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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Espacios de lo imaginario

'¡Manos fuera! Yo no desnaturalizo lo que fotografío, ni le doy retoques ni arreglo nada!'. El lema de la norteamericana Dorothea Lange, una de las más conmovedoras autoras de la fotografía documental comprometida, quedó plasmado en su desconcertante Madre desarraigada (1936). La imagen, de una composición bellísima, muestra el rostro con la mirada perdida de una trabajadora itinerante, que esconde un sentimiento de orgullo y dignidad; mientras en su regazo duerme su hijo pequeño, como un muñeco roto, los dos mayores, uno a cada lado, buscan refugio en los hombros de la madre. Otro documentalista de la vida campesina norteamericana, Walker Evans, describió con una objetividad extrema y esa pureza que concierne a la fotografía artística la película de la vida de los pobres con la misma precisión con la que documentó la fotografía de arquitectura de su país. Su manera de combinar la crítica político-social y la estética tiene su correlato en otra imagen arrolladora, Niños de Alabama (1936), cuyos cuerpos cubiertos de andrajos son como un secreto elucidado en el mundo actual que oscila entre las traiciones a las causas justas y los purgatorios continuos del mundo fenoménico de la barbarie.

CINCUENTA Y UN AÑOS

David Goldblatt Museu d'Art Contemporani de Barcelona (MACBA) Plaça dels Àngels, s/n Hasta el 14 de abril

La originalidad de estos dos grandes fotógrafos no fue igualada siquiera por la fuerza de discípulos como Mary Ellen Mark o William Klein, pero sí por un talento individual que confirió a los paisajes y gentes de Suráfrica significados humanos: David Goldblatt (Randfontein, 1930) retrata el triste júbilo de la existencia, el remanente en vida de las clases populares a través de la cotidianeidad, y lo hace con una voluntad de denuncia que le acerca a la pasión interiorizada de sus admirados Lange y Evans. Como un gran aforista, que funde ética y contención, Goldblatt se ha caracterizado a lo largo de más de medio siglo de profesión por una elegante simplicidad y por la cualidad que más alabó en los fotógrafos cuya obra le obsesionaron de joven -Capa, Cartier-Bresson, Bert Hardy, Kurt Hutton o Bill Brandt: la capacidad del medio para conservar algo de la existencia-.

'Aunque pueden hacerse muchas

generaciones de reproducción, algo de esa realidad original sigue dentro de la imagen. Me resulta mágico el hecho de que la fotografía sea irrefutablemente una parte física de esa realidad, y que al tiempo no sea esa realidad, sino una abstracción de ella', explica Goldblatt a Okwui Enwezor, comisario de esta retrospectiva producida por el MACBA que aborda los dos grandes temas de este autor de origen lituano: la penetración del apartheid en cada aspecto de la vida de África del Sur, el deterioro progresivo de los paisajes urbanos y la solidaridad y el espíritu de unión de los colectivos sociales en los momentos difíciles. Son sus trabajos en las minas de oro entre las que creció, el largo y lento transporte desde la casa hasta el trabajo de las gentes segregadas por las leyes del régimen que resisten y declinan enfrentarse con la muerte, cara a cara (la conmovedora serie de los 'transportados de KwaNdebele'); la vida en la comunidad blanca de una pequeña ciudad de provincias -frente a la que Goldblatt pone su cámara y crea lo que Enwezor denomina 'espacios intermedios' para que el espectador los explore como espacios de lo imaginario-; Johanesburgo, interiormente aislada; los retratos 'amables' de los 'afrikáner' y la vida en los bantustan o 'homeland', los únicos solares urbanos donde podían residir, con suerte, los negros, hacinados en diminutas habitaciones de alquiler de barrios rígidamente delimitados.

Ese contraste entre los límites del horizonte del paisaje para millones de trabajadores agrícolas y la inconmensurabilidad de los espacios de la que azarosamente gozaba el que había nacido blanco -sus límites se ceñían a la línea de crédito con el Banco de Fomento Agrario- es uno de los más bellos y a la vez más dramáticos de estas series fotográficas, que exigen del lector una energía de reacción solidaria.

Las reflexiones de Goldbaltt sobre el papel que la contingencia juega en la existencia de tantos seres que sufren persecución y miserias tiene la perspectiva de un poeta, pues nos hablan de la dignidad de los humanos reducida a su más terrible expresión, algunos todavía no conscientes de su condición, como aquel mendigo de Cumberland que camina tan decrépito y desamparado que 'al suelo / sus ojos se vuelven y, a medida que avanza / ellos avanzan sobre el suelo'.

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