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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La tragedia del psicoanálisis

En cuanto a su aspecto material, es éste un libro muy bien presentado, traducido, con excelente índice y buena precisión bibliográfica en castellano. Sería difícil ponerle algún pero en este sentido. En otro, por lo que respecta al propio trabajo de Breger, me imagino que dentro de los freudianos y psicoanalistas que aún no lo conozcan (se publicó el año 2000 en edición original) creará su polémica; a la que, por otra parte, éstos ya están de sobra acostumbrados cuando se trata de la figura del maestro y de la del propio psicoanálisis. Desde fuera de las fobias y filias de escuela, es de agradecer, en cualquier caso, una biografía como ésta, que manifiesta tan buenas maneras: deseo expreso de objetividad, respeto y crítica a la vez del personaje, contrastación de perspectivas, competencia científica y amenidad literaria.

FREUD, EL GENIO Y SUS SOMBRAS

Louis Breger Vergara. Barcelona, 2001 607 páginas. 19,95 euros

¿Por fin la biografía de Freud que estábamos esperando, como dice de ella su nieta Sophie, calificándola además de 'acertada e imparcial'? Quizá. Desde luego no se mueve en los antípodas ni de la hagiografía ni de la iconoclastia. Breger tiene una larga experiencia tanto de psicoanalista de diván como de cátedra, muestra verdadero interés y conocimiento del tema, y respeta (casi) tanto como critica a Freud. Cuenta, además, con las demás biografías existentes y se refiere a ellas, para bien o para mal, serenamente. En la suya no hace gala ni del extremismo crítico de un Frederick Crews, por ejemplo, ni de los partidismos y parcialidades de la biografía 'oficial' de Ernest Jones (1953-1957, Anagrama, 1970) o, en su onda, de los de la de Max Schur (1970, Paidós, 1980), de los de la mejor y más respetada de Peter Gay (1988, Paidós, 1990), o de los de la última, en este sentido más o menos hagiográfico, de Peter M. Newton (1995).

Está más en la línea de las biografías anteriores a la de Jones y a su influjo: en la de la más antigua de todas, la de Fritz Wittels (1924), que perteneció al círculo de los miércoles de la Berggasse, o en la de la también temprana de Helen W. Puner (1947), que recibió confidencias de Oliver, hijo de Freud. Los presupuestos de Breger desarrollan los que apuntaban éstas, sobre todo la última, que no tuvieron reparos en constatar la por demás evidente autocracia y despotismo de Freud; su auténtica vocación, que fue sobre todo la de hacerse famoso; su búsqueda de una teoría excepcional, con el fin primordial de conseguir la gloria, y su dedicación a este empeño por encima de familia, amigos, pacientes y honradez científica cuando hizo falta. Junto con la de Ronald Clark (1980), limitada por falta de materiales sólo conocidos después, ésta de Breger puede ser para el gran público, realmente interesado, la mejor y más amena de las biografías existentes de Freud.

Esta biografía, que sigue a

la vez la vida y la obra de Freud, que presenta una visión accesible tanto de su persona y circunstancias como de su teoría y desarrollo, pretende desencantar el mito que Freud mismo y sus discípulos crearon de él, el oscurecimiento sistemático de su vida que procuraron con el fin de ofrecer una imagen heroica. Es lo que llama Breger, en general, 'la gran tragedia del psicoanálisis', que al lado de consecuciones geniales y valiosas en grado sumo, presenta la rigidez de un dogma, la opacidad de una escuela esotérica, la belicosidad y defensismo de un clan, donde esencialmente privó desde el inicio, en cierta medida, la 'causa' por encima de la honradez, la teoría por encima de los pacientes, el método por encima de la verdad, la fantasía imaginativa por encima del trauma concreto, el simbolismo universal por encima de la interpretación individualizada. Freud tuvo gentes concretas necesitadas de ayuda, que seguramente le respetaron más que él a ellas. En su afán de que las cosas encajaran teóricamente, abusó de la precariedad psíquica de sus pacientes, exageró su mejoría, despreció ideas y métodos de maestros, discípulos, colegas y amigos muy cercanos, alguno de ellos mejor y más efectivo analista que él. Breger pinta muy bien el doloroso alejamiento de Breuer, Stekel, Adler, Jung, Rank, Ferenczi. Y todos por lo mismo: por el dogmatismo e intolerancia de Freud.

¿Causas de todo ello? La tesis fundamental de este libro, psicoanalítica también, es que detrás de la vida y de la obra del gran Freud señorea la sombra de su oscura infancia en Freiberg (Moravia) y en el gueto judío de Leopoldstadt de Viena. Una infancia traumática, llena de penurias económicas (insufrible estrechez de vivienda, por ejemplo, para una familia numerosísima como la de Jakob Freud: hacinamiento, intimidad ninguna), de carencias afectivas (una madre siempre embarazada) y pérdidas efectivas dolorosas (su hermanito Julius, su niñera checa), a las que se añadían temores y conflictos internos aún más punzantes para el pequeño Sigi: los que le causaban el deseo sexual que le inspiraba su madre y el temor a su padre y rival por tal causa. Represiones, complejos y carencias que hubo de superar después de algún modo. Para ello no tenía más que una mente brillantísima y una voluntad de hierro forzada por las circunstancias. Había que salir del agujero de la insignificancia, en compensación, hasta lo más alto de la fama. A pesar de todo y costara lo que costara.

El psicoanálisis respondería,

así, a un intento de Freud de sobreponerse a la pobreza y carencias infantiles, a un intento de borrar y ennoblecer su origen (para lo que, además, sometió su historia personal a una falsificación constante). El psicoanálisis supondría una reelaboración teórica de Freud de los acontecimientos de su niñez, un autoanálisis incesante por el que fue convirtiendo la versión propia de su infancia en la ortodoxia analítica. Las ideas básicas del psicoanálisis (edipo, castración, envidia de pene, sexualidad, represión, etcétera), consideradas al modelo de la ciencia decimonónica como verdades universales y únicas, serían invenciones surgidas de la necesidad de Freud de racionalizar sus miserias y de sublimar heroicamente los puntos débiles de su personalidad.

Pero, a pesar de todo ello, Freud fue un grande. Dotado de una mente poderosa y cultivada, con sus ideas -surgidas como fuera- liberó al siglo XX de la opresión e hipocresía victorianas, puso al descubierto los efectos patológicos de la represión sexual, la sexualidad infantil, los aspectos oscuros de un yo considerado puro. Inventó un utillaje más o menos controlable para el viaje al interior, hasta entonces nada más que una veleidosa aventura metafísica o romántica. Enseñó que los síntomas neuróticos son representaciones de conflictos emocionales inconscientes, proporcionó una teoría de ese mecanismo inconsciente e ideó métodos clínicos por los que los factores ocultos en la etiología de la enfermedad pueden salir a luz. La comprensión de la cultura, del arte o de la religión es otra también después de él. No hay duda de que Freud es uno de los más grandes maestros de los nuevos tiempos: con Marx y Nietzsche conforma la trinidad que nos despertó de los ensueños de la modernidad europea. También la mayoría de estas cosas se ponen de relieve en este libro.

Sigmund Freud revisa el manuscrito de 'Moisés y la religión monoteísta', obra que sería publicada en 1939.
Sigmund Freud revisa el manuscrito de 'Moisés y la religión monoteísta', obra que sería publicada en 1939.CORBIS

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