Totalitarismo democrático
'La mejor Ley de Prensa es ninguna ley de prensa', decíamos cuando los Fraga y parientes disfrazaban la censura de otra legalidad y con la cara sin un solo gesto de frescos, de pioneros de la libertad. Qué vida tan asombrosa la del siglo XX en España, que deja en éste flecos para el susto político. Lo mismo con Internet: no queremos ninguna ley, ninguna cortapisa, ninguna coacción que no sea, simplemente, la ley, los códigos: civil, penal, de comercio. Los que nos deben defender de injurias y calumnias, de embustes, de ventas ficticias, de falsificaciones. Habrá que ver la Red como el teléfono, el correo, las empresas de mensajeros, la televisión, la radio, el periódico: siendo otra cosa, es lo mismo.
Estos Gobiernos de conciencia y aprendizaje totalitario, estos Gobiernos y partidos y empresas y capitales de gentes de 'orden', quieren ordenarlo todo, por el 'hágase según su palabra'. Son administrativistas, aunque intercalen la palabra 'juez' en sus mandatos para dar un sentido de solemnidad y de 'otro poder': como si esa palabra no estremeciese, como si no la estuvieran totalizando. La campaña contra una cierta acracia que corre por Internet ha ido preparándose con advertencias vagamente miserables: la pornografía, especialmente infantil, que transporta; los que difunden maneras de fabricar explosivos; venta sin receta de medicinas, especialmente sexuales -Viagras y cosas-; estafadores de bancos. Y todo lo demás: lo que existía antes existirá después, y no es la esencia de la Red, como no lo es de la prensa libre o de la capacidad de manifestarse, como no una falta de ortografía, a la que los periódicos sistematizados -sin necesidad de leyes- dedican casi suplementos.
El desprestigio por vías colaterales es una de las formas del ataque a formas de libertad, equivocadas o no; el uso multiforme de las leyes gracias a lenguajes entornados para ser utilizadas como se quiera para la corrupción legal, la moral agresiva como fórmula, la utilización de la semántica para cambiar el sentido de las palabras, la administración del silencio y la consigna del pensamiento único son las maneras del totalitarismo democrático: y lo antitético de estas dos palabras, la contradicción de los términos, indica ya en qué mano está cayendo Internet, como todo lo demás: es un Gobierno con esa vocación filogenética, o con esa predilección nativa de su fundador y de su presidente de Gobierno. Todo: lo quiere todo, y se queda con todo.
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