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VISTO / OÍDO
Columna
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Constitución

Los actuales gruñidos políticos acerca de la Constitución indican, sobre todo, que ésta que tenemos como producto de la rara y amenazada transición -poca gente recuerda que hubo 100 muertos durante ella, y que eran de la izquierda- es perfectamente utilizable por el Gobierno con ayuda de redactores de sentencias, leyes, dictámenes o editoriales.

Aznar lo descubrió fácilmente: su partido, que se negaba a esta constitución por izquierdista, la defiende ahora como si fuera el manto de la virgen, y la virgen misma, porque ha descubierto que es un camino cualquiera que conduce a cualquier parte y a él le está conduciendo donde quiere. Los aznaristas tomaron el camino del 'patriotismo constitucional', se lo robaron a Habermas, que lo propuso cuando se trataba de reconstruir una Alemania desvencijada, pero como aquí somos más simbólicos que nadie lo vamos fortaleciendo con ostentación: como la de poner en la plaza del Descubrimiento, vulgo Colón, la bandera más grande del mundo, hecha con tela de velamen, idea y diseño del mismo Aznar. Todo está teniendo trampillas: como la 'segunda descentralización', que no sé si se le habrá ocurrido también a algún filósofo alemán, que no consiste en afirmar la primera sino en sustituirla; y la no reforma del Senado. Ésa se le ocurrió a De Gaulle y perdió el referéndum. La mejor reforma del Senado es su disolución, que se podría aprovechar para derribar el edificio anexo que le han colocado y para suprimir miles de millones en gastos superfluos. Pero para ello también habría que desvirgar la Constitución y lanzarla por el camino de la perdición.

Yo no soy contrario a la intención de reconstruir una unidad, excepto que se quiera hacer bajo la bandera gigante y el canto a las gestas gloriosas de la Reconquista y la Guerra de Liberación -que si se estudia un poco, son la misma: una sola guerra a plazos en favor de las mismas personas genéticas, si se me permite la expresión-; lo soy más a favor de la europeización, con sus peros: que no fuera la Europa de los capitales y que no estuviera cayendo en la velocísima reconstrucción del Imperio. Al que también podemos mirar como a una extensión graciosísima de la Reconquista: empezamos tomando Granada y terminaremos destruyendo Irak, Irán y lo demás.

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