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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Balance inmigrante

La Ley de Extranjería ha cumplido en estas fechas su primer año de vigencia sin haber alcanzado prácticamente ninguno de los objetivos que se propuso. Desde luego, no ha acabado con la inmigración irregular y ha sido incapaz de reducir la bolsa de inmigrantes sin papeles, a los que desde el 14 de enero pasado se les ha reducido drásticamente la posibilidad de regularizarse y se les aconseja que vuelvan a sus países de origen.

No puede decirse que el balance de la ley de inmigración 'más avanzada de Europa', como la calificó Aznar, sea un éxito. La ley ha servido, más bien, para articular un mensaje oficial receloso frente a la inmigración, asociándola más a conceptos socialmente negativos -ilegalidad, miseria, conflictividad e incluso delincuencia- que a otros de indudable valor para el desarrollo de la sociedad de acogida, como la contribución a la mejora de la economía y la contención de la decaída tasa de natalidad. Ese discurso ha tendido, en todo caso, a moderarse desde que el ministro Rajoy tomó las riendas de la política de inmigración.

La situación es parecida o peor que hace un año: si entonces había unos 100.000 inmigrantes sin regularizar, a los que se amenazó en un principio con la expulsión, hoy son unos 250.000 los que se encuentran en esas circunstancias y bajo la misma amenaza. ¿Qué ha pasado para que, tras haber regularizado a lo largo del año, según cifras de Interior, unos 300.000 inmigrantes, queden casi otros tantos por regularizar? Pues que el efecto llamada, atribuido frívolamente por el Gobierno a la anterior Ley de Extranjería, ha seguido funcionando con la actual y que los inmigrantes irregulares siguen entrando en España.

La división que hace la Ley de Extranjería entre inmigración legal e inmigracion irregular es tan estricta que en su primer año de vigencia ha sido sobrepasada por la realidad. Los mecanismos de la inmigración legal y ordenada -cierre de fronteras, papeles en origen, cupos de trabajo, convenios bilaterales...- no han bastado en absoluto, si es que han funcionado, para cerrar el paso al inmigrante sin papeles. Hoy son más que hace un año los inmigrantes sin derechos, bajo el riesgo de ser explotados laboralmente o de caer en manos de las mafias, si no de la pura delincuencia.Pero con menos esperanzas de salir de esa situación que hace un año.

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