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Reportaje:

Una inversión de 2.600 millones de euros para llevar el metro a un millón de personas

Las máquinas excavan los últimos tramos de los 40,5 kilómetros de túneles del suburbano del sur, que tendrá 28 estaciones

Antonio Jiménez Barca

Miguel Ángel Chinchilla y Pedro Alcolea, de 23 y 27 años, viven en Usera, trabajan en Móstoles y en abril de 2003 les va a tocar la lotería. A partir de entonces, fecha en que está previsto que se abra el metrosur -el suburbano que enlazará entre ellos y con Madrid a los municipios de Móstoles, Fuenlabrada, Getafe, Leganés y Alcorcón-, comenzarán a ahorrarse una hora al día en transporte. En un año habrán ganado a sus vidas 20 horas mensuales. Esto es, restando el mes de vacaciones, 220 horas o nueve días enteros. Por eso, cuando contemplan la boca de metro de Hospital de Móstoles, situada a 20 metros de su oficina, se les pone la misma cara que a los que salen en la tele el día del Gordo.

El circuito, que se puede recorrer entero en una hora, abrazará cinco ciudades, dos universidades y tres hospitales
Ahora mismo, si un habitante de Getafe quiere ir en tren a un cine de Alcorcón, debe pasar previamente por Atocha

El metrosur regalará tiempo a cientos de miles de viajeros. La Comunidad calcula que, desde la fecha de inauguración, este nuevo metro del sur trasladará a 140.000 viajeros cada día. Y 470.000 personas -es decir, casi la mitad de la población de estas cinco ciudades, que suman en conjunto 873.000 habitantes- tendrán una estación a menos de 600 metros de su casa.

Una de ellas será Gema Candel, de 23 años, que vive en Loranca (Fuenlabrada) y trabaja en un bar de la Puerta del Sol. Ahora se levanta a las cinco de la mañana y vuelve a casa a las seis de la tarde, después de montar (a la ida y al regreso) en autobús, en tren de Cercanías y en metro. A partir de abril de 2003, Candel, cada año, le ganará a su vida 13 días. Con el metrosur saldrá de casa a las 5.45 y estará de vuelta a a las 17.15. Ya sabe qué hacer con ese tiempo. 'Iré a buscar a mis hijos cuando salgan del colegio'.

Entre el 23 y el 26 de mayo de 2000, seis grupos de empresas, entre las que se cuentan las constructoras más importantes del país, arrancaron simultáneamente en seis tramos distintos la calificada ya como la obra civil más importante de Europa en su género. Para ello fue necesario que la Comunidad de Madrid se endeudara en casi 2.600 millones de euros (431.000 millones de pesetas). De esa cantidad, 195.000 millones de pesetas corresponden a obra civil, y el resto, a instalaciones y trenes. Era la mayor operación financiera de este tipo jamás llevada a cabo por ninguna otra comunidad autónoma.

Todo este gigantesco empeño para acometer lo que el ingeniero Manuel Melis, director de infraestructuras del Metro de Madrid, resume en una frase: 'Hacer un túnel en suelo blando bajo una ciudad habitada'. El túnel medirá 40,5 kilómetros y tiene forma de círculo mal dibujado; el suelo es tan permeable y arenoso que impone avanzar con pies de plomo para que no se venza debajo de las casas; y la ciudad, una megalópolis compuesta de cinco ciudades y habitada en conjunto por 873.000 personas, a las que, en buena parte, este agujero les va a cambiar la vida. El Gobierno asegura que el proyecto estará acabado en el plazo previsto, en la primavera de 2003, con sus 22 estaciones, sus otras seis estaciones intercambiadoras con cercanías de Renfe y una línea de enlace directo con Madrid.

Visitar las descomunales obras es lo mejor que puede hacer un madrileño si quiere parecerse a los personajes de El señor de los anillos cuando bajan a las minas de Moria. Con monstruos y todo. Una de las estaciones clave, Puerta del Sur, que servirá de nudo entre la línea 10 y el metrosur, es ahora un inmenso hoyo de color gris, parecido a una gigantesca caja de zapatos del tamaño de una casa de cinco pisos. El suelo ya es de hormigón, se adivinan los vestíbulos, los huecos para los ascensores y las escaleras automáticas, y las entradas. Al fondo, el túnel, aún sin vías, que parte en dos la caja de zapatos, se pierde a derecha e izquierda, también iluminado con los mismos fluorescentes.

