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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El vampiro heroico

Todo lo relacionado con Drácula sigue vigente, como cumple a un mito ligado a la inmortalidad. Desentrañar la vertiente vampírica y la histórica del asunto sigue manteniendo en vilo a no pocos investigadores. Fernando Martínez Laínez (Barcelona, 1941) acaba de obtener por este libro el Premio Grandes Viajeros 2001. El cauce de la obra se nutre de dos afluentes: la crónica viajera y la divulgación de un copioso material documental.

La estructura del libro (pequeños capítulos, como teselas de un mosaico inabarcable pero fascinante) ayuda a orientarse en el magma de la época de Vlad Tepes, el terrible señor de las montañas transilvanas en la Rumania de mediados del siglo XV. Tepes significa el Empalador: por su método de ejecución. El personaje, por sus batallas contra húngaros y turcos, fue ensalzado al pedestal de héroe rumano tanto por el régimen de Ceausescu como por el nacionalismo actual.

TRAS LOS PASOS DE DRÁCULA

Fernando Martínez Laínez Ediciones B. Barcelona, 2001 304 páginas. 17,99 euros

Y luego está el vampiro, cuya

imagen catapultó tres siglos después Bram Stoker, que nunca pisó Rumania. El libro de Stoker se publicó en 1897 y sólo fue legal editarlo en Rumania en 1992, es decir, tras la caída de Ceausescu. Martínez Laínez encuentra un sinfín de testimonios mientras viaja, contrarios a la identificación entre el gran héroe y el gran vampiro. Pero los rumanos de hoy no tienen más remedio que organizar todo un enorme tinglado turístico aprovechando el tirón del mito vampírico. Un mito que, gracias al cine (la primera película draculiana se rodó en la Unión Soviética, antes que Nosferatu de Murnau), logró un impulso incontenible.

Martínez Laínez siempre lleva a punto el detector de tensiones sociales: su mirada a las gentes de la Rumania de hoy, enfangadas en la miseria y la desconfianza y a la vez deseosas de acceder a una vida homologable con la del resto de Europa. Pero no circunscribe la crónica a los avatares del viaje, sino que relaciona lo que va viendo y lo que va hablando con la historia reciente del país. De ahí su inquietante descripción de Bucarest, con 200.000 perros peligrosos y abandonados por las calles a raíz de la gigantesca expropiación urbanística perpetrada por Ceaucescu para edificar sus palacios megalomaniacos; de ahí sus anécdotas como la del padre llevando el ataúd de su hijo en el metro. Y su sintética descripción de la patria de Drácula: un país 'con el corazón francés y la mente balcánica, que importó una monarquía prusiana transformada (vampirizada) en aliadófila. Una francofilia alimentada por reyes alemanes de pura cepa'.

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