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Columna
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Obituario

La polémica sobre las listas de amenazados por ETA podría estar fuera de lugar incluso si se supiera que han existido diferencias en el tratamiento de los 3.000 nombres que obraban en poder de la Ertzantza a raíz de la desarticulación del comando Buruntza y los 1.000 nombres que tiene la Policía desde el hallazgo de Toulouse. Ya que entonces se entraría en una fase más propia de Crónicas Marcianas. A menos que uno se pregunte sobre los contenidos de la listas en sí, es decir por el trasfondo que las constituye y no por los nombres en concreto, evidentemente. ¿Por qué 3.000 en un caso y 1.000 en otro? ¿Se trata de listas complementarias o bien de una selección dentro de la selección? ¿Qué conexiones podría haber entre la elaboración de una y otra? Naturalmente las respuestas las tienen los expertos y habrán considerado que ponerlas en conocimiento del público no haría sino entorpecer futuras investigaciones. Pero aún y con todo.

Lo que más ha llamado la atención es que sean tan largas. El número revela, en primer lugar, que hay muchos colaboradores a este lado de la frontera que reúnen la información para que otros la filtren y la entreguen a los encargados de distribuirla entre los comandos. Cosa que parece obvia pero informa sobre lo muy repartida que está la infamia y la baja catadura de quienes creen que añadiendo un dato a la lista no están sentenciando a muerte al interesado. Pero hay más. La abundancia de víctimas en potencia permite a los comandos elegir a las víctimas en función de la seguridad del propio comando. ETA practicó la selección restrictiva de objetivos, es decir el numerus clausus del horror, hasta que la dificultad de atentar contra los bien protegidos le aconsejó socializar el sufrimiento. En cambio, la coexistencia de objetivos de máxima importancia con la de víctimas de relleno les permite mantener cínicamente la cuota de terror a bajo coste. Siempre habrá alguien más fácil de matar.

La extensión de la amenaza hacia quien no simpatice por lo menos con el independentismo cumple su cometido de generalizar el terror. Antes callarse que correr el riesgo de que puedan considerarle a uno como víctima en potencia. Con las listas multitudinarias ETA perseguiría aterrorizar, pues, totalitariamente: a todos y por disentir, pero también estaría buscando la asfixia social. En efecto, la protección de todos los amenazados supone enormes gastos, con lo que está haciendo a la sociedad un daño semejante al que le infringe con el impuesto revolucionario, pero le obliga sobre todo a la movilización de recursos humanos muy cualificados con toda la problemática de prioridades, gestión y competencias que lleva aparejada, por no mencionar el problema político que generaría una protección selectiva. El daño que con ello ocasiona es superior a la eventual falta de objetivos que produciría la aplicación de unas medidas de seguridad completas, ya que ETA se vale del factor humano y la estadística. En una masa ingente de posibles víctimas siempre habrá quien se descuide.

La buena noticia es que ETA no puede dar curso a su estrategia. Las últimas capturas de comandos hablan de una ETA en horas bajas. Por dos principios muy simples. Cuantos más caen más caerán ya que, por compartimentada que esté, la información se acumula en cascada. Esto produce un corolario. El hecho de que la policía tenga mucha información, pero sin que se conozca ni cuánta ni cuál, paraliza el sistema. ¿Cómo saber que no le vigilan a uno? Resulta sintomático que el mayor arsenal de ETA y diferentes zulos permanecieran meses abandonados porque nadie -al menos nadie de quienes conocían su existencia- se atrevió a pasar por allí. El segundo axioma dice que cuanto más próximas entre sí estén las caídas más fuerte será la erosión, porque la dinámica de sustituir sectores neurálgicos del sistema apenas restablecidos conduce al colapso a corto plazo. La conclusión parece obvia, ETA debería buscar la manera de rendirse mientras pueda. Porque tendría que saber, si no lo sabe ya, que una posible tregua no iba a impedir que quienes la están desmantelando dejen de desmantelarla. ¿O no llovería sobre llovido?

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