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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

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Los mismos motivos por los que añoro mi tierra son los que me impiden amarla sin lanzar al mismo tiempo un reproche. Apenas consigo entender que un lugar tan bello sea al mismo tiempo tan indolente. Andalucía se recrea en su propia y singular cultura de la vida para echarse después a dormir. Mi tierra somnolienta apenas acepta los cambios y apenas los promueve, como queriendo permanecer en la eternidad de un instante congelado.

Son precisamente las virtudes que se aprecian en la distancia las que en sí mismas encierran sus propios defectos. Defectos que se traducen en una mentalidad de mantenimiento y no de progreso, de supervivencia y no de prosperidad.

Me vi obligado a marchar porque no obtuve las oportunidades que necesitaba, debiendo adaptarme al ritmo abusivo de lugares donde quizá nunca se conoció otra forma de vida a la que yo sí tuve acceso. Precisamente por conocer ambos lados de la moneda de la vida es por lo que intento encontrar un islote intermedio que me permita vivir entre dos tierras sin renunciar a lo que cada una de ellas me aporta. A veces, sin embargo, todo es complicado. El corazón es de la tierra. La razón intenta mediar y atraerlo hacia nuevos horizontes, infructuosamente. El corazón es terco. Es inamovible en su propia estructura. Como Andalucía.

Las costas que desde niño me acariciaron el rostro con una brisa suave y traviesa; el olor a tierra mojada del campo yermo y salvaje; la tranquilidad tangible de los domingos perezosos y el inefable retrato de ciudades vanidosas regadas por muchos siglos de historia entonan un canto que mi corazón recibe con alegría y pesar a una sola vez, exigiéndome entonces volver a mis gentes y a mis mundos; recriminándome con violencia la condición de exiliado que adopté voluntariamente. Pero llega un momento en que se detiene y comprende que siempre estaré unido a mi bella dama durmiente, sin que la distancia sea más que un obstáculo material que no penetra en el santuario sagrado de los sentimientos. Y sé que un día volveré, para intentar con mi voz despertar a la dama. Quizá entonces muestre al mundo la inigualable hermosura de su mirada.

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