante de donuts ha decidido renunciar al empleo de ese instrumento en la construcción de una planta, operación valorada en 35 millones de dólares que ahora pasará a los libros de forma convencional.
Entre los consejos genéricos que estos días escuchan los desconfiados inversores está el de fijarse en el dinero. Estar atentos al capital que generan las empresas y no prestar tanta atención a las ganancias que anuncian. En caso de duda o incapacidad de leer los informes financieros, estar dispuestos a vender cuando el valor del papel caiga por debajo del límite que se considere tolerable. Y siempre desconfiar de empresas que ofrecen resultados brillantes cuando las restantes del sector andan de capa caída.
Cómo Skilling imitó al Paul Newman de 'El Golpe'
Jeffrey Skilling, presidente y consejero delegado de Enron entre febrero y agosto del año pasado, compareció hace unos días ante una de las comisiones del Congreso de EE UU que indagan entre los escombros de Enron. Skilling no sabía, no recordaba. Para los empleados de Enron fue una sorpresa ver al antiguo jefe supremo en tamaña situación, porque todos le recuerdan como un hombre que lo controlaba todo con extremo celo. Tanto que llegó a crear un parqué ficticio de negociación de una de las divisiones del grupo para engañara a unos analistas, que así transmitirían al exterior lo bien que iba la compañía. Skilling dijo que quería hacer como Paul Newman en El Golpe, según un testigo de aquella manipulación. En la película, Newman y Robert Redford se confabulan para perpetrar una estafa en los Estados Unidos de principios de siglo XX. Crean una casa ficticia de apuestas hípicas con todo lo necesario para hacer creer al gángster Robert Shaw que ellos tienen un sistema, basado en el telégrafo, para saber con antelación qué caballo va a ganar una carrera. En la puesta en escena del negocio hay corredores de apuestas, público, un cajero, un empleado que recibe la información de la carrera por telégrafo... A Skilling con el apoyo del entonces presidente y fundador de Enron, Kenneth Lay, se le ocurrió convertir el realidad El Golpe. Según ha revelado Mike Regala, que fuera vicepresidente de Enron Energy Services, una división cuyo éxito quería vender Skilling a los analistas en 1998, Skilling ordenó que se construyera una sala de negociación ficticia con lo último en equipamiento tecnológico y una base de datos con información sobre transacciones. 'Me llamaron y me dijeron que ensayara lo que tenía que decir a los analistas', ha dicho Regala al Wall Street Journal. 'Luego trajeron a secretarias para que actuaran como si estuvieran realizando operaciones. Skilling explicó a los analistas cómo se estructura un acuerdo y les mostró todas esas cuentas que teníamos almacenadas. Pero era todo mentira'. Barry Steinhart, un empleado de la división, que entonces apenas tenía clientes recuerda la ocasión. 'Calculo que por lo menos se gastaron medio millón de dólares' en la puesta escena, que incluía brillantes mapas en las paredes para dar dinamismo al conjunto 'Yo fui una de los que trajo gente para hacer bulto. Pintamos los teléfonos de negro para dar la impresión de gran modernidad. El día antes de que vinieran los analistas ensayamos con Skilling y Lay. Skilling dijo que quería hacer de Paul Newman en El Golpe''.
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