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Columna
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¿Autocrítica?

¿Es anormal la ausencia de autocrítica en los programas electorales de los dos candidatos a rector de la Universidad de Valencia? ¿Hubiera sido interesante que hubieran dedicado un preámbulo explicativo de si están satisfechos de su gestión en anteriores equipos de gobierno de la Universidad? Quizás sólo para gente ingenua como yo. O puede que en otras condiciones.

De la lectura atenta de los programas de ambos candidatos se deduce que estamos ante propósitos nuevos desligados de la propia historia de los implicados donde nada tienen que objetarse a sí mismos. Quizás el precalentamiento anti-LOU a que hemos asistido en los últimos meses haya servido, a la postre, como cortina de humo para que a la Universidad le cueste asumir las pertinentes responsabilidades en el producto que el Gobierno ha venido a enmendar con su denostada LOU. Con todo, y sin entrar ahora a valorar el alcance de cada uno de los programas (ambos encomiables en sus propósitos técnicos, más crítico y moderno el del Dr. Barona, más realista el del Dr. Tomás, pero casi intercambiables en lo esencial), quiero resaltar que ninguno de los dos ha dedicado atención a algo que entiendo ha preocupado y preocupa a la comunidad universitaria, y, específicamente a la de esta Universidad -en la que llevo entre estudiante y profesor más de 30 años, con expulsión franquista incluida en los primeros años setenta-, que es una apuesta renovada y concluyente para mejorar el clima de entendimiento humano en buena parte de los departamentos universitarios.

Apuestas técnicas, humanistas, de organización, incluso de propósitos moralizadores de la sociedad valenciana no van acompañadas del pertinente código ético que habría de permitir la erradicación de prácticas ya denunciadas y conocidas de amiguismo, corrupción, presión sobre los débiles, control ideológico o personalista de la gente en formación, marrullerías en la selección del profesorado, privilegios ligados a estatus discutibles, trampas en los criterios de justicia distributiva y deficiente cumplimiento del principio de igualdad en los casos en que su práctica depende de órganos colegiados, etc., etc. Que lo que los votantes de esta elección quieran oír sea cómo va a quedar lo suyo y que los programas estén obligados a recoger las propuestas pertinentes de qué hacer en los diversos ámbitos donde el autogobierno universitario es competente no empece para que, a mi entender, se olvide un apartado donde proponer medidas y asumir compromisos que realmente vayan dirigidos a mejorar el tono de las relaciones personales en el seno de la comunidad universitaria, y muy especialmente, por no decir prioritariamente entre el personal docente e investigador o en formación, porque es aquí donde se ha dado un creciente deterioro de los principios de humanismo, paz y diálogo, espíritu crítico, respeto mutuo, ejercicio veraz de la libertad y auténtica vigencia del derecho a la diferencia.

Es muy loable que los candidatos dediquen no pocas referencias a superar las discriminaciones de género y proclamen que ninguna discriminación arbitraria ha de ampararse, porque son incompatibles con el espíritu democrático que les inspira, pero no lo es que se olviden de algo que está en el ánimo de buena parte de la comunidad universitaria como es que en la trastienda no sea oro todo lo que reluce. Todavía pueden proponer medidas y, además, compartirlas.

Vicent.Franch@eresmas.net

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