¿Copiarán el modelo Lear las empresas catalanas?
Las 'minimultinacionales' de Cataluña tienen 23 plantas en China, 32 en el Este y 27 en el Magreb
Hace dos meses, Indo, primer fabricante español de gafas, con sede en L'Hospitalet de Llobregat, anunció que incrementaría el 42% la producción mediante la ampliación de su factoría en Suznou (China). Para ello, aumentaría la plantilla en esta planta el 58,5%. Los trabajadores de Indo en L'Hospitalet se resienten de la estrategia de la empresa, que potencia sus plantas en China y Marruecos. Desde que abrió una en Tánger en 1992, la dirección ha planteado seis expedientes de regulación de empleo en España.
Indo ejemplifica cómo la progresiva internacionalización de las empresas catalanas empieza a involucrarlas en el fenómeno de la deslocalización. Producir allí donde resulta más barato no es ya sólo cosa de grandes multinacionales extranjeras como Lear, cuya decisión de cerrar su planta en Cervera (Segarra) para llevar parte de la producción a Polonia ha expuesto al paro a 1.280 personas.
Las empresas catalanas, ¿seguirán el modelo Lear? 'Por supuesto, seguro que veremos Lears catalanas', pronostica Antoni Gurgui, director general de Industria de la Generalitat. Según Gurgui, 'que Cataluña pueda competir cada vez menos por mano de obra barata, pese a comprender el ánimo de los afectados, es bueno'. Y que en una coyuntura negativa o por mala gestión se cierren plantas menos rentables 'forma parte de la dinámica empresarial'. El reto es hoy concentrarse en las fases de mayor valor añadido. 'El nuevo mensaje es la innovación', concluye.
¿Se va ya en esta línea? Para Joaquín Trigo, director del servicio de estudios de la patronal Fomento del Trabajo, la respuesta es un rotundo sí, aunque no se cambia de modelo de golpe. 'Va poco a poco y no se ve, pero hay ejemplos incontestables: hace 10 años, España estaba en la cola de la Unión Europea en contenido de calidad de las exportaciones textiles y en 2001, según la Comisión Europea, España ocupaba el ya primer puesto', explica Trigo, quien opina que el trato fiscal que recibe la innovación, y que exige justificar los incentivos con una patente, no ayuda cuanto debiera.
Los partidarios de la globalización coinciden en señalar que la deslocalización no es un juego que sume cero, sino que suma positivo. '¿No nos vino de perlas que Ford o IBM vinieran aquí en su momento?', reflexiona Trigo.
El dilema se hará cada vez más presente, si se tiene en cuenta el aumento (el 55%) del número de empresas catalanas con más de una planta productiva en el exterior. Según el estudio Las multinacionales industriales catalanas 2001, de la Generalitat, el número de estas plantas suma 368 y de 1997 a 2001 creció el 85%.
El primer destino de estas inversiones es la UE (el 26%), pero Asia (12%), la Europa oriental (10,4%) y África (10,6%) son polos de atracción. Ya suman 23 las plantas en China, 32 en países del Este y 27 en el Magreb. Indo, Panrico, Dogi, Chupa Chups, Nutrexpa, Agrolimen, Laboratorios Doctor Esteve, Roca Radiadores, Mecalux, Ficosa y Borges son algunas de las de mayor renombre que han seguido esta vía. Han dado el salto, dicen, para diversificar sus mercados y aprovechar oportunidades de negocio. También por los menores costes.
La media de centros productivos por empresa sólo es de 2,2. Y aquí los expertos evocan el eterno problema de la falta de tamaño. Las 164 empresas mencionadas facturan, juntas, menos de tres billones de pesetas y no emplean a muchos miles más de personas que El Corte Inglés.
El economista Xavier Vives, profesor de la escuela de negocios Insead, llega a poner en cuestión la capacidad de las empresas catalanas para convertirse en grandes grupos internacionales. 'Hay un grupo de empresas medianas que exportan mucho, tienen gente, salen. La cuestión es si son capaces de dar el salto. Su miedo a perder el control es una barrera, así como el grado de ambición'.
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