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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El 'no' de CiU a la oferta de Aznar

La meditada respuesta de Convergència i Unió (CiU) a la invitación de Aznar de integrarse en el Gobierno central se ha planteado en varios niveles. En el simbólico, la reunión de sus parlamentarios con los del PNV mella la estrategia subyacente a la oferta aznarista: aislar al nacionalismo catalán del vasco. En el plano jurídico, el inminente recurso de la Generalitat ante el Tribunal Constitucional contra la Ley de Estabilidad Presupuestaria, por la eventual invasión de competencias autonómicas, certifica las distancias que sobre el modelo territorial de Estado mantienen ambas formaciones de centro-derecha.

Pero es en el terreno más directamente político en el que Pujol se ha esmerado en ofrecer una respuesta que vaya más allá del rechazo convencional. La razón principal es que Aznar les ofrece participar en el Gobierno, pero sin esbozar con qué programa o, peor, dando por supuesto que será para aplicar el actual del Partido Popular (PP); es decir, un programa que CiU considera contrario al suyo y que se concretaría en la parálisis del proceso autonómico y el reforzamiento de las funciones de la Administración central, según la versión que ha dado el propio Pujol sobre la carta que le envió Aznar el pasado 9 de enero.

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Las leyes del déficit cero y de coordinación autonómica, los nombramientos de altos cargos institucionales sin contar con la opinión de las minorías y la negativa a reformar el Senado para convertirlo en sede de la voluntad plurinacional del Estado autonómico, dibujan, según la óptica compartida por todo el arco político catalán a excepción de los populares, el modelo de una España neocentralista. Un modelo en el que la Unión Europea es más intergubernamental que comunitaria; los Gobiernos nacionales recuperan competencias que ya cedieron a las regiones o mantienen otras que convendría transferir a Bruselas (por ejemplo, determinados elementos de la fiscalidad), y en el que las comunidades autónomas se achatan bajo la batuta de la 'coordinación' desde el Gobierno central.

La manera en que el PP ha presentado su propuesta de 'segunda descentralización' es un ejemplo de la succión que está aplicando este partido a las ideas sugerentes que nacen de otras formaciones políticas. Sobre la base de que muchos dirigentes municipales están reclamando desde hace tiempo un pacto para incrementar competencias y recursos para los ayuntamientos, el PP ha construido una propuesta en la que la bandera de la descentralización se plantea, antes que como una forma de acercar la gestión al ciudadano, como una forma de vaciar de competencias, ahora por abajo, a las comunidades autónomas.

La propia formulación como 'segunda descentralización' trasluce, por lo demás, como cuando identificó su llegada al poder con una supuesta 'segunda transición', el adanismo con que ese partido se plantea su participación en la política española: las cosas no existen hasta que el PP las descubre; como ahora el patriotismo constitucional en versión rústica.

El PP, en el cenit de su esplendor como aparato sin fisuras, subrayado por el desconcierto de su principal adversario, pretende pasar a la historia unciendo a sus socios al carro del disfrute del poder. Dándoles espacio en la berlina, pero sin mover un milímetro su rumbo.

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