Política y simulacro
La política con mayúsculas, ese arte de participar y gestionar los asuntos públicos, es una especie en peligro de extinción. La sociedad en su conjunto no puede permitirse el lujo de perder una herramienta tan valiosa para luchar en pro de la justicia social. Por este motivo, los socialistas tenemos una idea clara de lo que representa la política como contrapeso frente a poderes oscuros e intereses espurios que permanecen agazapados esperando el momento de dinamitar este pilar que sustenta la defensa de lo público y lo colectivo.
Otros, muy especialmente esos que cabalgan a lomos del caballo desbocado del ultraliberalismo salvaje, ni creen ni les interesa la política y la interpretan como simulacro, entendida como ficción, como falsificación, como simulación de la realidad social. Los principales dirigentes del Partido Popular alimentan esta especie de hoguera de las vanidades de la res pública. La polí-tica es algo más que una conferencia de prensa, que un plató de televisión, que una representación cibernética a través de un programa en 3D. Javier Arenas y Teófila Martínez son los adalides del simulacro: adornan a la perfección sus estrategias de humo y confusión, con el apoyo del gran aparato mediático y de propaganda que jalea el despropósito y la página negra del engaño enmascarado.
Teófila Martínez deambula en un mundo virtual en el que intentan camuflar (sin éxito) sus carencias y su falta de liderazgo político. En esta representación ficticia, la presidenta del PP es una sombra en la caverna, es un personaje secundario en el libreto de una obra escrita por otro con renglones torcidos. Fuertemente atrincherada en el cantón de la Alcaldía, no acaba de tomarle el pulso a la política autonómica, no ejerce como presidenta de la oposición más allá de unas declaraciones altisonantes o de su infructuoso marcaje al presi-dente de la Junta cada quince días en el Parlamento. Al margen de estas apariciones fugaces, ni se la ve ni se la siente.
Para tapar estas debilidades, la derecha vive instalada en la manipulación, en la distorsión mezquina de la realidad andaluza y empeñada en enfangar la política andaluza con la marrullería y el juego sucio. Esta estrategia del Partido Popular de Andalucía pivota sobre tres elementos: el sectarismo, el cinismo y la crispación política.
La consigna de 'A Andalucía ni agua' es la tónica de los seis años de Gobierno de Aznar. Lo que Arenas y sus manijeros en Andalucía llaman confrontación no es más que la dejación de funciones del Ejecutivo del PP con respecto a nuestra comunidad autónoma. Es un auténtico escándalo la negativa a traspasar las políticas activas de empleo, cuando ya la tienen trece comunidades y Andalucía las viene reclamando desde 1996. ¿Es o no es sectarismo?
Resulta curiosa la rara habilidad que tienen los dirigentes del PP para decir una cosa y hacer justamente la contraria. Es todo un monumento al desahogo y al descaro, una muestra elocuente de su forma de entender y practicar su política en Andalucía. Cuando el paro sube es por la coyuntura internacional, cuando crece el empleo es fruto de las políticas del PP; llevan una enmienda al congreso nacional contra el transfuguismo, cuando en Andalucía ya han conseguido varias alcaldías con chaqueteros; decían que querían despolitizar las cajas y han colocado a varios presidentes provinciales y dirigentes regionales en los consejos de administración; culparon a Felipe González del mal acuerdo pesquero de 1995 y ahora Marruecos (y no Aznar) tiene la culpa de que la flota andaluza lleve dos años sin pescar en esos caladeros históricos; en asuntos de conflicto social contra el Gobierno de la nación, como el algodón o la minería, por citar dos asuntos de actualidad, desaparecen de la escena pública y no dan la cara en defensa de los intereses de Andalucía; allá por la infausta legislatura de la pinza, Arenas cifraba en medio billón la cuantía de la deuda histórica del Estado con Andalucía y hoy, con sólo un pago de 20.000 millones, el PP pretende darle carpetazo; se pusieron al frente de la manifestación contra el cable eléctrico de Tarifa y ahora quieren instalar el segundo; el peaje de la A-4... La lista es interminable. ¿Es o no es cinismo?
El PP de Andalucía alimenta la estrategia de la crispación. Le interesa el juego sucio cuando, como principal partido de la oposición, debería anteponer los intereses generales a las estrategias partidarias en los considerados asuntos de Estado. El PP da acogida en su seno a todos los tránsfugas, el PP boicotea leyes aprobadas en el Parlamento, el PP le da cobertura a montajes mafiosos, el PP no respeta a las instituciones andaluzas... De esta forma, su prác-tica política se asemeja más a la de una fuerza marginal, extremista y radical que a la de una fuerza política que sustenta al Gobierno de la nación. ¿Es o no es alentar la crispación?
Después 22 años de autonomía, el PP sigue sin actuar con grandeza, generosidad y altura de miras en Andalucía. Considera que es necesario destruir para ganar, creen que es más rentable para sus intereses electorales este sistema que el de proponer grandes iniciativas. Y en esa espiral perversa convierte la vida pública en un simulacro, en una suerte de laboratorio de simulación ajeno a las necesidades de los ciudadanos y ciudadanas de Andalucía.
Luis Pizarro Medina es secretario de Organización del PSOE de Andalucía.
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