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Reportaje:

La alta factura de la 'agresividad contable'

El 'caso Enron' golpea a Wall Street ante la pérdida de credibilidad de consultoras y auditoras

Wall Street está nerviosa, los inversores tienen ansiedad y los tiburones del Congreso huelen la sangre, todos bajo el hechizo de la palabra maldita: Enron. Un viento de fronda recorre las avenidas de Corporate America, el mundo empresarial de Estados Unidos, empujando a la baja a firmas inmersas en operaciones opacas o que han llevado hasta el límite, con el aval de auditores y consultores, la denominada agresividad contable.

Las auditoras y la SEC han saltado estos días a la palestra con planes de reforma dirigidos a tranquilizar a los inversores
La auditoría ofrece una protección crucial al inversor. Si uno no puede confiar en los números, ¿cómo va a invertir correctamente?

George Bush pasó de puntillas sobre esta crisis en su discurso sobre el estado de la Unión. El presidente, primer beneficiario de las donaciones a políticos realizadas por Enron, tenía buenos motivos para no airear ante la nación sus antiguas y buenas relaciones con Kenneth Lay, el creador de la compañía de Houston protagonista de la mayor suspensión de pagos de la historia. Pero tampoco podía evitar referirse a un asunto que ocupa el centro de la vida política y económica de Estados Unidos. Sin mencionar la temida palabra en un discurso en el que no ahorró nombres propios al dibujar el 'eje del mal' en la escena internacional, Bush dijo que 'mediante más estrictos patrones contables y más duras exigencias de información hay que hacer que las empresas de Estados Unidos sean más responsables ante empleados y accionistas'.

Las compañías de Estados Unidos se mueven en un marco cuya flexibilidad es puesta al límite por los más ambiciosos con la connivencia de los cancerberos. Cuentas de fábula que suscitan las dudas de los auditores son visadas por temor a las consecuencias de perder el cliente y cuando estalla un caso como el de Enron tiembla un país en el que la mitad de los ciudadanos está en la Bolsa y muchos empleados vinculan su pensión a la cotización de la empresa. 'Ésta es la mayor crisis a que se enfrentan los inversores desde la de 1929', el año del crash, dice en el semanario BusinessWeek Howard Schilit, responsable de una firma que fiscaliza los mercados. 'Los inversores no saben en quién confiar'.

Las auditoras y la SEC (entidad equivalente a la Comisión Nacional del Mercado de Valores) han saltado estos días a la palestra con planes de reforma dirigidos a tranquilizar a los inversores. PricewaterhouseCoopers y Deloitte & Touche han anunciado planes de escindir sus divisiones de consultoría antes del verano. Siguen los pasos de otras dos de las Cinco Grandes: Ernst & Young vendió el negocio hace dos años a la europea Cap Gemini y KPMG independizó su división consultora hace un año.

Andersen, auditora y consultora de Enron, ha hecho saber que va a introducir cambios en su modo de operar para eliminar el conflicto de intereses entre las funciones de auditor, contable y/o consultor llevadas a cabo simultáneamente en el mismo cliente. La firma de Chicago dejará de ser a la vez contable interno y auditor externo, y no venderá determinadas tecnologías aplicadas a las finanzas a los clientes que audita. Idénticas medidas han adoptado Pricewaterhouse y Ernest & Young.

'Auditoría y contabilidad están en plena crisis en este país', declaraba Paul Volcker, presidente de la Reserva Federal entre 1979 y 1987, al anunciar el domingo pasado que aceptaba la propuesta de Joseph Berardino, el presidente de Andersen, de encabezar un consejo revisor independiente que escrute de arriba a abajo el modo en que opera la auditora, con capacidad de ordenar todos los cambios que crea necesarios. 'La auditoría ofrece una protección crucial al inversor. Si uno no puede confiar en los números, ¿cómo va a invertir correctamente?'. El hombre que combatió con éxito la que parecía invencible inflación desatada en los años setenta se propone ahora una tarea no menos hercúlea, la de devolver la credibilidad a Andersen.

Vehículos financieros

Sin hablar de las entidades de propósito especial -vehículos financieros empleados expresamente por Enron para ocultar operaciones dudosas o endeudamientos, y utilizados profusamente por la firma tejana-, empresas y contables tienen nutridos modos de contabilizar las múltiples transacciones que permite la compleja economía de hoy. Enron llevó la práctica hasta las últimas consecuencias y quedó convertida en escombros. Operaciones apenas ensoñadas, como la de crear un mercado sobre banda ancha, que nunca llegó a despegar, pasaron a los balances como beneficios de 110 millones de dólares con el visto bueno del auditor. 'Nadie en la división podía entender cómo consiguió Enron que Andersen lo aceptara', comentaba estos días un antiguo responsable de la división de banda ancha. 'Cuando nos enteramos, nos quedamos con la boca abierta. El negocio no se acercaba ni remotamente a esas cifras'. Es un ejemplo entre muchos de los enredos contables de Enron a los que Andersen asintió.