Media docena de personas, montadas en una grúa, trabajaban el jueves pasado en abrir un pozo de ventilación. En una esquina, un pelotón de 20 trabajadores conocidos como ferrallas trenzaba una estructura de barras de acero en el suelo. Parecen pocos obreros para esta cueva enorme. Pero el técnico de la Comunidad encargado de este tramo explicaba que no: 'Esto ya está muy avanzado. Salvo colocar las vías, queda por poner la instalación eléctrica, la señalización... Pero lo grande ya está hecho'. Lo grande, claro, fue excavar el hoyo y hacer luego que el túnel pasara por el medio. En total se han excavado 28 grandes cajas de zapatos que se convertirán en otras tantas estaciones, y un túnel de nueve metros de diámetro que las enhebrará todas. Actualmente sólo quedan dos estaciones por excavar por completo en Leganés y tres pequeños tramos de túnel por perforar, que no suman más de cinco kilómetros.

El metrosur no sólo servirá para ganar tiempo. Alberto Ruiz-Gallardón, presidente de la Comunidad, persigue además el objetivo de vertebrar las cinco grandes ciudades del sur, que, dentro de un año escaso, compartirán algo más que la geografía. El circuito de 28 estaciones, que un viajero tardará una hora en recorrer por entero, abrazará, además de los cinco municipios, dos universidades (la Rey Juan Carlos, en Móstoles, Fuenlabrada y Alcorcón; y la Carlos III, en Getafe y Leganés) y tres hospitales (el de Móstoles, el de Alcorcón y el futuro de Fuenlabrada).

Ahora mismo, si un habitante de Getafe quiere ir en tren a un cine de Alcorcón, previamente debe pasar por Madrid. Un desvío en forma de tijera; así que, normalmente, no va. Y lo mismo le pasa a un vecino de Móstoles que quiera ir a la plaza de toros La Cubierta, de Leganés. 'Con el metrosur se intensificará el contacto entre todas estas ciudades. Habrá una cercanía física y una cercanía psicológica. El metro crea la ciudad. Por lo general, se entiende que la ciudad llega hasta donde llega el metro', señala el consejero de Obras Públicas de la Comunidad de Madrid, Luis Eduardo Cortés. Además de las universidades y los hospitales, el metrosur unirá fábricas, factorías, polígonos industriales,.... Y llegará a zonas ahora desérticas que en un futuro albergarán 18.000 nuevas viviendas. Estas futuras casas se levantarán muy deprisa precisamente por el acicate de tener cerca una boca de metro.

El túnel casi excavado permite ya a los vecinos impacientes hacer cuentas: Rubén Breña, de 23 años, que vive en Alcorcón y trabaja en Getafe, calcula que el metro le ahorrará una hora diaria. Ve desde el balcón de su casa crecer el hoyo que se convertirá en la estación Parque Oeste.

En otras ciudades europeas las obras se eternizaron. En Londres, en nueve años se construyeron 16 kilómetros; en Lisboa, en ocho años, se llegó a 12. ¿Cómo se logran 40,5 kilómetros en tres años en el sur de Madrid?

Para comprenderlo es preciso viajar a otra parte del túnel donde trabajan los monstruos de esta historia: las tuneladoras, las que taladran el subsuelo. Empezaron siete; ahora sólo trabajan tres. Una de ellas, bautizada por Cortés como Los mares del Sur, socava el terreno en una parte del túnel en Getafe. Visto desde dentro, este ingenio de 140 metros de largo es una mezcla de serpiente metálica, factoría subterránea y submarino grasiento, donde 40 personas trabajan en tres turnos para que la máquina no se detenga jamás. Por dos motivos: por rentabilidad -cada tuneladora cuesta 2.500 millones de pesetas- y por seguridad, ya que -al igual que ocurre con una bicicleta, en la que no hay que dejar de pedalear para no caerse- la tuneladora es más segura si no se detiene. El avance constante de la máquina impide que el terreno se asiente, lo que, más tarde, podría acarrear hundimientos. Un escudo rotatorio con cuchillas roe el terreno propulsado por 28 gatos hidráulicos que empujan con una fuerza de 8.000 toneladas. Cada vez que gana medio metro, la máquina suelda las paredes del túnel con anillos de cemento.

Así, a empujones colosales de 50 centímetros, el gusano metálico se arrastra bajo tierra mientras los vecinos, arriba, ya piensan qué hacer con el tiempo que les va a regalar el tren. ¿Todos contentos? No. Un obrero de la ferralla estaba tan harto que exclamó: 'Si algún día vuelvo a Móstoles, ¡por mi padre que lo hago en autobús!'.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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