Brendel, Zimerman, Ugorski y Sokolov actuarán en el ciclo de 'Grandes intérpretes'
El virtuosismo de Elisabeth Leonskaja inauguró los recitales en el Auditorio Nacional
Son siete años en los que han pasado periódicamente por Madrid los mejores pianistas del mundo. El miércoles, Elisabeth Leonskaja, pianista nacida en Tbilisi (Georgia), ofreció el primer recital del séptimo ciclo Grandes intérpretes, organizado por la Fundación Scherzo y patrocinado por EL PAÍS. Con ella dio comienzo un programa en el que pasarán, a lo largo de 2002, Krystian Zimerman, Alfred Brendel, Anatol Ugorski, Grigori Sokolov y el joven Gianluca Cascioli con el Cuarteto Alban Berg. Por segunda vez, este año se incluye en la lista a un español en la élite del piano: Josep Maria Colom.
Es un ciclo hoy consagrado, con un público fiel, con los abonos vendidos y 470 personas en las listas de espera para conseguir localidades. Tiene lugar en la sala sinfónica del Auditorio Nacional de Madrid y principalmente se ofrecen recitales de solistas al piano. Pero son los mejores intérpretes del mundo quienes los dan. Por él han pasado Sviatoslav Richter, que lo inauguró en 1995, poco antes de que dejara de tocar el instrumento, y lo hacen periódicamente los más grandes de hoy. Este año, aparte de los citados, con Brendel (4 de noviembre), Zimerman (27 de mayo), Anatol Ugorski (24 de septiembre) y Sokolov (3 de diciembre), como principales atracciones, hay expectación por ver el debú en este programa de Hélène Grimaud el próximo 23 de abril. Antes se ofrecerá el siguiente recital, a cargo de Olli Mustonen, el 12 de febrero.
Nombres como Maurizio Pollini, Maria João Pires, Vladímir Ashkenazy, Radu Lupu, Alicia de Larrocha, Murray Perhaia, Ivo Pogorelich o Leif Ove Andsnes han dado personalidad al ciclo y placer no exento de algunos disgustos, con división fuerte de opiniones también en un público muy exigente con lo que se programa cada año. Esta temporada se verá el debú en el ciclo del segundo pianista español que pasa por él, Josep Maria Colom, algo que, según su organizador, Antonio Moral, va a repetirse en los años futuros.
Otra de las novedades que están por venir es la inclusión de jóvenes valores internacionales en un ciclo paralelo. 'Metimos un año en el programa a dos jóvenes valores como Arcadi Volodos y Gianluca Cascioli y no funcionó. La gente les recibió con frialdad y muchos no les veían dignos de estar en la lista. Fue un error pero no queremos dejar de dar oportunidad a los jóvenes aunque en un programa aparte, sin obligar al público de abono a que los vea', asegura Moral. Este año, Cascioli repite en el gran cartel, pero en la única sesión de cámara del ciclo y arropado por el que posiblemente es hoy el mejor cuarteto del mundo, el Alban Berg.
Comienzo con Richter
La historia del comienzo de Grandes intérpretes es digna de ser contada. Empezó por casualidad. Por el empeño en que Richter diera su último concierto en Madrid. Antonio Moral estaba obsesionado con que ofreciera un recital especial con motivo del décimo aniversario de la revista Scherzo, que él dirigía entonces. Lo persiguió, pero no lo vio claro y fue contactando con otros grandes que le daban fechas distintas que no cuadraban con el mes de enero. Así, Pollini le dijo que bien, pero que en febrero; Zimerman, que estupendo, pero que en mayo; Pires, que fantástico, pero que en noviembre... Al verificarlo, Moral se dio cuenta de la posibilidad que se le presentaba. 'No tenía una fecha para un recital, tenía a los mejores con distintas fechas todo un año y así nos lanzamos a organizar el ciclo', cuenta. Luego, el sueño se hizo realidad. En una de sus persecuciones a Richter, el pianista ruso le envió un mensaje: 'Díganle al señor de la barba blanca [por Moral] que tocaré en Madrid'. Fueron palabras mágicas. Richter nunca lo hacía en ciudades grandes. Prefería Albacete, Castellón, Córdoba, Vitoria, Salamanca, Reus, donde tocó más de una vez. Tampoco le convencían las salas grandes. Llegó a Madrid cuatro días antes del recital, programado para el 8 de febrero de 1995. Lo hizo en coche con su mujer, su secretaria, su agente, su pasapáginas y su afinador, el japonés Kasuto, y despacio, muy despacio. Sólo recorría 100 kilómetros diarios y no a más de 90 por hora.
El deseo parecía que iba a cumplirse, pero Richter se deprimió en la vorágine madrileña y se negó a actuar. Canceló un día. Canceló dos días. No salía del hotel, no quería ver a nadie. Por fin, casi a rastras, consiguieron que tocara, pero con la condición de ofrecer previamente un recital para jóvenes y estudiantes. Richter subió al escenario con su lámpara y su pasapáginas el 17 de febrero. Meses después dejó de tocar para siempre, aunque su actuación bendijo un ciclo que ha traspasado siete temporadas con algunos problemas -como los que después dieron otros pianistas como Pogorelich o Ashkenazy, que también cancelaban la segunda temporada- y muchos días de gloria.
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