Ejecutivos de Andersen se reunieron hace ahora un año para tratar de determinadas operaciones dudosas y discutir sobre la pertinencia de abandonar Enron. Se decidió seguir adelante pensando también en futuros beneficios, porque los 52 millones de facturación (27 de consultoría y 25 de auditoría) del año 2000 iban camino de llegar al centenar en cuestión de poco tiempo. Una de las propuestas que están manejando quienes plantean la urgente necesidad del cambio es someter a las auditoras a la fiscalización de una entidad o consejo supervisor independiente. '¿Qué hubiera pasado si el dilema de Andersen sobre si renunciar o no a Enron hubiese sido elevado al consejo?', se preguntaba The New York Times. 'Cuando se plantean cuestiones de conciencia se necesita un consejo con representantes públicos que lidie con ellas'. Un congresista está redactando una propuesta legislativa radical: crear una nueva entidad que audite a todas las empresas que cotizan en Bolsa. Para las actuales auditoras quedarían las sociedades de propiedad privada.

Otra propuesta de reforma es la de limitar el periodo de tiempo que una auditora puede trabajar con el mismo cliente. Parte la idea del supuesto de que una auditora se esforzará por hacer un trabajo impecable al saber que al cabo de unos años su esfuerzo va ser revisado por una competencia que podría responsabilizar al anterior auditor de hipotéticos agujeros. Las afectadas rechazan la medida porque, dicen, el trabajo de auditoría requiere un tiempo para conocer bien el cliente.

Limitación legal

La iniciativa de Andersen y las restantes auditoras es tanto una medida de imprescindible higiene ante los ojos de un ciudadano escamado como un intento de evitar una más agresiva intervención de los poderes públicos en el hasta ahora discreto, cerrado y endogámico mundo de la auditoría. Las auditoras tienen prohibido prestar asesoría legal y hace un par de años, el entonces presidente de la SEC, Arthur Levitt, fracasó en su intento de separar auditoría y consultoría. Ahora, el American Institute for Certified Public Accountants (AIPCP, el ente que gobierna a la profesión contable, establece los patrones de las auditorías y revisa los procedimientos empleados) dice que no se opondrá a la limitación por ley de determinados servicios que en estos momentos prestan las mismas firmas.

Los intereses de la auditoras ante las pretensiones de la SEC fueron defendidos entonces con éxito por Harvey Pitt, quien desde el pasado mes de agosto es el presidente de la SEC. Pitt ha comparecido esta semana ante el Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes, uno de los varios que analizan el fiasco de Enron, para lamentar la tragedia y declarar que 'inocentes inversores fueron traicionados por el abuso de nuestro sistema de información y contabilidad'.

Nueve propuestas de cambio

Harvey Pitt presentó a los congresistas una batería de nueve propuestas de cambio para mejorar y modernizar el actual sistema regulador y de información, medidas que afectan tanto al rigor y credibilidad de la información que ofrecen las empresas como al modo en que sus resultados son fiscalizados por auditoras y consultoras. 1. Un sistema de información al momento por parte de las empresas, en vez del vigente, que suele ser trimestral, y que ofrezca datos incuestionables. 2. Información sobre tendencias significativas y datos evolutivos, que permitirá a los inversores evaluar la situación de la compañía. Los datos deben ser presentados sin que induzcan a la confusión de los inversores. 3. Declaraciones financieras claras e informativas. Inversores y empleados merecen recibir informaciones financieras que sean fáciles de interpretar y entender. 4. Pormenorizada identificación y valoración por las compañías y sus auditores de principios críticos contables. 5. Patrones contables que respondan de un modo rápido, conciso y claro a las necesidades del momento y del inmediato futuro y reflejen las realidades del negocio. 6. Un sistema efectivo y transparente de regulación privada del sector de las auditorías, sujeto al control de la SEC. Pitt propone que ese consejo esté constituido por una mayoría ajena a la profesión. 7. Un sistema que garantice que los auditores se mueven por el interés público y no están sometidos a conflictos que pueden menoscabar sus esfuerzos. El incremento de los beneficios de quienes realizan auditorías no debe ir en detrimento de la protección del público. 8. Mayor protección de los inversores mediante comités de auditoría. Estos comités deben interactuar con los gestores de las empresas y los auditores, entender qué principios y por qué se han usado y tener elementos de juicio suficiente para creer que los resultados presentados responden a la auténtica situación de la compañía. 9. Recomendaciones de los analistas basadas en datos financieros que ellos han descifrado e interpretado.

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