Una alcaldesa incombustible
Pocos políticos, como la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, tienen la singular habilidad para estar en candelero durante tanto tiempo sin socarrarse. A lo mejor -o lo peor- debe a su añeja condición de periodista esta aptitud para aguantar el tipo en la primera línea de la vida pública, en la que ya ha cumplido, e ignoro si celebrado, sus bodas de plata. Y lo que le queda, pues tiene dicho que se propone jubilarse en el cargo, lo que a la vista del mercado electoral ha de resultarle pan comido. Quizá por ello administra con tanta morosidad la ejecución de sus proyectos municipales y encaja sin desmelenarse los contratiempos, como el que le impide desarrollar por ahora el trazado sobre el Cabanyal. Ella sobrevivirá a sus adversarios y también a los magistrados que le han recordado la temeridad de saltarse a la torera la ley que protege el patrimonio.
Con todo y ello, se trata de un leve traspié que apenas sombrea el momento estelar que le está propiciando a doña Rita el justo protagonismo que le incumbe en esta 'segunda descentralización' que tendría por destinatarios a los ayuntamientos. El PP ha hecho suya esta asignatura pendiente en su reciente congreso, pero debemos recordar que, aun tratándose de una reivindicación más que secular, el último precedente en lo que nos concierne lo estableció el Pacto Local entre el Consell y la Federación Valenciana de Municipios y Provincias (FVMP). Un memorial de buenas intenciones que se quedó en agua de borrajas. Veremos si a la enésima va la vencida.
Ningún observador del acontecer político podrá negar la pertinencia de esta cruzada -o poco menos- que supone revitalizar las competencias, ámbito de gestión y finanzas de las corporaciones municipales. Verdad es que en no pocas ocasiones, especialmente en las parcelas de urbanismo y medio ambiente, su proceder no ha sido ejemplar, por no decir que ha sido delictivo, si bien a menudo sus desmanes son consecuencia de la necesidad recaudatoria y las pocas atribuciones que le ley les otorga. No obstante, es obvio que, a pesar de estos riesgos, la democracia se ahonda y enriquece en la medida que lo hace la vida municipal, sobre todo si un día se arbitran fórmulas más participativas para los vecindarios.
Una vez reconocido el mérito de la alcaldesa y la complejidad que comporta robustecer el municipalismo sin mellar el peso político de la Generalitat -que necesariamente habría de transferir no pocos de sus actuales poderes-, viene a cuento manifestar nuestra estupefacción por la reiterada propuesta de nuestra regidora en pro del fortalecimiento de las Diputaciones provinciales, estos fósiles administrativos e inflacionarios, convertidos tantas veces en contrapoderes del Gobierno autonómico y verdaderos obstáculos para la vertebración de la Comunidad. Si ése es el camino que amparan los populares, mejor dejar las cosas como están, pues de organismos y mentalidad provincialista andamos sobrados.
Claro está, y lo comprendemos, que esta querencia por las diputaciones es propia de quienes descubrieron el autonomismo cuando ya era una realidad indefectible y aceptada a contrapelo Como tal, y mucho menos como una variante de autogobierno, nunca estuvo en el horizonte de la derecha más conservadora, que nuestra alcaldesa representa, cual vieja guardia que es del partido gobernante. Cualidad esta la suya, tan respetable, que a mi entender -y no sólo mío- le ha cerrado la promoción hacia más altos destinos. En el PP, además de la debilidad por los jóvenes y apolíneos, se les quiere más centrados y aligerados de anacronismos. De no ser así, ¿quién mejor y con más densa hoja de servicios que Rita para suceder al presidente Zaplana? Pero, lo dicho, le sobran quinquenios y carece del estilo que hoy priva en su colectivo.
Pero como hay que aceptarla tal cual es, y es incombustible, habremos de admitir asimismo que en su mano está en buena parte activar el municipalismo. Convendría que no se demorase en la suerte y que alejase de sí la funesta inclinación por las diputaciones. Pero, si se sabe alcaldesa vitalicia, puede columpiarse en la propuesta y remitirlo todo a calendas graecas. No es propio de ella plantar cara a la Generalitat y menos aun cuando el próximo titular del Ejecutivo puede ser un hijo -político- suyo.
REVOLCÓN
Momentos recientes hubo en los que el Instituto Valenciano de la Exportación (IVEX) pudo parecer la cueva de Alí Babá. Con el tiempo, las críticas mediáticas y políticas se han ido desvirtuando a golpe de resoluciones judiciales exculpatorias del mentado instituto. No por ello está al abrigo de la necesaria fiscalización, e incluso de iniciativas ante los tribunales. Pero habrán de ser más razonadas que la emprendida por el diputado socialista Joan Antoni Toledo, tan aguerrido, que se ha resuelto con un revolcón debido a la falta de fundamentos de su alegato. Quizá el juez no ha estado muy fino, pero sí contundente al recordar que con recortes de prensa no se prueba nada.
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