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Robert Hughes reivindica el gótico catalán de la Casa Llotja de Mar

La Cámara de Comercio culmina la rehabilitación de su sede histórica

El crítico e historiador Robert Hughes reivindica los aspectos del mejor gótico catalán en la Casa Llotja de Mar, sede histórica de la Cámara de Comercio de Barcelona. La corporación económica inició ayer con una conferencia de Hughes - titulada Casa Llotja de Mar, esplendor artístico y progreso económico- los actos del bicentenario del edificio, que fue reformado en 1764. La Llotja, situada en el paseo de Isabel II, es el auténtico emblema arquitectónico de la Barcelona económica de los dos últimos siglos.

Robert Hughes, autor del libro Barcelona y crítico de arte de la revista Time, sostiene que lo más significativo de la Casa Llotja es su salón de contratación -fue el parqué de la Bolsa de Barcelona hasta 1995-, situado en la planta baja del edificio y considerado una de las piezas maestras del gótico catalán. Este salón, el del Tinell, en la plaza del Rei, y la basílica de Santa Maria del Mar fueron construidos en la segunda mitad del siglo XIV, bajo el impulso creativo del monarca catalán Pere III el Cerimoniós, en el primer gran boom inmobiliario de Barcelona.

Tras aquel salto urbanístico, que sirvió para construir la nueva muralla y buena parte del Casc Antic, se han producido otras dos transformaciones: la de 1900, cuando a instancias del plan de Ildefonso Cerdà la ciudad levantó el Eixample, la primera cuadrícula moderna y antecedente más directo de aventuras urbanísticas similares, como la de Manhattan y la de Chicago, y el último y más reciente salto cualitativo, que tuvo lugar en los años anteriores a los Juegos Olímpicos de 1992.

La Llotja del XIV, levantada entre 1380 y 1392, fue la casa de los mercaderes, además del centro de contratación más poderoso del Mediterráneo. Floreció 'cuando Madrid no era más que un villorrio de chozas alrededor del río Manzanares', en palabras de Hughes; pero nació en tiempos difíciles, ya que en aquellos mismos años la peste diezmó el 50% de la población de la ciudad. El esplendor de la Llotja se vio interrumpido en 1714, cuando las tropas de Felipe V y del duque de Lirio tomaron Barcelona y la pólvora de los arcabuceros realistas oscureció las paredes del edificio.

Poco después, Carlos III, 'un rey ligeramente ilustrado', dijo Hughes, restableció el comercio de los catalanes con las Américas y devolvió a la Llotja su antiguo esplendor. En los primeros años de esta segunda etapa del inmueble, la Llotja estuvo gobernada por la Junta de Comercio, antecendente histórico de la actual Cámara de Comercio de Barcelona. Ahora, en el bicentenario del edificio, se hace hincapié precisamente esta refundación, iniciada en 1764 por el arquitecto Joan Soler i Fanega según el gusto neoclásico, al que Hughes apenas dedicó atención en su conferencia de ayer, dando a entender que el estilo afrancesado del XVIII -frente al gótico, se entiende- puede ser obviado por el juicio de la historia.

En la Llotja neoclásica se instalaron las primeras aulas de enseñanza superior, nacidas como alternativa a la Universidad de Cervera (Lleida), que había sido potenciada por los Borbones. El bicentenario del edificio coincide con su rehabilitación, en cuyas obras la Cámara ha invertido nueve millones de euros (1.497 millones de pesetas).

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