Una unidad de destino en lo universal
¿QUÉ ES LA GLOBALIZACIÓN? Conforme avanza el debate respecto a sus consecuencias es más necesario concretar a lo que se refiere cada uno de los que participan en esa polémica. El Diccionario de la Real Academia Española acaba de incorporar el concepto en su vigésima segunda edición, que ha aparecido apenas hace unos meses: 'Tendencia de los mercados y de las empresas a extenderse, alcanzando una dimensión mundial que sobrepasa las fronteras nacionales'. Esta definición da a la globalización un carácter primordialmente económico, lo que es reduccionista.
Y, sin embargo, la mayor parte de los debates que sobre la globalización se generan se refieren a su secuencia económica, o más exactamente a la financiera, pues es en el mundo de los capitales donde se ha logrado una internacionalización más concreta. Mientras que la globalización de la cultura, la política, la ecología, los derechos humanos o económicos, los movimientos de bienes y servicios o de personas es mucho más incompleta. Algún otro diccionario privado describe la globalización como un 'estado de desarrollo planetario sin barreras, donde todo está próximo, accesible y donde todo comunica y donde, consecuentemente, las solidaridades y las interdependencias se acrecientan'. Ésta es una definición ensoñadora de la globalización, que la representa como lo que debería ser, no como es.
El concepto de globalización escapa al mundo de la economía y de las finanzas, aunque sea en éste donde ha generado más polémica. Pero afecta a la política, la cultura, los derechos y la vida cotidiana de los ciudadanos
El FMI, uno de los organismos multilaterales que más la han teorizado desde el punto de vista financiero, dice que 'la globalización es la interdependencia económica creciente del conjunto de países del mundo, provocada por el aumento del volumen y la variedad de las transacciones transfronterizas de bienes y servicios, así como de los flujos internacionales de capitales, al tiempo que la difusión acelerada y generalizada de la tecnología'. Otra visión economicista que seguramente sirve para la discusión técnica, pero que aleja sus contenidos de la reflexión del ciudadano corriente, que se enfrenta casi de repente con un concepto que le es novedoso, pero que refleja una situación que se ha dado en la historia en muchos momentos.
En realidad, la historia del mundo está compuesta de sístoles y diástoles globalizadores. ¿Qué fue sino una aproximación a la globalización el descubrimiento de América, los viajes comerciales de los fenicios por el Mediterráneo o la llegada de los misioneros jesuitas a Japón?
Es el sociólogo francés Alain Touraine el que ha distinguido la descripción científica de la globalización de una definición ideológica. Para Touraine, una cosa es concretar el aumento de los intercambios mundiales, el papel de las nuevas tecnologías y la multipolarización del sistema de producción, y otra decir que constituye un sistema mundial autorregulado y, por lo tanto, que la economía escapa y debe escapar a los controles políticos. Se sustituye una representación exacta por una interpretación errónea. La globalización también se podría definir, dice el sociólogo, 'como un proceso nefasto mediante el cual los pueblos han cedido el poder sobre sus economías y sociedades a fuerzas globales y antidemocráticas, tales como los mercados, las agencias de calificación de la deuda, etcétera'. Se llega así a un concepto más comprensivo de la globalización, según el cual es un proceso por el que las políticas nacionales tienen cada vez menos importancia y las políticas internacionales, aquellas que se deciden lejos de los ciudadanos, cada vez más. Si fuese así, la globalización se vincularía sobre todo a la esencia del sistema en el que aspiramos a vivir: la democracia, la sociedad de libertades políticas, económicas y sociales.
He oído recientemente la descripción más sorprendente e irónica de la globalización al catedrático de historia de la Universidad de Murcia, Javier Guillamón: 'La globalización es una unidad de destino en lo universal'. Si José Antonio Primo de Rivera levantase la cabeza...
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