Un trabajo distinto
El jugador deberá realizar fechorías al volante para descubrir dónde se esconden quienes le traicionaron
La etiqueta que limita la venta de videojuegos a mayores de 18 años está permitiendo que aparezcan títulos cada vez más originales y los diseñadores se dan el lujo de llevar un poco más allá los argumentos, bajo el amparo de que éstos títulos jamás deben llegar a manos de un menor. Éste es el caso de la tercera entrega de Grand Theft Auto, que además de dar el paso a las 3-D da un triple salto mortal en las fechorías que el protagonista es capaz de realizar al volante de cualquier vehículo.
La saga GTA inició su carrera en 1998 cuando DMA Design lanzó la primera versión, que se jugaba desde un punto de vista superior, pero que ya rebosaba diversión y entretenimiento a raudales. Básicamente el usuario es un delincuente común que realiza trabajos para distintas organizaciones criminales. Su especialidad son los coches, por lo que las misiones que normalmente se le otorgan implican robar un vehículo y conducirlo, ya sea para trasladar a una bailarina de strip tease o para recoger a unos atracadores al salir del tajo y llevarles hasta una guarida segura.
Grand Theft Auto III
Desarrolla: DMA Design Distribuye: Proein Plataforma: PlayStation 2 Género: Conducción Precio: 60 euros Edad recomendada: +de 18 años Internet: www.rockstargames.com/grandtheftauto3/
La tercera entrega mantiene este espíritu y lo amplía. Ahora, además, se pueden robar taxis, lo que permite ejercer de honrado taxista para ganar algún dinero; o apoderarse de una ambulancia para realizar tareas de salvamento, hecho que, encima, limpia la conciencia y la reputación del protagonista.
La mecánica del juego sitúa al usuario como uno de tantos evadidos de la cárcel. Frente a él la ciudad vive su rutina incapaz de sospechar que hay un personaje listo para hacer cualquier cosa por alcanzar los puestos más altos del hampa y descubrir dónde se esconde su ex novia. Ella fue quien le mandó al trullo al traicionarle tras un atraco al Liberty Bank.
El jugador puede moverse a sus anchas por las calles, parques, muelles, etcétera como si fuera una ciudad real. Al principio sólo posee un garaje y una cochambrosa habitación anexa que le sirve de dormitorio. Es ese el lugar adonde debe acudir cada vez que desee guardar la partida. Si desea trabajar en cosas más interesantes que de taxista o enfermero, debe acudir a Luigi. El capo le encargará divertidos recados para ajustar las cuentas con las bandas contrarias.
La forma de conseguir un vehículo es francamente sencilla. Basta con conseguir que uno se detenga, normalmente poniéndose frente a él. Pulsando el botón triángulo el protagonista arrancará del volante al legítimo propietario y se sentará en el puesto del conductor. Hay que salir pitando, si no el propietario realiza la misma operación. Con el recién adquirido coche se puede empezar a trabajar o a realizar entretenidos recorridos por la ciudad. No sólo se hace turismo, la zona es tan amplia y extensa que merece la pena, sino que se puede encontrar uno de los 100 paquetes ocultos que hay y que también suman puntos. Otra forma de aumentar la puntuación es hacer locuras con el vehículo, como saltar rampas, realizar trompos, etcétera.
La diversión está más que asegurada fueran como fueren los gráficos, pero es necesario destacar el trabajo realizado en la ciudad y su entorno para que el jugador se sienta inmerso en la acción. Existen ciclos de día y noche en los que suceden cosas totalmente distintas en la urbe. A las tres de la tarde, no sólo hay un sol espléndido, a no ser que llueva, que también es posible, sino que el tráfico es insoportable. Nada que ver con la placidez de la noche, con las calles vacías a excepción de algún coche de las bandas callejeras y vehículos patrulla de la policía. El aspecto sonoro, que ya destacó en sus primeras entregas, va también un paso más allá en forma de radiocasete que permite sintonizar múltiples emisoras con estilos de música variados, desde el rap, el progressive o la ópera.
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